A
todos nos pasa que hablar en público, hablarle a un desconocido o
encontrarnos dentro de un grupo numeroso de personas, nos causa un poco
de vergüenza o timidez; a otros, incluso, ¡les provoca terror!
Esto no es más que la manifestación conductual de retraimiento
ante ciertas situaciones sociales o físicas; es el producto de la
seguridad y confianza básica que el niño obtiene por parte de sus
padres, según comentarios de varios psicólogos.
Es importante diferenciar el pudor normal que todos podemos
experimentar en ciertas situaciones y la tendencia que tiene un tímido
patológico a evitar todo tipo de relación.
Dentro de los parámetros de la normalidad, lo común es sufrir
timidez sólo en ciertos aspectos de la vida. Mucha gente siente
especial pavor a los encuentros con los desconocidos y con el tiempo
desaparece al hacer las reuniones más frecuentes; aquí la timidez no se
considera una enfermedad, pues en gran parte de los casos el tímido se
adapta y supera su temor.
Los rasgos de la timidez vienen desde la infancia, ya que la
personalidad se va construyendo en los primeros años de vida, con base
en el trato que la madre da al niño desde el primer año, lo cual
construye las bases de la autoestima.
Es en la adolescencia donde la timidez es vista como algo común y
que va de la mano con los cambios físicos y emocionales que se dan en
este período.
Herencia tímida
Según distintos estudios, existen factores que influyen para el
desarrollo de la timidez, como la genética, la educación y el
desarrollo físico, que se dan durante la infancia.
La llamada ansiedad social es un verdadero problema cuando nos hace
evitar determinadas situaciones y se convierte en algo negativo cuando
se cae en la depresión.
La persona tímida tiende a percibir la realidad de manera distinta
a los demás, pues cree que todos a su alrededor están pendientes
exclusivamente de su conducta, y esto la hace comportarse con torpeza.
Los tímidos evalúan de forma negativa todas las relaciones y se
sienten culpables por los fallos que puedan ocurrir en cualquier
ocasión y, sobre todo, lo único que recuerdan de las reuniones sociales
es su comportamiento negativo.
La mejor manera de acabar con la timidez es afrontar la realidad y
comenzar poco a poco a vencer los miedos propios; esto dará confianza
en uno mismo.