La vida humana: Un don y un derecho
De entre todos los desafíos que hoy afrontamos los mexicanos, uno destaca con especial importancia, el respeto, en su más amplio sentido, de la vida humana. Atender con gran delicadeza la situación de la vida es un deber humano y cristiano. Todos debemos de trabajar por una cultura de la vida que motive realmente a que nadie, jamás, resulte excluido del desarrollo humano.
Los obispos de México movidos por la certeza que nos da la fe en Jesucristo, no podemos sino proclamar que la vida humana es un don, un regalo y un derecho; por ello mismo, nadie tiene derecho a atacar, reprimir, vender, torturar, violentar, secuestrar y matar la valiosa experiencia personal de la vida de cada ser humano.
Reconocer y respetar el derecho a la vida de todos, es la base de la auténtica democracia y del verdadero Estado de Derecho. Vulnerar este derecho, o lo que es lo mismo, crear excepciones para su vigencia universal y plena, nos coloca a todos en un escenario de riesgo del que nos lamentaremos si no tomamos las medidas necesarias en el presente.
La Iglesia católica vive la esperanza de que el bien prevalezca y de que México inicie un momento de mayor diálogo y solidaridad en donde todo ser humano posea la misma dignidad y merezca el mismo respeto en sus derechos fundamentales. Como Iglesia proclamamos que ninguna situación, por excepcional que sea, justifica que alguien lastime la dignidad de las personas, en especial de las más vulnerables, marginadas e indefensas.
Los obispos mexicanos confiamos en el Estado y en las instituciones que son responsables de garantizar el respeto, la protección de la vida y la seguridad de todos los ciudadanos. Pero al mismo tiempo advertimos la necesidad de un acuerdo nacional que involucre los distintos niveles de gobierno para lograr con claridad y eficiencia el diálogo y el entendimiento, la organización y la ejecución de acciones que derroten la delincuencia organizada y devuelvan la confianza y seguridad pública a la ciudadanía.
Garantizar el derecho a la vida de todos y de manera igual para todos, como nos enseña el Papa Benedicto XVI, es un deber de cuyo cumplimiento depende el futuro de la humanidad.
¡Que la Virgen María de Guadalupe, Madre del verdadero Dios por quien se vive, permita que la buena noticia sobre la vida y la seguridad de las personas se extienda, y que sea Ella quien nos anime siempre a trabajar sin descanso en favor de la dignidad de todas las personas, en especial de los más frágiles e indefensos!
Por los Obispos de México.
+ Carlos Aguiar Retes
Obispo de Texcoco
Presidente de la CEM
+ José Leopoldo González González
Obispo Auxiliar de Guadalajara
Secretario General de la CEM