Pasar al contenido principal

La Inquisición de mito a realidad

La Inquisición de mito a realidad

Jesús Colina

«La petición de perdón que debe hacer la Iglesia por los pecados de sus hijos a través de la Historia, en particular en el caso la Inquisición, exige conocer con rigor científico los hechos tal y como fueron», considera Juan Pablo II. En respuesta a esta convicción profunda del Santo Padre, lanzada para preparar el gran Jubileo del año 2000, la Santa Sede convocó, a finales de 1998, a historiadores universalmente reconocidos de todos los credos en un Simposio Internacional acerca de esos tribunales eclesiásticos. El pasado 15 de junio fueron presentadas, en la Sala de Prensa de la Santa Sede, las Actas de aquel Congreso. Para el Papa se trata de un acontecimiento tan importante que, con este motivo, escribió una Carta especial, leída ante los periodistas por el cardenal Roger Etchegaray, ex Presidente del Comité para el gran Jubileo del año 2000, en la que presenta la actitud con la que la Iglesia debe repasar las páginas de Historia del cristianismo, desde la institución de los primeros inquisidores, por parte del Papa Gregorio IX (12271241), hasta la abolición del último de estos tribunales eclesiásticos, el español, en 1834.

«Ante la opinión pública, la imagen de la Inquisición representa de alguna forma un símbolo de antitestimonio y escándalo. ¿En qué medida esta imagen es fiel a la realidad?», se pregunta el Papa; y advierte después: «Antes de pedir perdón es necesario conocer exactamente los hechos, y reconocer las carencias ante las exigencias evangélicas en los casos en que sea así». Por este motivo, el obispo de Roma instituyó, para preparar a la Iglesia al cambio de milenio, una Comisión histórico teológica del Comité para el gran Jubileo del año 2000, a la que le encomendó esta tarea, y en la que puso al frente a su teólogo de confianza, el actual cardenal Georges Cottier, dominico, teólogo de la Casa Pontificia. «La verdad no se impone de otra manera sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas. Los hijos de la Iglesia deben revisar con espíritu arrepentido la aquiescencia manifestada, especialmente en algunos siglos, con métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad. Este espíritu de arrepentimiento comporta el firme propósito de buscar en el futuro caminos de testimonio evangélico de la verdad». Las Actas del Simposio Internacional La Inquisición, volumen de 783 páginas, editadas por la Biblioteca Apostólica Vaticana –según aclaró el cardenal Cottier, en su presentación–, sirven para que los teólogos puedan tener elementos de respuesta a preguntas como: ¿Qué significa la paradoja: la Iglesia santa comprende en su seno a los pecadore s ? «Es obvio –aclaró el purpurado suizo– que una petición de perdón sólo puede afectar a hechos verdaderos y reconocidos objetivamente. No se pide perdón por algunas imágenes difundidas a la opinión pública, que forman parte más del mito que de la realidad».

El libro ha sido coordinado por Agostino Borromeo, experto en Inquisición y Presidente del Instituto Italiano de Estudios Ibéricos, quien, en la rueda de pren sa, constató que, «hoy por hoy, los historiadores ya no utilizan el tema de la Inquisición como instrumento para defender o atacar a la Iglesia. A diferencia de lo que antes sucedía, el debate se ha trasladado a nivel histórico, con estadísticas serias. Esto se debe al gran paso adelante que supuso la apertura de los archivos secretos de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antiguo Santo Oficio), ordenada por Juan Pablo II en 1998, en donde se encuentra una base documental amplísima». La Inquisición en España –explicó Borromeo recogiendo datos publicados por las Actas– celebró, entre 1540 y 1700, 44.674 juicios. Los acusados condenados a muerte constituyeron el 1,8%; de ellos, el 1,7% fueron condenados en contuma c i a, es decir, no pudieron ser ajusticiados por estar en paradero desconocido, y en su lugar se quemaba o ahorcaba a muñecos. La cacería de brujas fue mucho más salvaje en el centro y norte de Europa, muchas veces en zonas que acogieron la Reforma. De los 125.000 procesos de su historia, la Inquisición española condenó a la muerte a 59 brujas. En Italia, fueron 36; y en Portugal, 4. «Si sumamos estos datos –reveló el historiador, citando fuentes ofrecidas por las Actas–, no se llega ni siquiera a un centenar de casos, contra las 50.000 personas condenadas a la hoguera, en su mayoría por los tribunales civiles, durante la Edad Moderna. Proporcionalmente, las matanzas de brujas más numerosas tuvieron lugar en Suiza (se quemaron a 4.000, en una población aproximada de un millón de habitantes); Polonia, Lituania (unas 10.000, en una población de 3.400.000); Alemania (25.000, en una población de 16.000.000); y Dinamarca Noruega (unas 1.350, en una población de 970.000).

Borromeo alentó a los investigadores a profundizar en la gran masa de fuentes históricas que ahora son consultables, para superar definitivamente, por una parte, la leyenda negra creada contra la Inquisición en países protestantes, y, por otra, la apologética católica propagandista que surgió como reacción.