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“Estudiando” en el extranjero

Una de las mayores ilusiones para muchos estudiantes es poder estudiar en otro país y de paso conocer mundo, lo cual siempre sirve para regresar con un cierto prestigio, por aquello del fenómeno conocido como “malinchismo”. Pues bien, no todos los que van a estudiar fuera realmente estudian, como lo comenta una señora quien tuvo la oportunidad de ir a estudiar a Italia, con su hija, joven universitaria, durante cuatro meses.

“Encontré que Florencia es un sitio muy popular para estudiantes. Sobre todo de los Estados Unidos, los cuales parecieran estar por primera vez en libertad de consumir alcohol. Yo estudiaba en una escuela de idiomas (diferente de la de mi hija), tenía clases todas las mañanas y la mayoría de mis compañeros eran jóvenes. El promedio de edad era de 21 años. Tomaba clases con gente de Turquía, Japón, Dinamarca, Suecia, Francia, Suiza, Estados Unidos, Escocia, Inglaterra, etc.

“Las fiestas de los jóvenes duran fácilmente hasta las 6 o 7 de la mañana. Por supuesto que varios de ellos no se presentaban a clases al día siguiente. El ausentismo en clases es muy alto. Por comentarios de los mismos alumnos, no tenían idea de a dónde habían ido después de cierta hora, ni de cómo llegaron finalmente a sus casas. La mayoría de estos jóvenes viven fuera de sus casas, y la familia para casi todos es algo que no tiene sentido. Las excepciones fueron un muchacho de Turquía y una chica de Escocia.

“Muchos jóvenes tienen demasiada libertad, y acceso al alcohol. A los maestros les ha tocado ayudar a muchachas que les llaman diciendo: “estoy en Alemania, no tengo un centavo, ni pasaporte, anoche fui a una fiesta y no tengo ni idea de cómo vine a dar aquí”. ¡Después, los papás se quejan con la escuela de que no hay supervisión!

“Con respecto al grupo de amigos de mi hija, la mayoría eran mexicanos. Lo que puedo decir es que los papás creemos que con que tengan celular y se comuniquen, todo está bien. Acerca de dónde están realmente y qué están haciendo no tenemos ni idea. Y esto aplica también a los hijos que viven con nosotros en casa.

“Por lo que me enteré, a veces, cuando están en alguna reunión, deciden irse en grupo a esquiar o a pasear a alguna otra ciudad o a las playas, y en cuanto amanece alargan el viaje a otros lugares sin ningún problema, y como los papás suelen contactarlos por medio del teléfono celular, lo más seguro es que ni se enteren dónde andan sus hijos”.

Cada día está más arraigada la idea de que “los jóvenes tienen derecho a divertirse”, y para ello “se vale todo”. Personalmente me parece que estas dos afirmaciones no deben tomarse de forma absoluta, pues en la medida que crecen han de ganarse algunos derechos y, no todo se vale.

El mundo se ha dedicado a ofrecerles -por motivos mercantilistas, claro está- un catálogo de placeres muy atractivos. Lo malo es que son los mismos padres quienes pagan ese estilo de vida, primero con su dinero y después sufriendo las consecuencias de haber fomentado el egoísmo de sus hijos. Por mi parte felicito sinceramente a quienes sí estudian en el extranjero, y en casa.