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Mártires españoles

A la corta distancia de dos meses  del gran evento de la beatificación en Roma de cerca de 500 mártires españoles, asesinados por confesar su fe católica, en los inicios y durante  la guerra civil del 36, se impone a toda la comunidad creyente, una profunda reflexión sobre el significado y trascendencia de aquel acontecimiento.

Lejos ha de estar del ánimo de todo católico la actitud triunfalista y mucho  menos revanchista de esta efemérides. En absoluto se ha de celebrar ni siquiera aludir  como si fuera la victoria de una ideología sobre otra opuesta, en aquella guerra fratricida. Habrá que recriminar y tapar la boca de todo aquel que trate de politizar el evento. Nadie ha de olvidar que se trata, fundamentalmente, de conmemorar un hecho religioso, que en sí mismo ha de servir para unir y nunca para dividir a los españoles.

Lo suyo sería mostrar en todo momento y en todos los católicos una actitud de humildad y de sincera acción de gracias a Dios, que nos pone delante unos modelos de fidelidad y generosidad de cómo hay que vivir y morir –si llegara el caso- por la fe que profesamos.

También un cordial agradecimiento a esos hermanos nuestros en la fe  que supieron ofrecer heroicamente sus vidas por defender los valores cristianos, los mismos que nosotros profesamos ahora,  y morir perdonando a los mismos  que les asesinaban con el grito de ¡Viva Cristo Rey¡ ,en sus bocas y corazones.