Fuente: Mujer Nueva
Cada año nacen en España alrededor de 375 bebés fruto de uniones
de lesbianas. Sólo en EEUU, los expertos calculan que hay ya alrededor
de 100.000 niños concebidos por medio de la inseminación artificial de
madres lesbianas, que viven solas o con su pareja. El 95% de las nuevas
familias homosexuales está encabezada por lesbianas....
Estos datos mencionados por el diario El mundo en su
publicación del 8 de octubre de 2000, no son totalmente de carácter
científico y se basan en gran parte en la información ofrecida por
colectivos homosexuales.
¿Se trata realmente de un juego con la vida? ¿o estamos delante de
casos que, a fuerza de repetirse se convertirán en lo común y
corriente? Conviene cuestionarse sobre el papel del padre y la madre y
sobre todo, cuestionarse sobre las consecuencias que puede acarrear a
los hijos el tener, o no, un padre varón y una madre mujer.
Sabemos que el sexo viene determinado por la biología, sin embargo
la cultura y el trato con los seres humanos es también importante para
madurar y crecer en la propia identidad. Esta influencia cobra especial
importancia sobre todo en los primeros años de vida en los que el padre
y la madre tienen una aportación única y específica, por el hecho de
ser hombre y mujer.
El que ambos sean complementarios es precisamente lo que da a los
hijos el equilibrio y el crecimiento armónico en la aceptación personal
y la visión del mundo que les rodea.
Apoyados en los estudios psiquiátricos de Malva Villalón y Sergio
Canals (1) se ha demostrado que la aportación específica del rol de
cada uno de los padres es determinante para el desarrollo vital y la
madurez de los hijos. Por ejemplo, la madre aporta sobre todo un mundo
afectivo y personal. Por ser ella quien amamanta al niño y está
dedicada a su cuidado directo en los primeros años, tiene una
comunicación física y afectiva singular que hace su relación más
expresiva e intuitiva.
Por eso no nos sorprende que, cuando un niño viene a confiar un
gran secreto a su madre, ésta ya lo sabía. Si falta la madre, sobre
todo cuando el hijo es pequeño, éste puede tener dificultad para
construir vínculos afectivos con otras personas; se vuelve inseguro y
necesitado de apoyo y aprobación por parte de los demás.
En numerosos casos de alcoholismo, drogadicción y depresiones es
común comprobar que ha faltado el papel de la madre en el desarrollo
del niño.
Por otro lado, la aportación del padre es muy distinta. Es una
comunicación que se va construyendo a base de acciones que crean un
vínculo especial entre padre e hijo. Esta relación, aunque también es
afectiva, tiene un especial influjo en la seguridad personal del niño,
ya que el padre representará en muchas ocasiones el punto de referencia
en la conducta disciplinar del niño.
Cuánta armonía y riqueza puede haber en un niño cuando su padre ha
estado cercano y le ha mostrado su apoyo desde pequeño, ya en juegos,
ya en estudios cuando es mayor. En muchas ocasiones, la figura del
padre es más distante, pues no siempre se hace presente en los momentos
cotidianos, sin embargo, todo padre debe buscar la cercanía tanto
física como moral con los hijos especialmente cuando son pequeños.
Cuando falta la figura del padre, existe más riesgo de que el niño
tenga problemas disciplinares. La figura del padre es insustituible,
pues marca criterios de comportamiento y ayuda a formar la seguridad
personal del niño Incluso en el caso de las viudas, aunque en que el
padre no está físicamente, su figura sí está presente y marca un punto
de referencia para la educación de los hijos.
En cada edad del niño, ambos padres tienen un papel insustituible y
complementario. De manera inconsciente, el niño sabe en qué momentos
necesita de su madre y en qué momentos de su padre. Por ejemplo, cuando
los hijos son recién nacidos, la madre es su seguridad, casi podríamos
decir, su único mundo. Al nacer, el niño se le entrega inmediatamente a
la madre; quien, por haberlo llevado antes dentro, ya tiene una
comunicación muy íntima con él. Es aquí donde es importante que se
introduzca el padre para ampliar la fusión madre-hijo y lograr que el niño cree vínculos emocionales con otras personas. De no darse esta apertura a otro
que no sea su madre, el niño puede ir desarrollando actitudes de
encerramiento que le dificulten en el futuro las relaciones con los
demás.
En la adolescencia el papel de ambos es también fundamental. Cuando
los hijos crecen, la distinción varón – mujer se vuelve importante pues
el hijo ve en su padre el prototipo de hombre y aprende a verlo como
hombre al trabajar, al sufrir y al resolver las dificultades. En el
caso de la hija, la misma masculinidad del padre ayudará a reafirmar la
feminidad de la niña, que tendrá un punto de referencia de lo que es
femenino y lo que es masculino.
De la misma manera, el niño verá a su madre y su feminidad le
ayudará a reafirmarse como varón, así como a la niña le enseñará lo que
es femenino. En este período de los hijos, es muy importante que la
madre sea una verdadera amiga a quien se tenga la confianza de
acercarse cuando llegan las crisis de la adolescencia. En esta edad ya
se dejan ver las consecuencias cuando ha faltado alguno de los padres.
Judith Wallerstein, profesora emérita de la Universidad de
California-Berkeley; Julia Lewis, profesora de psicología en la
Universidad Estatal de San Francisco; y Sandra Blakeslee, escritora del
área de ciencias del New York Times, estudiaron cien casos de niños del
área de San Francisco, y los resultados de sus investigaciones son los
siguientes: cuando ha faltado la presencia y acción directa de alguno
de los padres, los niños son más proclives a usar drogas, más
tendientes a buscar terapia, en un 40 por ciento son más tendientes a
evitar el matrimonio.
Para que esta esfera de identidad esté completa, ambos padres
deberán apoyarse y ayudarse para desempeñar su papel. Definitivamente
muchos de los elementos de una familia íntegra vienen ya escritos en la
naturaleza de cada uno de sus integrantes, pero es necesario que cada
uno aporte su papel insustituible, por su propia realización y por la
felicidad y porvenir de los que aún están creciendo y necesitan de un
padre, y de una madre. No olvidemos que no se puede jugar con la existencia o con la vida.