|
SEGUNDA PARTE
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
CAPÍTULO TERCERO
LOS SACRAMENTOS AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
ARTÍCULO 6
EL SACRAMENTO DEL ORDEN
1536 El Orden es el sacramento gracias al cual la
misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia
hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico.
Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.
(Sobre la
institución y la misión del ministerio apostólico por Cristo ya se ha tratado
en la primera parte. Aquí sólo se trata de la realidad sacramental mediante la
que se transmite este ministerio)
I El nombre de sacramento del Orden
1537 La
palabra Orden designaba, en la antigüedad romana, cuerpos constituidos en
sentido civil, sobre todo el cuerpo de los que gobiernan. Ordinatio designa la
integración en un ordo. En la Iglesia hay cuerpos constituidos que la
Tradición, no sin fundamentos en la Sagrada Escritura (cf Hb 5,6; 7,11; Sal
110,4), llama desde los tiempos antiguos con el nombre de taxeis (en griego), de
ordines (en latín): así la liturgia habla del ordo episcoporum, del ordo presbyterorum, del ordo diaconorum. También reciben este nombre de ordo otros
grupos: los catecúmenos, las vírgenes, los esposos, las viudas...
1538 La
integración en uno de estos cuerpos de la Iglesia se hacía por un rito llamado ordinatio, acto religioso y litúrgico que era una consagración, una bendición
o un sacramento. Hoy la palabra ordinatio está reservada al acto sacramental
que incorpora al orden de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos y
que va más allá de una simple elección, designación, delegación o
institución por la comunidad, pues confiere un don del Espíritu Santo que
permite ejercer un "poder sagrado" (sacra potestas; cf LG 10) que
sólo puede venir de Cristo, a través de su Iglesia. La ordenación también es
llamada consecratio porque es un "poner a parte" y un
"investir" por Cristo mismo para su Iglesia. La imposición de manos
del obispo, con la oración consecratoria, constituye el signo visible de esta
consagración.
II El sacramento del Orden en la economía de la
salvación
El
sacerdocio de la Antigua Alianza
1539 El pueblo elegido fue constituido por Dios
como "un reino de sacerdotes y una nación consagrada" (Ex 19,6; cf Is
61,6). Pero dentro del pueblo de Israel, Dios escogió una de las doce tribus,
la de Leví, para el servicio litúrgico (cf. Nm 1,48-53); Dios mismo es la
parte de su herencia (cf. Jos 13,33). Un rito propio consagró los orígenes
del sacerdocio de la Antigua Alianza (cf Ex 29,1-30; Lv 8). En ella los
sacerdotes fueron establecidos "para intervenir en favor de los hombres
en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los
pecados" (Hb 5,1).
1540 Instituido para anunciar la palabra de Dios (cf Ml
2,7-9) y para restablecer la comunión con Dios mediante los sacrificios y la
oración, este sacerdocio de la Antigua Alianza, sin embargo, era incapaz de
realizar la salvación, por lo cual tenía necesidad de repetir sin cesar los
sacrificios, y no podía alcanzar una santificación definitiva (cf. Hb 5,3;
7,27; 10,1-4), que sólo podría alcanzada por el sacrificio de Cristo.
1541 No obstante, la liturgia de la Iglesia ve en el
sacerdocio de Aarón y en el servicio de los levitas, así como en la
institución de los setenta "ancianos" (cf Nm 11,24-25),
prefiguraciones del ministerio ordenado de la Nueva Alianza. Por ello, en el
rito latino la Iglesia se dirige a Dios en la oración consecratoria de la
ordenación de los obispos de la siguiente manera:
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo...has establecido
las reglas de la Iglesia: elegiste desde el principio un pueblo santo,
descendiente de Abraham , y le diste reyes y sacerdotes que cuidaran del
servicio de tu santuario...
