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Legionarios de Cristo: por sus frutos los conocemos

  La polémica que se ha levantado en torno a los Legionarios de Cristo y su fundador es mucho más compleja de lo que se ha ilustrado en la mayoría de los medios de comunicación. Venidos a jueces, muchos informadores asumen un rol que, lejos de ayudarles a cumplir su cometido de servir a la verdad, los convierte en defensores de lo políticamente correcto.

El día 3 de marzo pasado, la afamada periodista Carmen Aristegui entrevistó a personas que se decían descendientes del sacerdote fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. El efecto en los medios de comunicación fue impresionante: cientos de notas se publicaron en torno al caso, noticiarios de radio y televisión dieron cuenta del hecho. Todos querían opinar. 

La postura editorial coincidía: así sin más, calificaban a Marcial Maciel de pederasta. Por ejemplo, el periodista José Cárdenas, para promover su columna en Twitter, decía: “Maciel, una mente retorcida al servicio de Dios”. En la izquierda dicen que la Iglesia Católica es una “madriguera de lobos que violan a sus propias ovejas”.

¿Qué es todo ello, sino muestras del prejuicio y la falta de investigación periodística? ¿Qué otra cosa puede ser, sino adicción al rumor y al enjuiciamiento que no diferencia la realidad?

Lo cierto es que este ejemplo ilustra muy claramente un riesgo que permanentemente corremos los medios de información: desapegarse de los hechos, de la verdad, para difundir mensajes que no tienen relación con aquéllos. 

La ética, entendida de diferentes formas en el periodismo, no puede anclarse en los hechos escandalosos, en la coyuntura y mucho menos en la malicia de la calumnia y la difamación.

Juzgar al padre Maciel sin tener los elementos y evidencias para hacerlo es sinónimo de deshonestidad informativa, tentación en la que han caído medios y periodistas. Los diarios El Universal, La Jornada y Milenio, entre otros, asumieron una posición intransigente frente a este tema, fueron eco de la entrevista de Aristegui, pero no mostraron más evidencias que su indignación.

Sería positivo, en el afán de lograr nuestra transición democrática, que su compromiso informativo prescindiera del morbo y el escándalo, de las componendas y tramas políticas infructuosas, para ponerse al servicio de una sociedad que reclama y requiere un trabajo periodístico serio, que se diferencie de convencionalismos anacrónicos.

La visita apostólica que realiza la Santa Sede a los Legionarios de Cristo arrojará resultados muy pronto. ¿Por qué no esperar a que sea la propia Iglesia Católica, -de la que reniegan tanto Ciro Gómez Leyva, Ricardo Alemán, Ricardo Raphael, Julio Hernández, Carlos Marín, Carlos Loret de Mola, entre otros- la que presente las evidencias que halló?

La Iglesia Católica, por su parte, ha tenido un manejo de la situación ejemplar. No da lugar a rumores ni a habladurías. Quienes caen en ello, lo hacen por su cuenta, por iniciativa propia.

Algo de prudencia debían aprender de la Iglesia Católica los medios de información. El manejo del caso, la claridad con la que se ha tratado, la disposición a enfrentar la problemática sin rodeos es la muestra de que la institución es consciente de la situación y de los testimonios, tanto que busca encontrar la verdad en todo esto.

En breve conoceremos la postura de la Iglesia Católica en torno al tema. Sin embargo, no deja de sorprender que los Legionarios de Cristo sigan obteniendo frutos: ordenando sacerdotes, reclutando seminaristas, con sus escuelas e instituciones más firmes que siempre, todo al servicio de la comunidad y la causa católica. No queda duda, la máxima evangélica es clara y contundente: “por sus frutos los conoceréis”.