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La igualdad

 
Isabel la Católica

El 12 de octubre de 1492 el marino genovés Cristóbal Colón, al servicio de los reyes de España, descubrió América abriendo la puerta al encuentro de dos mundos. Pero no fue un encuentro muy afortunado para los habitantes del “nuevo mundo”, que se vieron invadidos por los del “viejo mundo”, cegados por la ambición y con una sed insaciable de riqueza y poder. La tecnología de la Europa moderna se impuso a aquellas culturas apenas en desarrollo y truncaron su crecimiento. Sobre la justicia y el derecho se impuso la fuerza que dio razón a quienes no la tenían.

España estrenaba apenas su propia liberación de los invasores que la habían ocupado durante ocho siglos; estrenaba también su unidad al depositar en dos reyes, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, el mando absoluto sobre la península. Pero España quería ser un reino con leyes justas y eso llevó a Isabel la Católica a dictar, antes de su muerte, leyes benévolas para sus nuevos súbditos de aquellas tierras conquistadas y por conquistar.

La reina mandó un trato humanitario a los naturales de aquellas tierras, prohibiendo su esclavitud y exigiendo que los esclavos fueran liberados y regresados a su tierra. Prohibió también que se les privara de su bienes. En aquella época, estas leyes fueron un modelo de justicia y una proclamación de la igualdad entre los indios y los blancos. Pero la ambición humana encontró tortuosos caminos para disfrazar la esclavitud como encomiendas, y los conquistadores se convirtieron en amos de vidas y haberes, frenados apenas por los misioneros que llegaron a estas tierras movidos por intereses más humanitarios.

La desigualdad continúa

A 500 años y pico del descubrimiento, la historia de nuestro continente es también la historia de la desigualdad y de la explotación del más débil por el más fuerte. Los antiguos señores y dueños de la tierra son ahora los desposeídos y los echados a un lado del camino hacia la dignidad.

América Latina sigue siendo propiedad de unos cuantos, poquísimos, que atesoran, comen y desperdician el pan hecho con el sudor de los pobres. La desigualdad, hoy, ya no es sólo racial, es también cultural y social.

Caminos hacia la igualdad

Hay hechos históricos que marcan un camino hacia la igualdad. Nuestros héroes de la Independencia proclamaron la abolición de la esclavitud en la que vivían los negros traídos de África. México, ya independiente, desconoció los títulos nobiliarios y declaró en sus leyes la igualdad entre todos sus habitantes y entre hombres y mujeres. En el siglo pasado, las mujeres pudieron votar y al paso de los años las hemos visto ocupar dignamente casi todos los cargos de elección popular.

Los ciudadanos conscientes luchan todos los días para que no haya impunidad, corrupción e influyentismo en nuestra sociedad.

Tenemos que reconocer que el quinto poder, los medios de comunicación, han dado un gran impulso a nuestro caminar hacia la igualdad, pero ¡nos falta mucho camino por recorrer!

Nos falta

Necesitamos planes efectivos y honrados de desarrollo económico que incluyan la instrucción, la salud y la vivienda para las zonas más pobres de nuestra tierra. Nos falta una mayor participación en el gobierno. Nos falta igualdad en las oportunidades de crecimiento para hombres y mujeres. Urge extirpar la corrupción que ha impregnado nuestra cultura “hasta el tuétano”. Tenemos leyes y justa, pero nos falta cumplirlas.

Piedrita en el camino a la igualdad

 Dejemos de hacer menos a quienes tienen un color diferente de piel. 

 No hagamos que se sientan mal nuestros hermanos que no hablan nuestro idioma. 

 No permitamos expresiones denigrantes como “vieja el último”, “pareces niña”, “mujer al volante, peligro constante”. 

 Dejemos de sobrevalorar a las personas, incluso a las cosas, sólo porque son extranjeras. 

 Interesémonos en conocer a los indios no sólo en los libros, sino en el trato franco, justo y equitativo; conozcamos su vida y no sólo sus artesanías. 

 A los turistas los tratamos bien, hasta servilmente, porque nos traen dólares, pero, ¿cómo tratamos a los habitantes pobres de los países hermanos que pasan por nuestra tierra en busca de una vida mejor? 

 Para los católicos, hacer menos a una persona es una ofensa a Dios mismo. Todos somos iguales a los ojos de Dios.