Homilía Domingo
de Ramos, Siclo C
En el
pórtico de la Semana Santa
1. Domingo de Ramos en la pasión del Señor
es el título litúrgico de este domingo que abre
solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las
Palmas y de la pasión, de la entrada de Jesús en
Jerusalén y la liturgia de la palabra que evoca la
Pasión del Señor, con los acentos inconfundibles del
Evangelio de Lucas, este año. Se entrecruzan las dos
tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta
celebración : la alegre, multitudinaria, festiva
liturgia de la iglesia madre de la ciudad santa, que se
convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo
en Jerusalén, y la austera memoria - anamnesis - de la
pasión que marcaba la liturgia de Roma. Liturgia de
Jerusalén y de Roma, juntas en nuestra celebración. Con
una evocación que no puede dejar de ser actualizada.
2. Vamos con el
pensamiento a Jerusalén, subimos al monte de los olivos
para recalar en la capilla de Betfagé, que nos recuerda
el gesto de Jesús, gesto profético, que entra como Rey
pacífico, Mesías aclamado primero y condenado después,
para cumplir en todo las profecías. Aquello fue una
entrada mesiánica, casi provocadora. Por un momento la
gente revivió la esperanza de tener ya consigo, de forma
abierta y sin subterfugios aquel que venía en el nombre
del Señor. Al menos así lo entendieron los más
sencillos, los discípulos y gente que acompañó a
Jesús, como un Rey. Lucas no habla de olivos ni palmas,
sino de gente que iba alfombrando el camino con sus
vestidos, como se recibe a un Rey, gente que gritaba :
Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz
en el cielo y gloria en lo alto. Palabras con una
extraña evocación de las mismas que anunciaron el
nacimiento del Señor en Belén a los más humildes.
Jerusalén, desde el siglo IV, en el esplendor de su vida
litúrgica celebraba este momento con una procesión
multitudinaria. Y la cosa gustó tanto a los peregrinos
que Occidente dejó plasmada en esta procesión de ramos
una de las más bellas celebraciones de la Semana Santa.
Hoy el Papa, haciendo de
este domingo la jornada mundial de la juventud, en las
iglesias locales, con el mensaje de la evangelización,
actualiza el misterio y encomienda a los jóvenes, como
antaño, la proclamación de Cristo como Rey y Señor a
este mundo nuestro, postmoderno y dormido, reticente y
postcristiano, un mundo que pasa de Mesías y de grandes
ideales. Que no condenaría quizá a Cristo a la muerte,
sino que lo dejaría y lo deja caer en el olvido. Y sin
embargo un mundo que necesita ser salvado de sus
ignorancias y de sus pecados, de sus deficiencias y de
sus ideales de bajo rango. Un mundo que tiene que ser
evangelizado de nuevo, es decir despertado con una
noticia de gozo, la del Evangelio de la vida, la de una
experiencia rica y llena de esperanza como la que Jesús
nos trae, él que es el Rey y Señor, el que ha venido en
el nombre del Padre. El mensajero humilde y manso de la
paz.
Paz para tí, en este
día, Jerusalén y para todos tus habitantes. Paz para
todos en el nombre del Señor. Si todos tus habitantes
Jerusalén, hubieran acogido a Jesús, hoy serías de
veras la ciudad santa de la paz. Y hacia mirarían como
al centro de la tierra todos los pueblos, atraídos por
Cristo, el Rey de la Paz.
3. Con la liturgia de Roma
entramos en la pasión y anticipamos la proclamación del
misterio, con las palabras del Evangelio de Lucas. Con un
gran contraste entre el camino triunfante del Cristo del
Domingo de Ramos y el viacrucis de los días santos.
Recuerdos de los últimos momentos de la vida de Jesús
narrados con el cariño de un diario de amigos o con la
precisión de un proceso. El momento de la pascua y de la
institución de la Eucaristía, el huerto de los olivos
con sudores de sangre, las traición de Judas y la
negación de Pedro, la condena del Sinedrín, de Herodes
y de Pilatos, el camino de la Cruz y la agonía, el
perdón de los enemigos y la salvación del buen ladrón,
la muerte sellada por Lucas con una oración llena de
confianza: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Este es el evangelio, esta
la nueva noticia, el contenido de la nueva
evangelización. Desde una paradoja este mundo que parece
tan autónomo, necesita que se le anuncie el misterio de
la debilidad de nuestro Dios en la que se demuestra el
culmen de su amor. Como lo anunciaron los primeros
cristianos con estas narraciones largas y detallistas de
la pasión de Jesús. Era el anuncio del amor de un Dios
que baja con nosotros hasta el abismo de lo que no tiene
sentido, del pecado y de la muerte, del absurdo grito de
Jesús en su abandono y en su confianza extrema. Era un
anuncio al mundo pagano tanto más realista cuanto con
él se podía medir la fuerza de la Resurrección.
La liturgia de las palmas
anticipa en este domingo, llamado pascua florida, el
triunfo de la resurrección. La lectura de la pasión nos
invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la
Pasión gloriosa y amorosa de Cristo el Señor.