1542 En la ordenación de presbíteros, la Iglesia ora:
Señor, Padre Santo...en la Antigua Alianza se fueron
perfeccionando a través de los signos santos los grados del
sacerdocio...cuando a los sumos sacerdotes, elegidos para regir el pueblo, les
diste compañeros de menor orden y dignidad, para que les ayudaran como
colaboradores...multiplicaste el espíritu de Moisés, comunicándolo a los
setenta varones prudentes con los cuales gobernó fácilmente un pueblo
numeroso. Así también transmitiste a los hijos de Aarón la abundante
plenitud otorgada a su padre.
1543 Y en la oración consecratoria para la ordenación
de diáconos, la Iglesia confiesa:
Dios Todopoderoso...tú haces crecer a la Iglesia...la
edificas como templo de tu gloria...así estableciste que hubiera tres
órdenes de ministros para tu servicio, del mismo modo que en la Antigua
Alianza habías elegido a los hijos de Leví para que sirvieran al templo, y,
como herencia, poseyeran una bendición eterna.
El único sacerdocio de Cristo
1544 Todas las prefiguraciones del sacerdocio de la
Antigua Alianza encuentran su cumplimiento en Cristo Jesús, "único
mediador entre Dios y los hombres" (1 Tm 2,5). Melquisedec,
"sacerdote del Altísimo" (Gn 14,18), es considerado por la
Tradición cristiana como una prefiguración del sacerdocio de Cristo, único
"Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec" (Hb 5,10; 6,20),
"santo, inocente, inmaculado" (Hb 7,26), que, "mediante una
sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los
santificados" (Hb 10,14), es decir, mediante el único sacrificio de su
Cruz.
1545 El sacrificio redentor de Cristo es único,
realizado una vez por todas. Y por esto se hace presente en el sacrificio
eucarístico de la Iglesia. Lo mismo acontece con el único sacerdocio de
Cristo: se hace presente por el sacerdocio ministerial sin que con ello se
quebrante la unicidad del sacerdocio de Cristo: "Et ideo solus Christus
est verus sacerdos, alii autem ministri eius" ("Y por eso sólo
Cristo es el verdadero sacerdote; los demás son ministros suyos", S.
Tomás de A. Hebr. VII, 4).
Dos modos de participar en el único sacerdocio de Cristo
1546 Cristo, sumo sacerdote y único mediador, ha hecho
de la Iglesia "un Reino de sacerdotes para su Dios y Padre" (Ap 1,6;
cf. Ap 5,9-10; 1 P 2,5.9). Toda la comunidad de los creyentes es, como tal,
sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal a través de su
participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo,
Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del Bautismo y de la
Confirmación los fieles son "consagrados para ser...un sacerdocio
santo" (LG 10)
1547 El sacerdocio ministerial o jerárquico de los
obispos y de los presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles,
"aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados
el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único
sacerdocio de Cristo" (LG 10). ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio
común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida
de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio
ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de
la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los medios por
los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es
transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden.
In persona Christi Capitis...
1548 En el servicio eclesial del ministro ordenado es
Cristo mismo quien está presente a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo,
Pastor de su rebaño, sumo sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la
Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en virtud del
sacramento del Orden, actúa "in persona Christi Capitis" (cf LG 10;
28; SC 33; CD 11; PO 2,6):
El ministro posee en verdad el papel del mismo Sacerdote,
Cristo Jesús. Si, ciertamente, aquel es asimilado al Sumo Sacerdote, por la
consagración sacerdotal recibida, goza de la facultad de actuar por el poder
de Cristo mismo a quien representa (virtute ac persona ipsius Christi) (Pío
XII, enc. Mediator Dei)
"Christus est fons totius sacerdotii; nan sacerdos
legalis erat figura ipsius, sacerdos autem novae legis in persona ipsius
operatur" ("Cristo es la fuente de todo sacerdocio, pues el
sacerdote de la antigua ley era figura de EL, y el sacerdote de la nueva ley
actúa en representación suya" (S. Tomás de A., s.th. 3, 22, 4).
