Desde hace varios años han circulado rumores de la supuesta "necesaria renuncia" del Papa Juan Pablo II, ya que, según han afirmado esas voces, él está completamente acabado. Lo cierto es que su incansable vitalidad, no sólo no ha disminuido, sino que ha encontrado nuevas variantes de actividad apostólica, continuando con una impresionante agenda de viajes, incluido el último realizado a fines de septiembre del 2001 a Kazajistán, república casi vecina de Afganistán, no importándole su seguridad personal ante el inminente ataque armado de los Estados Unidos a este último país.
Quienes han creído en la "conveniencia" de que el Papa deje el pontificado, no entienden la dimensión espiritual de la Iglesia Católica, ni el papel que los creyentes sabemos que Dios le encomienda a los sucesores de San Pedro. Esas voces de mal agüero han tenido cada año una sorpresa, gracias a la espiritualidad y empuje de Juan Pablo II.
Los que formamos la Iglesia, buscando la unión que Cristo mandó; "que todos sean uno, Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean uno en nosotros" (Juan 17, 21), sabemos que el Santo Padre no es un miembro cualquiera de nuestra Iglesia, ni siquiera el obispo más importante, sino mucho más, es el representante de Cristo en la tierra, su Vicario, encargado de guiar, unida y con seguridad, la barca de la Iglesia.
Los Católicos tenemos fe en las palabras de Cristo; "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (La Iglesia)" (Mateo 16, 18). Estamos seguros que el Santo Padre, mientras el Señor lo mantenga con vida, contará con la ayuda del Espíritu Santo a fin de guiar, de la mejor manera, a nuestra Iglesia.
Juan Pablo II no sólo ha sido el líder más carismático y respetado de los últimos tiempos, sino que continúa teniendo la admiración y confianza, no sólo de católicos, sino de muchos otros grupos, religiosos o no. Él ha pasado de ser un enérgico y vital papa a un líder mundial indiscutible por su integridad a toda prueba, un venerado anciano lleno de sabiduría, con una lucidez y autoridad moral de primer orden.
Hace días inventaron que el Papa está tan anciano que ya no camina por los corredores del Vaticano, sino que lo hace en una silla eléctrica. Sabemos, de fuente cierta, que Juan Pablo II sigue caminando y no existe tal silla ¡Los que se preocupan por dañar su figura ya no encuentran qué mentiras publicar! Pero si amamos a la Iglesia y al Papa no debemos preocuparnos por ese tipo de rumores.
Aún si fuese cierto que el Papa utilizase una silla eléctrica para moverse, los católicos sabemos que quien lo sostiene no es la tecnología humana, sino la gracia de Dios que, con su Espíritu Santo, dirige la Iglesia. No tenemos por qué inquietarnos respecto de la salud del Santo Padre, sino debemos orar a Dios para que le siga sosteniendo en pro del bien de la Iglesia y del mundo, hasta que Él decida llevárselo. Entonces, desde el Cielo, la influencia e intercesión de Juan Pablo II, será todavía mayor.
¡Bendice Señor a tu siervo, nuestro queridísimo Papa Juan Pablo II!
¡Que la luz de tu Espíritu Santo siga guiando sus pasos de venerado anciano!