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Meditacion Martes Santo

Martes de la
Semana Santa


Tema:
Predicar el Evangelio, misión y obligación de todo
cristiano

Fruto - Petición:

Jesucristo, que viva
consciente y agradecido por el privilegio de llamarme a
la fe católica. Que viva convencido de ésta en la
verdad; que desee ardientemente repartir la luz de tu
verdad a todos los hombres.

Puntos a Meditar:

1. Consagrado al
apostolado por los sacramentos.

El bautismo y los demás
sacramentos no solo configuran la vida personal del
cristiano, sino que también lo consagran para la misión
apostólica. Todo el pueblo de Dios participa en la
triple misión de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Por
eso San Pedro puede hablar de un pueblo de sacerdotes,
profetas y reyes. Esto no solo da idea de la dignidad del
cristiano, sino también de la tarea que esta llamado a
realizar en el mundo.

El cristiano se debe
esforzar por ser adorador de Dios en espíritu y en
verdad, realizando la voluntad de Dios en su vida,
uniendo todas sus actividades esfuerzos y sacrificios a
la oblación redentora de Cristo y participando, con
estas disposiciones, en el ministerio de la Celebración
Eucarística.

2. Heraldo del
Evangelio.

El cristiano no se limita
a hacer de su vida la liturgia. Se considera también un
heraldo del Evangelio, que acoge en su corazón la fe de
la Iglesia y que anuncia a sus hermanos el admirable Plan
de Salvación revelado en Jesucristo y transmitido por la
Iglesia. Esta misión de heraldo y de maestro del
Evangelio es una exigencia de su misma fe: "creí y
por eso hablé".

Jesucristo en el Evangelio
compara al cristiano con una lámpara encendida que debe
ser puesta sobre la mesa para que alumbre a todos los de
la casa. El cristiano es testigo del Evangelio y no le es
posible callar. "¡Hay de mi si no evangelizo!"
decía San Pablo el prisionero de la causa de Cristo.

3. Conocer la Fe.

Por ello todo cristiano
tiene como parte esencial de su vocación el conocer su
fe, el ofrecer un testimonio coherente y luminoso de la
misma en el ejercicio de sus actividades seculares y el
prepararse como maestro de la fe para transmitir la
doctrina católica entre sus familiares, amistades y
entre todos los hombres que el Señor ponga en su camino,
y para saber defenderla con oportunidad, decisión y
convicción.