1549 Por el ministerio ordenado, especialmente por el
de los obispos y los presbíteros, la presencia de Cristo como cabeza de la
Iglesia se hace visible en medio de la comunidad de los creyentes. Según la
bella expresión de San Ignacio de Antioquía, el obispo es typos tou
Patros, es imagen viva de Dios Padre (Trall. 3,1; cf Magn. 6,1).
1550 Esta presencia de Cristo en el ministro no debe
ser entendida como si éste estuviese exento de todas las flaquezas humanas,
del afán de poder, de errores, es decir del pecado. No todos los actos del
ministro son garantizado s de la misma manera por la fuerza del Espíritu
Santo. Mientras que en los sacramentos esta garantía es dada de modo que ni
siquiera el pecado del ministro puede impedir el fruto de la gracia, existen
muchos otros actos en que la condición humana del ministro deja huellas que
no son siempre el signo de la fidelidad al evangelio y que pueden dañar por
consiguiente a la fecundidad apostólica de la Iglesia.
1551 Este sacerdocio es ministerial. "Esta
Función, que el Señor confió a los pastores de su pueblo, es un verdadero
servicio" (LG 24). Está enteramente referido a Cristo y a los hombres.
Depende totalmente de Cristo y de su sacerdocio único, y fue instituido en
favor de los hombres y de la comunidad de la Iglesia. El sacramento del Orden
comunica "un poder sagrado", que no es otro que el de Cristo. El
ejercicio de esta autoridad debe, por tanto, medirse según el modelo de
Cristo, que por amor se hizo el último y el servidor de todos (cf. Mc
10,43-45; 1 P 5,3). "El Señor dijo claramente que la atención prestada
a su rebaño era prueba de amor a él" (S. Juan Crisóstomo, sac. 2,4;
cf. Jn 21,15-17).
“En nombre de toda la Iglesia”
1552 El sacerdocio ministerial no tiene solamente por
tarea representar a Cristo –Cabeza de la Iglesia– ante la asamblea de los
fieles, actúa también en nombre de toda la Iglesia cuando presenta a Dios la
oración de la Iglesia (cf SC 33) y sobre todo cuando ofrece el sacrificio
eucarístico (cf LG 10).
1553 "En nombre de toda la Iglesia",
expresión que no quiere decir que los sacerdotes sean los delegados de la
comunidad. La oración y la ofrenda de la Iglesia son inseparables de la
oración y la ofrenda de Cristo, su Cabeza. Se trata siempre del culto de
Cristo en y por su Iglesia. Es toda la Iglesia, cuerpo de Cristo, la que ora y
se ofrece, per ipsum et cum ipso et in ipso, en la unidad del Espíritu Santo,
a Dios Padre. Todo el cuerpo, caput et membra, ora y se ofrece, y por eso
quienes, en este cuerpo, son específicamente sus ministros, son llamados
ministros no sólo de Cristo, sino también de la Iglesia. El sacerdocio
ministerial puede representar a la Iglesia porque representa a Cristo.
III
Los tres grados del sacramento del Orden
1554 "El ministerio eclesiástico, instituido por
Dios, está ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los
nombres de obispos, presbíteros y diáconos" (LG 28). La doctrina
católica, expresada en la liturgia, el magisterio y la práctica constante de
la Iglesia, reconocen que existen dos grados de participación ministerial en
el sacerdocio de Cristo: el episcopado y el presbiterado. El diaconado está
destinado a ayudarles y a servirles. Por eso, el término "sacerdos"
designa, en el uso actual, a los obispos y a los presbíteros, pero no a los
diáconos. Sin embargo, la doctrina católica enseña que los grados de
participación sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el grado de servicio
(diaconado) son los tres conferidos por un acto sacramental llamado
"ordenación", es decir, por el sacramento del Orden:
Que todos reverencien a los diáconos como a Jesucristo,
como también al obispo, que es imagen del Padre, y a los presbíteros como
al senado de Dios y como a la asamblea de los apóstoles: sin ellos no se
puede hablar de Iglesia (S. Ignacio de Antioquía, Trall. 3,1)
La ordenación episcopal, plenitud del sacramento del Orden
1555 "Entre los diversos ministerios que existen
en la Iglesia, ocupa el primer lugar el ministerio de los obispos que, que a
través de una sucesión que se remonta hasta el principio, son los
transmisores de la semilla apostólica" (LG 20).
