Constituyen la inmensa mayoría de los habitantes de nuestro planeta. Son todos aquellos que han apostado en sus vidas por la verdad y el bien. Las que viven y dejan vivir a los demás y que tienen por norma no hacer a otros lo que no quieren les hagan a ellos.
Son esa inmensa legión de hombres y mujeres, jóvenes, ancianos y niños, que callada, sencilla y ocultamente, pasan por la vida en el más completo anonimato.
Ellos forman el sustrato más noble, firme y esperanzador del así llamado género humano. Sin alardes de ningún tipo, mantienen un perfecto equilibrio entre su mente y su corazón, entre sus palabras y sus obras, entre lo que son y lo que quieren ser.
Aman a los suyos y respetan a los otros. Disfrutan lo que tienen, sin envidiar a los que más tienen. Se identifican con su entorno natural. Cuidan lo propio y respetan lo ajeno. Aman la naturaleza y apuestan por lo sencillo. Jamás harían aposta un estropicio o el mal por el mal.
Quizás, no hablan mucho de política, de derechos humanos, de justicia y tolerancia, pero son señalados por los demás como gente honesta, honrada y de fiar. En una palabra, son felices consigo mismos y portadores de paz y comprensión para con los demás.
Elevo mi copa de buen vino, brindando por las buenas personas, entre las cuales te coloco a ti, amigo lector. Por favor: ¡ No te canses nunca de ser buena persona¡