«Pero viendo a las multitudes sintió entrañable compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas como ovejas sin pastor» (Mt 9,36).
Jesús ante las multitudes siente compasión. Envía a sus Apóstoles a evangelizar predicando el Reino de Dios. En la actualidad sigue manifestando esa «compasión» y llama a algunos jóvenes al sacerdocio para que los hombres no estén como ovejas sin pastor.
El sacerdocio es una vocación en la que Dios es quien llama y elige. El joven que siente ese llamado, al responder libremente, se realiza plenamente como persona, cumpliendo una misión especial que Dios le encomienda: ser «luz de las gentes», «sal de la tierra» y puente entre Dios y los hombres.
El sacerdote es un «embajador de Cristo, de modo que Dios mismo habla por medio de él» (2Co 5,20). Las acciones que lleva a cabo en el ejercicio de su ministerio, no son privadas, las realiza en el nombre de Cristo en favor de toda la comunidad eclesial.
La finalidad del sacerdocio es anunciar la palabra de Díos a todos los hombres, para que en su diario caminar, descubran y hagan vida el mensaje que Jesús vino a predicar. La vida de un sacerdote se caracteriza por una entrega gratuita de sí mismo a los demás y una actitud de servicio sin límites. Su estado de vida le exige ser «modelo de los creyentes: en la palabra, en la conducta, en la caridad, en la fe y en la pureza de vida» (1Tim 4,12).
La misión del sacerdote es muy importante y es por eso que se necesita de una oración constante por parte de la comunidad, para que su vocación se actualice diariamente con firmeza y autenticidad, no decaiga ante las dificultades y mantenga su espíritu de entrega y servicio.
Juan Pablo II exhorta a los jóvenes diciendo: "Enamoraos de Jesucristo para vivir su misma vida, de manera que nuestro mundo pueda tener vida en la luz del evangelio... Dejaos seducir por el Eterno, repitiendo la palabra del antiguo profeta "Me has seducido Señor..., me has tomado y me has podido" (Jer 20,7}».
El Orden Sacerdotal