Ya
tienes todo preparado: los anillos, el salón, las flores, el vestido,
las invitaciones y hasta los boletos para la Luna de Miel, y te
preguntas: ¿Me falta algo?
Estás preparado para la mejor experiencia de tu vida: Estar con quien amas, ¡por fin solos...!
La
semana pasada platicaba con una amiga que acaba de cumplir un mes de
casada. Ella estaba muy preocupada pues pensaba que tenía un problema
con su sexualidad. No se explicaba cómo el sueño de las sábanas de
satín, con la champaña y la música suave, no resultó como ella
esperaba. A final de cuentas no oyó campanitas, tampoco fue como se ve
en las películas.
Se
oyen muchos mitos acerca de la luna de miel. Con frecuencia se habla de
experiencias fabulosas, y las hay: el hecho de comenzar una vida en
común, de compartir, de estar solos, es maravilloso, sin embargo la
ignorancia hace que algunos experimenten frustración respecto a sus
primeras experiencias de intimidad, sobre todo por la cortina de humo
que se hace alrededor de este tema. Pocos admiten públicamente que no
es como Hollywood lo presenta, y esto ocasiona confusión en no pocas
parejas.
Lo
que mi amiga vivió, es la experiencia de muchos hombres y mujeres:
idealizan demasiado sobre lo que será, pero la realidad es que las
estrellas no van a bajar y el cielo no se va a poner color rosa.
La
sexualidad, como toda forma de expresión, requiere de un proceso, en el
que es necesario aprender el lenguaje con el que se va a comunicar, y
no se trata tanto de un laboratorio para disfrutar más, sino mas bien
de una actitud por parte de ambos que se refleja en todos los aspectos
de la vida matrimonial que recién comienza. Para tener una vida sexual
plena, se requiere de los mismos ingredientes que el matrimonio para
ser feliz al paso del tiempo:
- Estar dispuesto a entregarse al otro para hacerlo feliz,
así es como se encontrará la verdadera felicidad. Cuando uno de los dos
se centra en si mismo en lugar de centrarse en el otro, tanto en la
intimidad como en las demás situaciones de la vida en común, terminan
en conflicto. Si el hombre es poco delicado y sólo piensa en satisfacer
su impulso sexual, la mujer se sentirá utilizada; si ella se cierra a
la posibilidad de la entrega, por miedo, por inexperiencia, él se
sentirá frustrado.
- Expresar el interior.
Con frecuencia tendemos a quedarnos en la superficie. Lo que hace plena
la vida de la pareja, no es lo que se encuentra en el exterior -la
casa, los bienes, las comodidades- sino lo interior. Lo mismo sucede en
la vida sexual, cuando lo que se comunica en la intimidad sólo es la
entrega de dos cuerpos, se puede experimentar placer, pero vacío,
mientras que cuando en la unión conyugal se entregan mutuamente en su
totalidad, este acto hace el amor de la pareja más fuerte.
- Apertura a. Hacia el otro,
para comunicarle lo que sentimos, lo que queremos, lo que nos gusta y
lo que no nos gusta, y apertura para acoger lo que el otro nos expresa,
su forma particular de expresar el amor. b. Apertura a terceros,
ya que el matrimonio que se encierra en sí, se convierte en el juego de
dos egoísmos que se alimentan mutuamente y que terminan por destruirse.
En la vida sexual ocurre lo mismo, la consecuencia natural de la
intimidad sexual es la vida, el miedo ante la posibilidad de un
embarazo limita la entrega.
- Ternura.
No todo es pasión, ni darle rienda suelta al impulso, son necesarios
los gestos de amor, de cariño que dan sentido a la entrega física. La
mujer necesita de ternura, de delicadeza, de cariño como preparación
para la entrega física, y el hombre debe saberlo, y por su parte, el
hombre requiere de la ternura de la mujer para descubrir el sentido
auténtico de la intimidad.
- Respeto.
Reconociendo el valor del otro a quien amamos y a quien sólo queremos
hacer feliz, y respetando sus tiempos, sus reservas, sus gustos.
- Paciencia.
Para descubrirse el uno al otro. Nuestro estilo de vida es acelerado, y
tendemos a esperar resultados inmediatos. El amor conyugal tiene sus
tiempos, y va madurando al paso de los años. La intimidad sexual
requiere también del conocimiento de la respuesta sexual masculina y
femenina, que normalmente no es simultánea; la mujer requiere de más
tiempo, y el hombre necesita saber esperar. El preocuparse mucho por
qué tanto placer se obtiene resulta contraproducente. Se ha visto que
las parejas que se obsesionan por este aspecto, tardan más en
acoplarse. La vida sexual de la pareja tiene también su ritmo. Las
mejores experiencias vendrán con el tiempo.
La
pareja puede experimentar cierta tensión, es normal. Es importante
tocar el tema, hablar de sus expectativas, de sus miedos, de sus dudas,
y sobre todo tomar conciencia que la luna de miel es sólo el principio,
y que hay mucho que disfrutar juntos, que descubrir el uno del otro,
mucho que compartir, y que la vida matrimonial que apenas comienza
requiere de una gran decisión para aceptar el reto de hacer feliz al
otro para toda la vida.
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