El Niño Artillero
Cuando visitamos la ciudad de Cuautla, Morelos, contemplamos en su calle principal la estatua en bronce de un niño con un cañón. Se trata de Narciso Mendoza a quien se le ha llamado el Niño Artillero. Su acto de heroísmo no es una historia bonita inventada para edificación de la posteridad; sucedió durante el sitio que el Ejército Realista hizo, en 1812, a la ciudad de Cuautla, refugio del Ejército Insurgente. El sitio se prolongó dolorosamente y el general Juan Nepomuceno Almonte decidió organizar en tropa a los niños que continuamente se ofrecían para ayudar a defender su ciudad. Ellos realizaban labores de vigilancia, de mensajería y de intendencia, y sentían así que luchaban por la Independencia de su Patria.
Un día, el Ejército Realista hizo una ofensiva que dispersó a los insurgentes haciéndolos huir sin orden por lo que abandonaron sus escasas piezas de artillería. En ese momento de desconcierto, el pequeño Narciso, de 12 años, tuvo el valor de correr hacia uno de los cañones abandonados y de hacerlo disparar contra los realistas que se acercaban. Aquel disparo permitió a los insurgentes volver a tomar la defensa y rechazar al enemigo. Cuando el cura Morelos se enteró de esta hazaña premió al pequeño, y los historiadores lo siguen premiando guardando su memoria para la posteridad.
El amor de la Patria
Las páginas de nuestra historia están llenas del heroísmo de los hombres y mujeres que dieron su vida por su Patria.
Hoy seguimos viendo en los periódicos esos actos sublimes de quienes ofrecen su vida por darnos un mundo mejor, algunos arriesgándola en labores de rescate y salvamento, como los heroicos bomberos, otros luchando contra el crimen y, otros muchos, muchísimos, haciendo labores aparentemente humildes, pero importantísimas para aliviar el hambre de sus hermanos, como los campesinos; para sanar a los enfermos, como las enfermeras y médicos, o para enseñar al que no sabe, como los maestros.
Ellos aman a la Patria
¿Qué es la Patria? Más que un territorio, la Patria son nuestros seres queridos y las personas con las que vivimos y con las que compartimos una misma suerte.
El amor a la Patria es un valor cívico que se aprende en familia, al que se le da crecimiento en la escuela y el que da fruto en la madurez cuando somos personas útiles a la sociedad.
Es cierto que la simbolizamos en una sacrosanta bandera, en un himno que nos hace vibrar de emoción, en un escudo amado y en tantos signos que necesitamos para concretizar ese amor, pero el amor a la Patria va más allá que el culto reverente que damos a esos signos.
Dios, Patria y Familia
La flor de liz es el signo de los scouts de todo el mundo. Es un lirio de tres hojas que representan esos tres valores en los que esos niños y jóvenes son formados: Dios, Patria y Familia. El que cultiva esos tres valores es un ser realizado y pleno, da sentido a su vida y es un factor de bienestar para los que lo rodean.
No debemos identificar la Patria con el Estado que nos gobierna, ni con el sistema económico en que vivimos, esos pueden cambiar, pero el valor de Patria permanece.
Ni siquiera podemos decir que la Patria la constituyen las circunstancias de raza, idioma, fe que se practica o cultura recibida de los mayores, porque en estos tiempos nuestra sociedad se ve enriquecida con aportaciones de las diferentes razas, religiones, lenguas y culturas de aquellos con los que nos toca vivir.
Los que tenemos una misma Patria estamos unidos por nuestra historia que se sigue escribiendo día a día, por nuestra cultura que recibe las aportaciones de otras culturas y por el respeto y la tolerancia entre nosotros.
Los niños aprenden a amar a su Patria si los padres de familia los enseñan a conocer y a amar a su país.
En el hogar deben lucirse los signos patrios con orgullo, sobre todo en las fiestas patrias. En la oración familiar, no olvidemos pedir a Dios por nuestra Patria.
Amamos a la Patria …
Si amamos y respetamos a nuestra familia.
Si nos unimos a nuestros vecinos para buscar el bien común.
Si colaboramos para hacer más digno nuestro barrio.
Si amamos nuestro pueblo o ciudad.
Si nos interesamos en todo nuestro país.
Si conocemos nuestra historia.
Si nos sentimos orgullosos de nuestra cultura y tratamos de conservarla y darla a conocer.
Si cumplimos con responsabilidad lo que nos toca hacer para el bien de los demás.
Si somos respetuosos de nuestros símbolos patrios y si participamos con respeto en las ceremonias cívicas.