Fuente: Mujer Nueva
No tendré que insistir en que estas diferencias no son de altura,
de nivel o calidad. Ni el hombre ni la mujer son superiores el uno al
otro. Son diversos.
Un hombre tiene su energía vital concentrada mientras la mujer la
tiene mucho más dispersa. El hombre funciona por sacudidas, la mujer
por constancia. Así un hombre podrá cambiar en una mañana todos los
muebles de una casa para, a continuación, sentarse a leer el periódico
sin que nadie ose molestarle. Una mujer puede estarse doce o quince
horas con pequeñas ocupaciones sin darse un respiro.
El hombre hace una cosa detrás de la otra y la mujer es capaz de
hacer cinco cosas a la vez, con el riesgo de dar tanta importancia a
los detalles que pierde lo esencial.
Para la mujer todo es urgente y muy pocas cosas son importantes.
Nadie como ella es capaz de resolver los acontecimientos imprevistos.
Así son ellos:
El hombre es más cerebral. Su pensamiento discierne de forma lineal
planteándose unas premisas y llegando a sus conclusiones. No sabe mover
un dedo sin saber porqué. Le interesan los datos escuetos con el menor
número de adornos. Se siente atraído por las ideas. Son su motor. No
obstante, como se maneja muy bien en ese mundo de las abstracciones,
puede confundir a veces ideas y realidad.
Así son ellas
La mujer es eminentemente intuitiva. Ve las cosas y las personas
desde el interior. Piensa con el corazón, eso la lleva a comprender a
los demás sabiendo captar los sentimientos y deseos. Sabe buscar a las
personas que hay detrás de cada hecho. Pregunta antes quién se ha caído, que qué se ha hecho.
Su viva imaginación le permite reconstruir escenas y situaciones ante
los acontecimientos con gran penetración y golpe de vista. Esa
imaginación la lleva a valorar los hechos según la resonancia interior
que le producen y a proyectarse en ellos. La herida del golpe del niño
le duele a ella.
Más sobre el hombre
El hombre se siente atraído por la magnificencia, por la causa que
es preciso servir. La realidad inmediata le sirve menos que las grandes
corrientes de pensamiento y las perspectivas de futuro.
Aunque no tenga una actividad intelectual, desea conocer por dónde
va el mundo. La mujer quizá no lee todos los días el periódico, pero
hace la historia. Precisamente porque la vida es primariamente vida
cotidiana y sobre ese fondo acontece todo lo demás, ha podido decir
Julián Marías que la historia tiene coherencia, no es un disparate,
porque la mujer durante milenios ha restablecido la normalidad.
El hombre difícilmente modifica una decisión después de tomarla. Se
fija más bien en las tareas que en las personas y por ello defiende con
tenacidad sus puntos de vista.
El hombre es agresivo, arrollador, tajante. Intenta vencer sin
convencer. Sabe menos de tácticas y estrategias, cuando busca algo
traza la línea recta como la más corta entre dos puntos. No sabe
triangular. La mujer es más refinada, más acogedora y, en definitiva,
más hábil. Conoce sus fuerzas, calcula sus oportunidades.
El hombre trata de vencer y la mujer trata de agradar. La mujer es
más cambiante, más rica en matices, más adaptable a las circunstancias.
La técnica del camaleón la utiliza con habilidad y certeza. De aquí que
sea tan importante en el hombre escuchar más que hablar y traducir más
que escuchar. Es de la máxima utilidad para el hombre que se elabore a
lo largo de los años un buen diccionario.
Necesitará recurrir a él para traducir que, cuando su mujer se
desvanece con un suspiro de cansancio por el ajetreo de un día muy
cargado, aquella fatiga no se resuelve con una cómoda tertulia después
de la cena, sino con una salida a cenar a un restaurante que se
encuentra a veinte kilómetros.
El hombre alcanzando un éxito profesional se asegura, se llena de
fuerza y le desborda la satisfacción. Lo da todo por lograr una meta,
por el triunfo sobre una dificultad. A la mujer le hace feliz la
satisfacción que su trabajo produce en los demás. El trabajo mecánico
le deprime y todo lo que significa relación con las personas le atrae.
Pero ella sabe poner ilusión en lo pequeño, mientras que el hombre no
ha descubierto que también lo menudo es hermoso.
Cuando una mujer se queja de que el hombre no cuenta en casa sus
problemas profesionales no ha caído en la cuenta de que ése es un
comportamiento estanco para él. Además no sabe expresarse, habla con
monosílabos o frases sin sentido concreto.
La mujer necesita hablar de lo que ha hecho. Sea cual sea el precio
de las tarifas telefónicas, es comunicativa y expresiva. Está deseando
que el marido llegue a casa para contarle las cosas de los
niños, de los vecinos, de los parientes. Le gustaría que su marido
expresase más satisfacción por esa comida, aquella flor y traduce con un mal diccionario la falta de delicadeza como la falta de cariño.
|