El atentado al cuartel de la Guardia Civil de Vic, del que hoy se cumplen 15 años, me trae al recuerdo un movimiento de reflexión: la Misa que celebré para la Asociación Catalana de las Víctimas del Terrorismo hace 5 años en Vic, para recordar a los que murieron aquel día trágico, el miércoles 29 de Mayo de 1991 a las 7 de la tarde. Un crimen horrible. Pero aún más allá del dolor, el memorial de las víctimas -10 muertos y 28 heridos- debe servirnos el recuerdo para crear sentimientos de solidaridad: todos nos sentimos heridos, estamos inter-conexionados y queremos sentir como propias las alegrías y penas de los demás. Queremos que esta herida abierta nos ayude a mejorar este mundo, donde desde el Oriente Medio hasta el occidente, de norte a sur, vemos violencia en muchos Países.
El corazón del hombre es una fuente inagotable de crímenes, así como de acciones sublimes, por eso si el hacer leyes no deja de ser interesante, no es la solución a todos los problemas, pues vemos que hoy sobre todo nuestro mundo necesita un clima que ayude a una buena educación en el corazón de las personas: que el violento pueda ser educado, y mejor aún que tenga ya antes una educación en los valores, para que no sea violento. Si vemos como cosa propia los problemas de todo el mundo, trabajaremos unidos a los hombres de buena voluntad, que son muchos, lucharemos unidos contra la violencia, y esta unión nos dará la fuerza para vencer. Sabemos que necesitamos paciencia, que se necesita tiempo, y que el sistema es ahogar el mal no con odios y rencores, sino con abundancia de bien. Amor, oración... por las víctimas, los agresores... La caridad es siempre el lenguaje más bello, tiene mil formas de hacer según la forma de ser de cada uno, lo importante es sembrar: los frutos, vendrán... pienso en Jesús, que entregó su vida por nosotros: el grito de Jesús en la cruz, no delata la angustia de un desesperado, sino la oración del que reza por los que lo están matando... fija sus ojos en el Padre y nos alcanza la salvación... Así los gritos de los que mueren pueden también unirse místicamente a la pasión de Jesús.
Así nace el perdón interior (el Espíritu Santo puede transformar la ofensa en intercesión), pero eso no significa impunidad, que no sería perdón judicial, sino injusticia. La obligación de reparar es medicinal y educativa para la sociedad. El perdón va unido a la voluntad de restituir el daño que ha hecho, de ahí la aplicación de la justicia, con las leyes, ya que son deplorables los encubridores -tanto a nivel social como político- de los autores de crímenes: no son sólo conflictos políticos; como también los que fomentan la impunidad de estos autores. Esto no priva el debate de si es oportuno o no eventuales diálogos con estas asociaciones terroristas, debates con trabajo reflexivo y de diálogo entre todos. Ciertamente, la serenidad es difícil, hay agresión estratégica por parte de un dominio injusto, que no respeta la libertad, el juego democrático, que impone el terror matando inocentes. También entonces tenemos que purificar la memoria a todos, tenemos ejemplos de personas que han dado la vida por la construcción de este entendimiento ciudadano, en el País Vasco y tantos otros lugares.
De modo que un "alto el fuego permanente", no puede ser un "ahora no te mato y os olvidáis de los que antes he matado", sin pedir perdón por las víctimas. Reconocer la culpa y pedir perdón es el primer paso para un posible camino hacia la reconciliación, pero al mismo tiempo tiene que haber un respeto a la memoria de las víctimas, y eso pasa porque públicamente se haga justicia, ya que la paz y concordia vendrán del respeto a la dignidad de las personas.
Este discernimiento, sin embargo, depende de una paz interior de cada
uno, basada en el amor y coherencia personales... y la acción social: no basta con que yo critique los conflictos de Irak o Sahara occidental, de Nueva Guinea o Haití... sino que tengo que plantearme: yo, ¿que hago?, ¿busco la formación adecuada? Necesitamos "sabiduría" para enfocar las cosas, "inteligencia" para buscar la verdad, "consejo" para poder acertar en medio del caos, "fortaleza" para mantener el orden, la autoridad y la justicia, "ciencia" para saber distinguir claramente entre el bien y el mal -entre la falsedad y la verdad, la malicia y la bondad, la esclavitud y la libertad-, y estos dones del Espíritu Santo, cuya fiesta estamos para celebrar, se completan con la "piedad" para sabernos hijos de Dios y hermanos de los hombres y mujeres, y el "temor de Dios" que nos lleva a respetar su justicia.