Las cámaras de televisión captaron el instante inolvidable. El anciano Papa, Juan Pablo II, postrado ante la Señora, en la cueva de las apariciones de Lourdes, dejó caer, entre la emoción de todos, unas furtivas lágrimas, expresión incontenible de su estado de ánimo.
Ha sido la mejor homilía y el discurso más valioso que Juan Pablo ha pronunciado en su vida. Sin palabras y con el rostro transpuesto por la emoción, de sus ojos cansados brotaron las lágrimas más elocuentes que jamás un Papa nos había ofrecido en directo..
¿Qué pasaría-nos preguntamos- por la mente y el corazón del Pontífice en ese instante?.¿Tal vez el presentimiento de la filial despedida del amante devoto e hijo de María, cuyo lema “Totus tuus”, ha paseado por todo el mundo?. ¿Tal vez, como Jesús ante Jerusalén, lamentar los derroteros de violencia y perdición del mundo, enzarzado en guerras e injusticias sin fin?.¿Quizás la constatación y agradecimiento del Papa a la Señora por que todo, absolutamente todo, en su vida y pontificado, se lo debía a Ella?
Sea lo que sea, en el recuerdo de todos los televidentes y fieles católicos quedará imborrable la imagen de un singular Papa, anciano y enfermo, que nos ha dado sin palabras, la lección más valiosa y convincente de su vida.