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Mar adentro

Es una obviedad decir que Amenábar es uno de los directores de cine español de mayor renombre y reconocimiento internacional. Lo que no está tan claro es afirmar que el cineasta gay –según confesión propia- es objetivo e imparcial, al tratar el problema de la eutanasia en su postrer obra, Mar adentro, a pesar de algunas manifestaciones suyas, previas al estreno.

El tema controvertido de la eutanasia activa, o suicidio, pese a los eufemismos con que se le quiera maquillar como muerte digna, sólo admite dos vertientes encontradas. Una, desde el prisma de la fe en Dios, dueño y señor de toda vida y otra, desde la postura de increencia o del ateo, que se aferra al derecho a disponer en libertad de su propia vida o la ajena.

El señor Amenábar, con ambigüedad sutilmente calculada, en su filme, toma partido por la decisión del tetrapléjico Sampedro, que a pesar de mostrarle con simpatía creciente, lo hace poco menos que referente lúcido para todos los demás pacientes.

El encuentro con el sacerdote del Opus- no jesuita- también tetrapléjico, es presentado como contrapunto ridículo, en un plano que incita a la hilaridad del espectador, incapaz de cambiar la decisión del obcecado Sampedro.

No dudo, por supuesto, que Mar adentro, obtendrá todos los premios a los que se presente por sus no escasos valores cinematográficos. Lo que no cabe, es presentarla como referente válido y objetivo a favor de la eutanasia, cuando todo aparece en el filme motivado por la vida y el amor de cuantos tratan a Sampedro.