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Mundo Islámico

La palabra Islam quiere decir entrega, abandono de sí mismo a Allah. El Islam es la sumisión a Allah. El Islam aparece en el año 610 de la era cristiana en el desierto arábico. Fue fundado por Mahoma, aunque los musulmanes no aceptan esto; para ellos no es Mahoma sino Allah quien fundó el Islam a través de él. Mahoma no es el equivalente de Cristo. Jamás Mahoma afirmó ser Dios, sino el transmisor de la revelación que Allah trae a los hombres. El nombre Mahoma significa en español: el elogiado, el ensalzado.

El color verde es el color del Islam. Mahoma lo elogia y los musulmanes creen que las almas de los mártires del Islam entrarán al Paraíso bajo la forma de aves de color verde.

El islamismo es una doctrina que tiene influencia del judaísmo del cristianismo y del Zend Avesta.

A los musulmanes no les gusta que les digan mahometanos pues Mahoma no es dios sino un enviado de Dios.

El padre de Mahoma, Abdalá, no podía tener hijos. Le pidió a Dios diez hijos varones y, a cambio, le sacrificaría al último. Dios se los dio, pero luego “negoció” con Dios al estilo árabe, y le dijo: “¿Qué me pides a cambio de la vida de mi hijo menor?”. Ellos todo lo miden en camellos. Quedaron en que le sacrificaría cien camellos a cambio de su hijo. Dios aceptó. Ese hijo era Mahoma.

El Islam es una religión adaptada al beduino, es decir, a los hombres del desierto, libres y preocupados por el bienestar de su familia y de sus camellos. Del excremento del camello hacen fogatas¸ de él depende su transporte y más aspectos de su vida.

Mahoma se casó con una mujer mayor que él que de algún modo lo compró. Mahoma tuvo revelaciones del arcángel San Gabriel, pero dudaba si era él o el demonio, y así lo comunicó a su esposa. Una vez, estando con el arcángel su esposa se empezó a desnudar y le preguntó. ¿Sigue allí el Arcángel? Mahoma le contestó que no. Entonces ella le aseguró que sí era el arcángel pues si hubiera sido demonio se hubiera quedado.

En el Corán se lee que Noé dio siete vueltas a la piedra de Kabah antes de asentar su barco, por eso ellos le dan siete vueltas a esa piedra cuando la visitan. Para ellos todo lo importante ha sucedido en tierra árabe, por ejemplo, Caín mató a Abel en Damasco. Mahoma es considerado el último profeta, el penúltimo fue Jesús.

Creen que Mahoma fue trasladado al Cielo en vida en un caballo alado. Allí se enteró de que en el Cielo las personas son recompensadas con placeres corporales. Muchos musulmanes dan la vida porque se les promete ese paraíso. 

Mahoma tuvo nueve esposas y no tuvo hijos varones, por eso se empezó a dividir pues algunos decían que el poder le tocaba a su pariente más cercano y otros decían que al más devoto. Actualmente el 90% de los musulmanes son sunnitas y el 10% chiítas.

Los cinco pilares del Islamismo:

1. La profesión de fe: Deben recitar la shahada o credo musulmán. Ellos creen por encima de todo que hay un solo y único Dios. Tienen una especie de credo que lo proclaman cinco veces al día: el almuecín que dice: "¡No hay ningún Dios a excepción de Allah. Muhammad es el Enviado de Allah!". En árabe Dios se dice Allah. La bandera de Arabia Saudita lo dice.

2. La oración: Dios dijo que había que orar 50 veces al día. Mahoma negoció con Dios pues le pareció demasiado y quedaron en cinco veces: antes de la salida del sol, al mediodía, antes de la puesta del sol, después de la salida del sol y cuando la noche se ha cerrado. En los países modernos se orados veces al día. Las plegarias se hacen individualmente, excepto el viernes a mediodía , que es cuando los hombres deben de reunirse en la mezquita. Se debe hacer en lengua árabe, sobre una alfombra, descalzo y orientado hacia la Meca. Antes de orar se purifican con agua o arena.

3. Dar limosna. Es obligatoria. Hay que verla como un préstamo voluntario a Dios.

4. Ayuno en el mes de Ramadán: supresión de alimentos, bebida, tabaco y sexo, desde el amanecer hasta el ocaso..

5. Peregrinación a la Meca. La debe hacer todo musulmán que tenga buena salud y que disponga de medios económicos, por lo menos una vez en la vida. 