1556 "Para realizar estas funciones tan sublimes,
los Apóstoles se vieron enriquecidos por Cristo con la venida especial del
Espíritu Santo que descendió sobre ellos. Ellos mismos comunicaron a sus
colaboradores, mediante la imposición de las manos, el don espiritual que se
ha transmitido hasta nosotros en la consagración de los obispos" (LG
21).
1557 El Concilio Vaticano II "enseña que por la
consagración episcopal se recibe la plenitud del sacramento del Orden.
De hecho se le llama, tanto en la liturgia de la Iglesia como en los Santos
Padres, `sumo sacerdocio' o `cumbre del ministerio sagrado'" (ibid.).
1558 "La consagración episcopal confiere, junto
con la función de santificar, también las funciones de enseñar y
gobernar... En efecto...por la imposición de las manos y por las palabras de
la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y queda marcado con
el carácter sagrado. En consecuencia, los obispos, de manera eminente y
visible, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, y
actúan en su nombre (in eius persona agant)" (ibid.). "El Espíritu
Santo que han recibido ha hecho de los obispos los verdaderos y auténticos
maestros de la fe, pontífices y pastores" (CD 2).
1559 "Uno queda constituido miembro del Colegio
episcopal en virtud de la consagración episcopal y por la comunión
jerárquica con la Cabeza y con los miembros del Colegio" (LG 22). El
carácter y la naturaleza colegial del orden episcopal se manifiestan,
entre otras cosas, en la antigua práctica de la Iglesia que quiere que para
la consagración de un nuevo obispo participen varios obispos (cf ibid.). Para
la ordenación legítima de un obispo se requiere hoy una intervención
especial del Obispo de Roma por razón de su cualidad de vínculo supremo
visible de la comunión de las Iglesias particulares en la Iglesia una y de
garante de libertad de la misma.
1560 Cada obispo tiene, como vicario de Cristo, el
oficio pastoral de la Iglesia particular que le ha sido confiada, pero al
mismo tiempo tiene colegialmente con todos sus hermanos en el episcopado la
solicitud de todas las Iglesias: "Mas si todo obispo es propio
solamente de la porción de grey confiada a sus cuidados, su cualidad de
legítimo sucesor de los apóstoles por institución divina, le hace
solidariamente responsable de la misión apostólica de la Iglesia" (Pío
XII, Enc. Fidei donum, 11; cf LG 23; CD 4,36-37; AG 5.6.38).
1561 Todo lo que se ha dicho explica por qué la
Eucaristía celebrada por el obispo tiene una significación muy especial como
expresión de la Iglesia reunida en torno al altar bajo la presidencia de
quien representa visiblemente a Cristo, Buen Pastor y Cabeza de su Iglesia (cf
SC 41; LG 26).
La ordenación de los presbíteros - cooperadores de los
obispos
1562 "Cristo, a quien el Padre santificó y envió
al mundo, hizo a los obispos partícipes de su misma consagración y misión
por medio de los Apóstoles de los cuales son sucesores. Estos han confiado
legítimamente la función de su ministerio en diversos grados a diversos
sujetos en la Iglesia" (LG 28). "La función ministerial de los
obispos, en grado subordinado, fue encomendada a los presbíteros para que,
constituidos en el orden del presbiterado, fueran los colaboradores del Orden
episcopal para realizar adecuadamente la misión apostólica confiada por
Cristo" (PO 2).
1563 "El ministerio de los presbíteros, por estar
unido al Orden episcopal, participa de la autoridad con la que el propio
Cristo construye, santifica y gobierna su Cuerpo. Por eso el sacerdocio de los
presbíteros supone ciertamente los sacramentos de la iniciación cristiana.
