Mientras hacía un programa de televisión con un sacerdote exorcista, le pregunté sobre la eficacia de la Medalla de San Benito para disuadir al mal de todo asedio y mantenerlo alejado de quien la trae consigo; me abrí la camisa y le mostré, por debajo de la corbata, mi medalla de plata, grande. El Padre Mendoza Pantoja, a su vez, sacó de la bolsa una medalla grandísima, casi del tamaño de una tortilla, y la mostró sobre la mesa. Entonces le pregunté -¿de plano tan grande Padre?- y él me respondió -apenas ¿eh? apenas así-.
La medalla de San Benito no es un amuleto, es todo un sacramental, que como los demás sacramentales, son “signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida” (Catecismo #1667 y Canon 1166).
Esta medalla tiene un poder grandísimo sobre el mal. En un lado tiene la imagen de San Benito Abad, pero en el otro muestra la cruz redentora de Cristo-Jesús, símbolo de nuestra salvación. Las fuerzas del mal rehúyen la cruz, y con ella, también rehúyen esta medalla. Sobre la Cruz, y también a su alrededor, se leen fácilmente las iniciales de lo que es una oración de exorcismo.
El significado de las iniciales, en latín, es el siguiente: “Crux Sancti Patris Benedicti. Crux Sancta Sit Mihi Dux. Vade Retro Satana Numquam Suade Mihi Vana Sunt Mala Quae Libas Ipse Venena Bibas”.
El texto, traducido al español, significa: “Cruz del santo Padre Benito. La Santa Cruz sea mi luz, no sea el demonio mi guía. ¡Apártate Satanás! No sugieras cosas vanas, maldad es lo que brindas, bebe tú mismo el veneno”.
A quienes la llevamos con nosotros, esta medalla nos recuerda la presencia constante y protectora de Dios, y las letras del texto de la oración de exorcismo nos hacen saber que la victoria sobre el demonio proviene de la cruz de Jesucristo, que es luz y guía que se opone al veneno y a la maldad del demonio, por eso no la llevamos como superstición para apartar a los malos espíritus, sino porque nos ayuda a tomar conciencia de que es por la presencia de nuestro Señor Jesucristo, además de vivir en gracia, como habremos de mantener alejado al diablo y sus tentaciones, porque donde está la gracia divina no se puede aproximar el demonio. Sin embargo el combate contra las tentaciones no falta porque el demonio quiere cerrarnos el camino hacia Dios, es entonces cuando la medalla de san Benito resulta de utilidad para invitarnos a la oración, a hacer la señal de la cruz, la invocación al Señor, a la Virgen María, a los santos y al Ángel de la Guarda. Ya lo dice san Pablo: “Si Cristo conmigo… ¿quién contra mí?
El poder de esta medalla se conoció gracias a una investigación en Baviera en 1647. Resulta que en Natternberg, unas mujeres que fueron investigadas por hechiceras, en el proceso declararon que no habían podido dañar a la abadía benedictina de Metten, porque estaba protegida por el signo de la Santa Cruz. La indagación llegó al monasterio y se encontraron pintadas antiguas representaciones de esta cruz con la inscripción que acompaña a la medalla, la que ya he explicado. Pero las letras no pudieron ser interpretadas, hasta que, en un manuscrito de la biblioteca, coloreado en el mismo monasterio de Metten en 1414, y conservado hoy en la Biblioteca Estatal de Munich, se vio una imagen de San Benito con las palabras que las describen. Un manuscrito anterior, del siglo XIV y procedente de Austria, que se encuentra en la biblioteca de Wolfenbüttel, parece haber sido el origen de la imagen y del texto. El Papa Benedicto XIV la aprobó en 1742 y la fórmula de su bendición se incorporó al Ritual Romano.
San Benito de Nursia nació en el año de 480, fundó la Orden de los Benedictinos y murió en el 547. Su cuerpo reposa en la abadía benedictina de Montecassino. Su biógrafo, San Gregorio Magno, cuenta que un vaso que contenía veneno se quebró cuando San Benito hizo la señal de la cruz sobre él y así se salvó de ser envenenado.
A esta historia yo le agrego que si el Padre Pedro Mendoza Pantoja, sacerdote exorcista, trae la medalla en su bolsa, y yo la traigo al cuello, ¿usted qué espera para alejar al mal de manera tan práctica y efectiva?