Los mexicanos y los valores sociales
A nosotros, los mexicanos ¿Nos importa la sociedad en la que vivimos? ¿Creemos que la comunidad es algo importante, que merece nuestra atención, nuestro tiempo, nuestros esfuerzos? ¿O acaso nuestra visión de lo social no puede ir más allá de lo familiar y del estrecho círculo de compadres y amigos?. No son preguntas triviales. Nuestro futuro, el de nuestro país depende en gran medida de la respuesta que tengan estas preguntas, en los hechos.
Recuerdo vivamente una amable discusión con un profesor de Estados Unidos, un hombre de buena fe, pero al que sus convicciones ideológicas le hacían perder la objetividad. “Ustedes los mexicanos- decía- Son mucho más solidarios que nosotros los norteamericanos. A nosotros el neoliberalismo nos hace ser muy egoístas”. Mi respuesta fue: “No nos conoce Usted”. A continuación le dije lo que a cualquier observador desapasionado le consta: El enorme trabajo que nos cuesta a los mexicanos “hacer sociedad”, organizarnos, por ejemplo, para ayudar a los sectores más desprotegidos. Si, somos solidarios en las emergencias, en las situaciones límite siempre se puede contar con ayuda. Pero, ¡Qué trabajo nos cuesta construir sociedad y sociedades!. Simplemente pregunten a quienes dirigen obras sociales y filantrópicas si es fácil encontrar personas que quieran dar su tiempo y sus bienes para ese tipo de obras. Y no es diferente en otros campos. En lo cultural, en lo educativo, en lo cívico, en lo religioso, ¡qué trabajo cuesta encontrar quien quiera comprometerse con una obra en la que no va a obtener algún beneficio personal!
No me gusta hacer comparaciones, pero creo que de las cosas que les podemos aprender a los ciudadanos de los Estados Unidos es la enorme cantidad de formas que encuentran para organizarse en torno a toda clase de causas sociales. En ellos la asociación es casi una segunda naturaleza. Y, por ello, ahí encuentra uno sociedades para casi cualquier cosa.
Las virtudes sociales (valores hechos hábito, como la confianza, el compromiso con los demás, el responsabilizarse por la comunidad) son, dice Francis Fukuyama, en su libro Confianza, el factor que mejor explica el desarrollo económico de un pueblo. Y, para demostrarlo, en su libro hace una buena cantidad de comparaciones entre diferentes países, con condiciones similares e incluso vecinos, o entre regiones, como por ejemplo el sur de Italia y el norte de ese país; así constata que la diferencia es que en las zonas prósperas, hay un alto nivel de aprecio y confianza por las organizaciones de la sociedad, mientras que en las zonas subdesarrolladas, las organizaciones de la sociedad son vistas con desconfianza y solo se confía, si acaso, en la propia familia. ¿Le suena conocido? ¿Será por eso…. Será por eso que no salimos adelante?
Si tuviéramos alguna duda, las pasadas elecciones federales bastarían como argumento. A casi el 60% del electorado, candidatos y partidos no les merecieron suficiente confianza para votar por ellos. El proceso mismo fue visto con escepticismo. El cinismo con que se manejan los políticos genera una respuesta igualmente cínica: Como no te creo, no cuentes con que me tome ni la más mínima molestia para participar en tu juego. ¡Qué triste, aunque comprensible! ¡Si al menos una parte de los cinco mil millones de pesos que costaron esas campañas se hubieran gastado en educación cívica y en formación en los valores ciudadanos…!
¿Hacia donde vamos en los valores sociales? ¿Hacia una sociedad casi autista, que no le importa más que lo personal y lo económico? O, ¿acaso tendremos motivos para el optimismo? La respuesta, como en otros campos, está en los valores sociales y el modo como los jerarquizamos. Un campo importantísimo, básico diría yo, para nuestro futuro como país. Esté será el tema de una serie de artículos que, gracias a la gentil hospitalidad de El Observador, comentaré con Usted en las próximas semanas.