La mujer debe conocer la diferencia natural de percepción del hombre y de la mujer. Debe conocer muy bien la diferencia entre ser usada (mujer-objeto: “qué buena estás”) y ser amada (qué guapa eres). La mujer tiene gracia, salero, habilidad, arte y condiciones para emplear la moda como medio de limpieza en la sociedad.
Independientemente de la religión o creencia que cada una tenga, hay criterios que valen para todas las personas por el hecho de serlo. Mikel Gotzon dice: “La sexualidad es la expresión corporal de nuestra capacidad de amar, de entregarnos a otra persona y de recibir su entrega. La libertad y la capacidad de amar son lo más grande e íntimo que tiene la persona. Por eso la sexualidad, en la medida en que es su expresión corporal, afecta al hombre de manera íntima y profunda, tanto para bien como para mal” (Saber amar con el cuerpo, 5-6).
Entregar el alma quiere decir entregar la totalidad de la vida y esta entrega total de la persona implica la entrega del cuerpo porque mi cuerpo soy yo, no una cosa externa, algo que yo uso, soy yo mismo. Es un error que el cuerpo es una cosa que se tiene en uso, como un coche; el cuerpo es parte de mi intimidad: soy yo, cuerpo y alma. La intimidad se extiende también al aspecto corporal.
La tendencia espontánea a proteger la intimidad de las miradas extrañas envuelve el cuerpo y el alma. El cuerpo no se muestra de cualquier manera, como no se muestran los sentimientos más íntimos de cualquier manera.
Por lo que se refiere a la sensualidad, a diferencia de la mujer, en la experiencia masculina el saber y el sentir están más disociados. “La mujer no siente ese tirón automático de la carne ante el cuerpo de un hombre. El hombre sí lo siente ante el cuerpo de la mujer (...). El varón tiende espontáneamente a fijarse en los aspectos meramente carnales, en lo que la mujer tiene de objeto (...). La mujer vive su sexualidad de un modo más íntimo y completo, por tanto la conexión entre alma y cuerpo es más intensa en la sexualidad femenina. No así el varón, quien puede experimentar el simple valor sexual del cuerpo de una mujer, totalmente al margen de su afectividad o de su valor personal” (Mikel Gotzon).
Desafortunadamente con la moda actual, la imagen de la mujer-madre ha cambiado por la de la mujer-objeto. Una moda ligera, atrevida, lleva a presentar al cuerpo como simple objeto apetitoso, destaca lo sexual y desaparece el carácter personal.
La guarda de la intimidad corporal en la moda actual queda desprotegida. Un vestido que subraye el sexo contribuye a encubrir el valor de la persona y resalta su valor como objeto de placer. Un varón se puede expresar así de dos mujeres: “Qué guapa es”, o “qué buena está”.
Muchas veces la mujer no tiene en cuenta la psicología del varón, y lo exalta sin tener la intención de hacerlo, pues su sensualidad está más acentuada. En la mujer, por el contrario, la afectividad supera a la sensualidad. Es por ello más susceptible de descubrir los valores de la persona, y menos consciente de la sensualidad y de su orientación natural hacia los hombres. Y esto es lo que puede hacer difícil para la mujer el pudor, al no encontrar en sí misma una sensualidad tan fuerte como la del varón.
El desafío es ir contra corriente pues la sociedad nos grita que hemos de ser una chica materialista, y así, vendernos, entregarnos al mejor postor; pero eso no nos hace felices. La mujer desea amar y ser amada, y no sólo deseada, y menos ser como una prenda que dice“usese y tírese”.
Por otro lado está la urbanidad, que ayuda a que las relaciones entre las personas sean más fáciles, más justas, más humanas. Sirven también en el ámbito profesional. En ocasiones, estos usos pueden responder a convencionalismos y, por tanto, son modificables. Pero, por lo general, el cuidado de las formas tiene sentido como un modo de defender el fondo: comportarse con corrección. La pérdida, o el simple descuido de este patrimonio de la humanidad, está llevando a un deterioro de la misma sociedad.