Hay 12 mandamientos semejantes a los dados por Dios a Moisés. El último de ellos prohibe ser orgulloso.

El Corán es el Libro Sagrado: tiene 114 suras o capítulos y 6.226 aya, aleyas o versículos. Es un manual de conducta y un tratado de Teología. Allí se encuentra la sharía o ley islámica. Prohibe representar cosas vivientes, por eso el arte musulmán es mudo. Además, no toman bebidas alcohólicas ni, por supuesto, drogas; a los ladrones se les corta las manos. La apostasía del Islam es un hecho grave sancionado con la pena de muerte.

Un dicho afirma que cada verso del Corán tiene siete significados, comenzando por el sentido literal, y así hasta el séptimo y más profundo significado, que sólo Alá conoce. El problema surge cuando se asiste a una diversidad de interpretaciones que muchas veces son contradictorias en sí mismas, y que dependen de la intención previa que posea el lector de los versículos del Corán. Uno de estos términos que sugieren en los musulmanes significados distintos –y hasta contradictorios– es el de jihad, la guerra santa.

¿Por qué el islam es incapaz de asumir una actitud unitaria? Porque le falta una autoridad religiosa única reconocida por todos los musulmanes. Tienen una Cumbre Islámica pero se dedica a asuntos económicos en exclusiva.

Otra cosa es entender el fenómeno del islamismo que, como ideología política de fundamento religioso, había iniciado ya su declive en el propio mundo islámico después de tantos años de violencia extrema, pero que ha derivado en la organización de grupos incontrolados que reclaman el restablecimiento de la "ley de Dios" (la "sharía") y de la "umma" (la comunidad islámica) no solo en los países musulmanes sino en el mundo entero. Un error que puede observarse entre nuestros políticos es el intento de definir el terrorismo en su conjunto como un fenómeno de violencia que no tiene la menor justificación y que, por lo tanto, no merece la pena el esfuerzo de intentar entenderlo. 

La guerra iniciada por Ben Laden y continuada por Estados Unidos con el bombardeo de Irak es la guerra de los miedos. Por un lado está el miedo de los islamistas a perder sus señas de identidad y su seguridad religiosa basada en la convicción de que Alá es la única superpotencia amenazada por Occidente. Por otro lado está el miedo de Occidente a perder sus niveles de consumo y de bienestar así como su seguridad, basada en el dominio del más fuerte que, hasta ahora, le ha permitido garantizar los recursos energéticos. Ese miedo occidental se ve incrementado por el temor a profundizar en las causas de todo lo ocurrido... y descubrirse culpable. A todos estos miedos podríamos añadir otro que nos afecta a todos: el miedo a la ausencia de líderes políticos capaces de gestionar la paz después de haber gestionado la guerra. 

En un reciente artículo titulado Entender a los terroristas suicidas, Lee Kuan Yew, ministro de Singapur, ha afirmado: «Los Gobiernos pueden mejorar sus servicios de inteligencia, destruir redes terroristas o incluso ampliar potenciales objetivos; pero sólo los musulmanes con un enfoque más moderado y moderno de la vida pueden luchar con los fundamentalistas para controlar el alma musulmana»

Necesitamos recordar que el Islam no significa "paz" realmente. Su traducción correcta es "sujeto de conflicto", pero a lo largo de los siglos ha sido comúnmente asumida como sumisión, voluntaria o forzada, a la voluntad de Alá (Allah). La fraternidad, los derechos y el respeto que gobiernan las relaciones entre los musulmanes no son extensivas a los no creyentes. Los que no pertenecen al Islam, los que no se someten a Alá, nunca son sujetos de confianza y a lo largo de la historia, han sido sometidos a la conversión por la fuerza, la humillación o la destrucción.

Actualmente, los musulmanes tienen el monopolio de los autobuses que ofrecen transporte público en Ghana del Norte. Más de una docena de musulmanes que conducen esos autobuses vieron a un sacerdote católico herido y pasaron de largo. Finalmente él mismo pudo salir del vehículo, caminar hasta la carretera y forzar a un autobús a que se detuviera. El conductor, un musulmán, lo obligó a quedarse de pié, al final de los pasajeros, sin importarle sus heridas, hasta que llegando a la ciudad, el sacerdote perdió el conocimiento. Al preguntarle "¿por qué los conductores musulmanes lo ignoraron?" el presbítero respondió que "frente a sus ojos, yo soy un infiel. Simplemente no cuento".