En amistad somos expertos
Me puse a preguntar a algunas personas qué era para ellas la amistad y todas me dieron definiciones muy hermosas entre las que destacó aquella que dice que la amistad es confiar en alguien. Parece ser que
la confiabilidad es una nota esencial en el amigo. Y entonces le pregunté a un señor que sabe mucho de eso de la amistad y miren lo que me contestó:
“La amistad es paciente, es amable; la amistad no es envidiosa, no presume, no se engríe; es decorosa; no es interesada ni se enoja; no toma en cuenta lo malo; no se alegra con la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa, Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. La amistad no pasa nunca”. (1 Cor 13, 4-8) “Ah, qué chiste, eso es de San Pablo”, me dirán ustedes y tienen toda la razón; es el himno a la caridad que no es otra cosa que la amistad. Pero todavía hay otra opinión más autorizada de un personaje que es el mejor Amigo que nuestra historia recuerda; Él dice: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 16, 13) ¡Sí! Lo dice nuestro Señor Jesucristo y Él sabe ser amigo y demuestra su amistad con hechos, no sólo con palabras.
Ser amigo es hacer al amigo todo el bien...
Nos quejamos de que en nuestro mundo ya nadie sabe ser amigo. Puede ser, pero más bien nos toca quejarnos de que ¡nosotros no sabemos ser amigos! Y, si eso es cierto, está a nuestro alcance remediarlo.
La amistad no es otra cosa que el cariño que sentimos hacia una persona y que hace que procuremos su bien. Hay amistades naturales, como las que surgen de los lazos familiares, y que son fáciles de cultivar aunque a veces las descuidamos mucho por el egoísmo siempre presente en nuestras acciones; hay también otras amistades a las que podríamos llamar “obligadas” que son las que surgen del compañerismo en la escuela o el trabajo, o por la vecindad, o por el trato frecuente dictado por las necesidades de la vida. Todas esas son buenas amistades y se siente cariño por ellas. Es nuestro círculo de amigos.
Finalmente, hay otra amistad muy especial con alguna o algunas personas, no muchas, con las que nos identificamos tan plenamente que a veces hasta decimos de ellos que son “mi otro yo”. Con ellos nos sentimos a gusto y nos comprendemos perfectamente.
¿Se puede definir esa amistad?
Yo pienso que no, simplemente esa amistad se vive. Esos amigos, muchas veces no encajan en las definiciones dictadas por el romanticismo porque son seres comunes y corrientes, llenos de defectos humanos que, sin embargo, no impiden esa comunicación tan especial entre dos personas que se quieren. Si los queremos, ellos son nuestros amigos; si además, ellos nos quieren, a lo mejor, son nuestros mejores amigos.
La amistad es necesaria, No podemos vivir sin amigos. Es vital amar y ser amado. Esta necesidad normalmente la suple la amistad natural
surgida de la familia, pero ese hermoso círculo familiar necesita ampliarse para enriquecer nuestra vida. ¡y para enriquecer la de otros! Porque nuestra amistad es un verdadero tesoro. La soledad hace daño. El no tener amigos y el creer que no se pueden tener, termina por enfermar el alma. La amistad alienta, anima, fortalece y cura los males del alma.
¡Cuánta seguridad te da el saber que cuentas con un amigo en cualquier momento! ¿Y cómo se le hace para tener amigos? ¿Cómo se le hace para aprender a nadar? ¡Pues metiéndose al agua!
La única forma de tener amigos es abrirse a los demás, ser amable y servicial. Los lugares que normalmente frecuentamos por las obligaciones de nuestra vida diaria son las minas donde, buscando, podremos encontrar una buena amistad que será como una pepita de oro. Pero nada impide que seamos aventureros y experimentemos en otros ambientes, buenos, donde podremos encontrar personas con gustos afines a los nuestros.
Para cultivar la amistad...
Las amistades son valiosas, exigen que echemos raíces en un domicilio. Cuando nos cambiamos de casa sacrificamos muchas relaciones buenas.
La amistad exige tiempo. Ser amigo es tener tiempo.
Tu amistad vale mucho si eres capaz de escuchar y no sólo de hablar.
No hay barreras para la amistad. Ni la edad, ni la religión, ni los ideales políticos, ¡ni el idioma! impiden ser amigos.
Es muy cierto que en la cárcel y en la enfermedad se conocen los amigos. Podríamos añadir que también en la pobreza.
“La amistad viene de Dios y a Dios debe volver”.