Me
llamó la atención oír a un padre de familia esta frase: “Le doy gracias
infinitas al cielo porque hay en mi familia un niño especial”. Al
pedirle que me explicara esta reacción que parece, a primera vista,
algo extraña, me dijo que su hijo, con Síndrome de Down, ha dado mucho
a todos los de la casa, muchísimo más de lo que ellos le han dado.
Me explicó que, gracias a ese niño su familia se había unido, sea
porque cuando era muy niño requería, especiales atenciones, sea porque
todos se hicieron más conscientes de tener que ayudarse mutuamente,
unas veces para ayudarle a llenar los globos de aire y otras veces para
vestirlo elegantemente cuando iban juntos a una fiesta. Me platicó de
cómo llegan a pelearse para ver quién debía ocuparse de él.
Me quedé pensando: los niños con estas características ni siquiera
deberían de llamarse así. Todos sabemos que desarrollan cualidades
especiales como mecanismos que compensan sus deficiencias. Los hombres
juzgamos, a veces, con superficialidad. Y pensamos que sólo los hijos
que no dan molestias son los ideales. Olvidamos que lo más importante
en esta vida es el amor. Por eso, es excepcionalmente provechoso tener
una persona con graves deficiencias en nuestro hogar, porque nos da la
oportunidad de amar más y mejor.
|