Una amiga me contó que en Inglaterra encienden la televisión y –como por arte de magia- encuentran un programa tras otro sobre brujería o ciencias ocultas. Los programas con tema siniestro y de brujería han proliferado. Entre ellas está Buffy, que es una brujita que lucha contra los vampiros. Otros programas sacan a un simpático dragón –animal lleno de simbolismo-, o buscan algo extraño que hay “allá afuera” ¿Es esto sólo una diversión...?
No hay nada nuevo en las historias de fantasmas y brujas; son parte de su folklore. Mirar o leer historias de miedo tiene su encanto, y gusta porque se sabe que es temporal, que aquello se acaba, tarde o temprano.
Lo que da más miedo que cualquier cuento de espantos, es que ciertos jóvenes y niños toman esas historias como si fueran valiosos objetos de estudio. Empiezan a jugar a la ouija, conjuran a ciertas personas y llaman a los malos espíritus.
Así como existe el bien también existe el mal. ¿Es inteligente llamar a los espíritus del mal viendo como ya la humanidad corre hacia su perdición?
Las brujas y los brujos piensan que pueden tomar el control de la vida de los demás a través de poderes ocultos, y casi siempre ejercen su influencia en personas vulnerables.
Jugar con la ouija, cuando es un juego del que se sabe muy poco y del que se dicen cosas extrañas, no suena sensato para el ciudadano de hoy. Pregúntese a usted mismo de dónde proviene esa “ciencia”. ¿Confía en ella? ¿No juega un juego demasiado peligroso?
Cuando una persona empieza a involucrarse con la brujería y las ciencias ocultas, cambia su personalidad. Así le sucedió a una conocida mía de trece años. Catalina era una chica abierta y alegre. Empezó a hacerse amiga de un grupo que jugaba con la ouija y echaban maldiciones a las personas que les desagradaban. Poco a poco fue dejando a sus antiguas amigas y ya no se le veía alegre ni con la mirada limpia, hasta que una maestra la tomo por su cuenta y la orientó sobre esos juegos.
Lo oculto es mucho más fuerte de lo que imaginamos, más fuerte que todo poder que los humanos podemos tener de modo natural. Los brujos muchas veces juegan con poderes que los sobrepasan y que no pueden manejar a su antojo.
La Didaché es un escrito de autor desconocido, que recibe este nombre por la primera palabra inicial de su título completo: (Didaché ton dódeka Apostolón). Es el documento cristiano más antiguo. Procede del año 70/75 d.C., da a conocer las formas más primitivas de catequesis moral, explica cómo vivir.
“He aquí el segundo precepto de la Doctrina : No matarás; no cometerás adulterio; no prostituirás a los niños, ni los inducirás al vicio; no robarás; no te entregarás a la magia, ni a la brujería; no harás abortar a la criatura engendrada en la orgía, y después de nacida no la harás morir. No desearás los bienes de tu prójimo, ni perjurarás, ni dirás falso testimonio; no serás maldiciente, ni rencoroso; no usarás de doblez ni en tus palabras, ni en tus pensamientos, puesto que la falsía es un lazo de muerte. Que tus palabras, no sean ni vanas, ni mentirosas. No seas raptor, ni hipócrita, ni malicioso, ni dado al orgullo, ni a la concupiscencia. No prestes atención a lo que se diga de tu prójimo. No aborrezcas a nadie; reprende a unos, ora por los otros, y a los demás, los amarás más que a tu propia alma”.
Dice claramente: “no te entregarás a la magia, ni a la brujería”. Si aceptaste a Cristo ponlo en tu mente, piensa como Él. Las estrellas no van a definir tu vida, eso es incapacidad de orientar la propia vida, es tener mente mágica. La vida depende de nuestras decisiones, no de los astros; eso es anticuado, primitivo... Vivimos con la tecnología del siglo XXI y con mentalidad precristiana cuando creemos en fatalismos.
En el capítulo V hace un resumen del camino que conduce a la muerte:
He aquí el camino que conduce a la muerte: ante todo has de saber que es un camino malo, que está lleno de maldiciones. Su término es el asesinato, los adulterios, la codicia, la fornicación, el robo, la idolatría, la práctica de la magia y de la brujería. El rapto, el falso testimonio, la hipocresía, la doblez, el fraude; la arrogancia, la maldad, la desvergüenza; la concupiscencia, el lenguaje obsceno, la envidia, la presunción, el orgullo, la fanfarronería (...).
Es posible leer el texto completo en algún libro sobre los Padres Apostólicos o en el libro de José Vives, Los Padres de la Iglesia , Ed. Herder, Barcelona 2002.