Se confiere, sin embargo, por aquel sacramento peculiar que, mediante la
unción del Espíritu Santo, marca a los sacerdotes con un carácter especial.
Así quedan identificados con Cristo Sacerdote, de tal manera que puedan
actuar como representantes de Cristo Cabeza" (PO 2).
1564 "Los presbíteros, aunque no tengan la
plenitud del sacerdocio y dependan de los obispos en el ejercicio de sus
poderes, sin embargo están unidos a éstos en el honor del sacerdocio y, en
virtud del sacramento del Orden, quedan consagrados como verdaderos sacerdotes
de la Nueva Alianza, a imagen de Cristo, sumo y eterno Sacerdote (Hb 5,1-10;
7,24; 9,11-28), para anunciar el Evangelio a los fieles, para
dirigirlos y para celebrar el culto divino" (LG 28).
1565 En virtud del sacramento del Orden, los
presbíteros participan de la universalidad de la misión confiada por Cristo
a los apóstoles. El don espiritual que recibieron en la ordenación los
prepara, no para una misión limitada y restringida, "sino para una
misión amplísima y universal de salvación `hasta los extremos del
mundo'" (PO 10), "dispuestos a predicar el evangelio por todas
partes" (OT 20).
1566 "Su verdadera función sagrada la ejercen
sobre todo en el culto o en la comunión eucarística. En ella,
actuando en la persona de Cristo y proclamando su Misterio, unen la ofrenda de
los fieles al sacrificio de su Cabeza; actualizan y aplican en el sacrificio
de la misa, hasta la venida del Señor, el único Sacrificio de la Nueva
Alianza: el de Cristo, que se ofrece al Padre de una vez para siempre como
hostia inmaculada" (LG 28). De este sacrificio único, saca su fuerza
todo su ministerio sacerdotal (cf PO 2).
1567 "Los presbíteros, como colaboradores
diligentes de los obispos y ayuda e instrumento suyos, llamados para servir al
Pueblo de Dios, forman con su obispo un único presbiterio, dedicado a
diversas tareas. En cada una de las comunidades locales de fieles hacen
presente de alguna manera a su obispo, al que están unidos con confianza y
magnanimidad; participan en sus funciones y preocupaciones y las llevan a la
práctica cada día" (LG 28). Los presbíteros sólo pueden ejercer su
ministerio en dependencia del obispo y en comunión con él. La promesa de
obediencia que hacen al obispo en el momento de la ordenación y el beso de
paz del obispo al fin de la liturgia de la ordenación significa que el obispo
los considera como sus colaboradores, sus hijos, sus hermanos y sus amigos y
que a su vez ellos le deben amor y obediencia.
1568 "Los presbíteros, instituidos por la
ordenación en el orden del presbiterado, están unidos todos entre sí por la
íntima fraternidad del sacramento. Forman un único presbiterio especialmente
en la diócesis a cuyo servicio se dedican bajo la dirección de su
obispo" (PO 8). La unidad del presbiterio encuentra una expresión
litúrgica en la costumbre de que los presbíteros impongan a su vez las
manos, después del obispo, durante el rito de la ordenación.
La ordenación de los diáconos, “en orden al ministerio”
1569 "En el grado inferior de la jerarquía están
los diácon os, a los que se les imponen las 'para realizar un servicio y no
para ejercer el sacerdocio'" (LG 29; cf CD 15). En la ordenación al
diaconado, sólo el obispo impone las manos , significando así que el
diácono está especialmente vinculado al obispo en las tareas de su
"diaconía" (cf S. Hipólito, trad. ap. 8).
