Sucedió en la parroquia de Sta, María la Blanca de Alcorcón, Como todos los días, -era el día después de la beatificación de los mártires españoles- Concepción, mujer sencilla del pueblo, volvió a su casa, tras haber asistido a la santa misa de nueve y comulgar en ella, según acostumbraba a hacer, desde siempre cada mañana.
Había escuchado la homilía del sacerdote, quien aludió a la muerte violenta y ejemplar de los mártires. “Quizás, dijo, lo que el Señor hoy nos pida a todos, es la entrega de la propia vida –el desvivirse poco a poco- en servicio de los demás”.La despedida del cura, la habitual: ”Hasta mañana, si Dios quiere”
Concepción no llegó a ver la luz del mañana.. Llamó a la puerta de su vecina, delicada de salud, para interesarse por ella. Tras breves palabras comentando lo que había oído en la iglesia, allí mismo, ante los ojos atónitos de su vecina, cayó fulminada al suelo. Nada pudieron hacer los auxilios de socorro por ella. A la mañana siguiente-hoy que escribo estas líneas- Concepción estaba de cuerpo presente en el tanatorio de Alcorcón.
Quizás esta noticia no sea de interés general. Puede, al menos, en vísperas del Día de Todos los Santos, servir de reflexión para algunos. Nunca comprenderemos los inescrutables designios de Dios sobre cada uno. Lo que no impide exclamar con la Biblia, en trances similares:”Dichosos los que mueren en el Señor.” Como Conchi.