Homofobia: aversión o rechazo hacia los homosexuales. Eso es lo que dice el diccionario. Estrictamente hablando, fobia es un temor irracional, de carácter injustificado, del cual el sujeto no se puede liberar; pero también se aplica el término a una aversión apasionada., como ocurre en este caso.
El Secretariado Diocesano para la Pastoral de los Laicos (SEDPAL) me pidió participar en un panel sobre homofobia en su desayuno-taller de mayo, en el que se reunieron unos 300 representantes de diversos movimientos y organizaciones de laicos. Hice un primer borrador rechazando la homofobia y hablando a favor del respeto y el amor a las personas con problemas de homosexualidad, pero luego me fui dando cuenta de que existe otra interpretación del termino homofobia que es altamente explosivo y que se usa para manipular y presionar a la sociedad.
Homofobia en sentido literal
Desgraciadamente, es cierto: las personas homosexuales sufren rechazos, injusticias, ataques y burlas por buena parte de la sociedad, incluso en el seno de sus propias familias. Una vez leí el testimonio de un hombre homosexual que afirmaba que es más fácil que la sociedad acepte a un narcotraficante o a un ladrón de saco y corbata que a un homosexual. Y he visto padres de familia desolados cuando descubren la inclinación sexual de su hijo o hija, como si fuera lo peor que podía haberles ocurrido. Uno de ellos me confió, incluso, que habría preferido enterarse de que su hijo padecía una enfermedad mortal.
Los católicos no somos mejores. Quiero creer que por ignorancia hay quien dice que la Iglesia no puede aceptar a los homosexuales, siendo que la Iglesia dice que deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Ésta afirma también, en su catecismo, que «mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, [las personas con tendencias homosexuales] pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana». Y, pese a ser tan claro, muchos cristianos rechazan a los homosexuales, consideran que están en pecado por el mero hecho de tener esas tendencias —no hacen la necesaria separación de la persona con tendencias homosexuales y los actos homosexuales—, y hablan mal de ellos en lo general y en lo particular.
Pese a lo que afirman algunos defensores de los derechos de los gays, las tendencias homosexuales no se eligen. No hay ningún momento en la vida en la que el chico o la chica se detengan a decidir si se van a sentir atraídos por hombres o por mujeres. Sencillamente, es algo que un día descubren, con frecuencia con angustia. Generalmente lo callan, lo ocultan durante mucho tiempo.
Imaginemos la situación: una persona con tendencias homosexuales, con enormes confusiones en su interior, sintiendo angustia ante la atracción que le provocan personas de su propio sexo y las emociones que esto le provoca. Le dicen —como vimos, equivocadamente— que la Iglesia la rechaza (esta parte es muy dolorosa para muchas personas). Su familia, si no le ha dado la espalda, está dolida, azorada y confundida. Muchos amigos y compañeros la evitan, la marginan. Se siente sola. Por todos lados escucha chistes y comentarios humillantes para los homosexuales. ¿Quién le ofrece compañía, amistad y comprensión a esta persona? Otras personas con tendencias homosexuales. Pero también se pueden acercar a ella para seducirla, para invitarla a bares, para sumarla a la causa de los gays. Al sentirse rechazada y con falta de un apoyo sano y de una adecuada orientación, la persona homosexual puede convencerse de que no hay alternativas, de que tiene que aceptarse como es y buscar su felicidad a través de las relaciones homosexuales. El daño de la homofobia es devastador.
Homofobia en sentido demagógico
Ahora resulta que para diversos grupos activistas defensores de los derechos de los gays la homofobia es también el rechazo hacia sus ideas y propuestas. Por ejemplo, pese a respetar, acoger e incluso ser amiga de homosexuales, una persona puede ser homofóbica, según la causa gay, por razones como estas:
* Rechazar el que los homosexuales se casen. Es decir, creer que el matrimonio solamente es posible entre un hombre y una mujer.
* No estar de acuerdo en que las parejas de homosexuales adopten niños o los tengan por inseminación artificial. Creer que los niños necesitan tener un padre y una madre para lograr su sano desarrollo, lo que se ve como un no respeto por los derechos de los homosexuales a tener hijos y, por lo tanto, algo homofóbico.
* Sentir asco o repulsión no por la persona homosexual, sino por los actos homosexuales.
* Creer que los géneros se construyen a partir de la sexualidad biológica (ser genéticamente hombre o mujer) y no meramente a través de la cultura, y que por tanto hay solamente dos sexos, y no cinco, lo que es una no aceptación de la homosexualidad como algo natural, y quiere ser visto como una falta de respeto hacia el derecho de elegir las preferencias sexuales de los homosexuales.
Hay que decir, por justicia, que muchos homosexuales no están de acuerdo con la posición de estos defensores de los derechos gays. Es más, algunos hacen la distinción: «soy homosexual, no gay».
¿Qué es lo que hay en el fondo de todo esto? Necesitamos ser menos ingenuos y buscar más en el fondo. Estamos en una cultura de muerte. Atacar a la familia natural es un signo más de esto. Lo que nos toca, entonces, es hacer propuestas de vida. Eso incluye acoger a las personas homosexuales con respeto, compasión y delicadeza. No hay excepciones en el mandamiento de amarnos unos a otros como Jesús nos ama.