1570 Los diáconos participan de una manera especial en
la misión y la gracia de Cristo (cf LG 41; AA 16). El sacramento del Orden
los marco con un sello (carácter) que nadie puede hacer desaparecer y
que los configura con Cristo que se hizo "diácono", es decir, el
servidor de todos (cf Mc 10,45; Lc 22,27; S. Policarpo, Ep 5,2). Corresponde a
los diáconos, entre otras cosas, asistir al obispo y a los presbíteros en la
celebración de los divinos misterios sobre todo de la Eucaristía y en la
distribución de la misma, asistir a la celebración del matrimonio y
bendecirlo, proclamar el evangelio y predicar, presidir las exequias y
entregarse a los diversos servicios de la caridad (cf LG 29; cf. SC 35,4; AG
16).
1571 Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia latina
ha restablecido el diaconado "como un grado particular dentro de la
jerarquía" (LG 29), mientras que las Iglesias de Oriente lo habían
mantenido siempre. Este diaconado permanente, que puede ser conferido a
hombres casados, constituye un enriquecimiento importante para la misión de
la Iglesia. En efecto, es apropiado y útil que hombres que realizan en la
Iglesia un ministerio verdaderamente diaconal, ya en la vida litúrgica y
pastoral, ya en las obras sociales y caritativas, "sean fortalezcan por
la imposición de las manos transmitida ya desde los Apóstoles y se unan más
estrechamente al servicio del altar, para que cumplan con mayor eficacia su
ministerio por la gracia sacramental del diaconado" (AG 16).
IV La
celebración de este sacramento
1572 La celebración de la ordenación de un obispo, de
presbíteros o de diáconos, por su importancia para la vida de la Iglesia
particular, exige el mayor concurso posible de fieles. Tendrá lugar
preferentemente el domingo y en la catedral, con una solemnidad adaptada a las
circunstancias. Las tres ordenaciones, del obispo, del presbítero y del
diácono, tienen el mismo dinamismo. El lugar propio de su celebración es
dentro de la Eucaristía.
1573 El rito esencial del sacramento del Orden
está constituido, para los tres grados, por la imposición de manos del
obispo sobre la cabeza del ordenando así como por una oración consecratoria
específica que pide a Dios la efusión del Espíritu Santo y de sus dones
apropiados al ministerio para el cual el candidato es ordenado (cf Pío XII,
const. ap. Sacramentum Ordinis, DS 3858).
1574 Como en todos los sacramentos, ritos
complementarios rodean la celebración. Estos varían notablemente en las
distintas tradiciones litúrgicas, pero tienen en común la expresión de
múltiples aspectos de la gracia sacramental. Así, en el rito latino, los
ritos iniciales - la presentación y elección del ordenando, la alo cución
del obispo, el interrogatorio del ordenando, las letanías de los santos -
ponen de relieve que la elección del candidato se hace conforme al uso de la
Iglesia y preparan el acto solemne de la consagración; después de ésta
varios ritos vienen a expresar y completar de manera simbólica el misterio
que se ha realizado: para el obispo y el presbítero la unción con el santo
crisma, signo de la unción especial del Espíritu Santo que hace fecundo su
ministerio; la entrega del libro de los evangelios, del anillo, de la mitra y
del báculo al obispo en señal de su misión apostólica de anuncio de la
palabra de Dios, de su fidelidad a la Iglesia, esposa de Cristo, de su cargo
de pastor del rebaño del Señor; entrega al presbítero de la patena y del
cáliz, "la ofrenda del pueblo santo" que es llamado a presentar a
Dios; la entrega del libro de los evangelios al diácono que acaba de recibir
la misión de anunciar el evangelio de Cristo.
V El ministro de
este sacramento
1575 Fue Cristo quien eligió a los apóstoles y les
hizo partícipes de su misión y su autoridad. Elevado a la derecha del Padre,
no abandona a su rebaño, sino que lo guarda por medio de los apóstoles bajo
su constante protección y lo dirige también mediante estos mismos pastores
que continúan hoy su obra (cf MR, Prefacio de Apóstoles). Por tanto, es
Cristo "quien da" a unos el ser apóstoles, a otros pastores (cf. Ef
4,11). Sigue actuando por medio de los obispos (cf LG 21).
1576 Dado que el sacramento del Orden es el sacramento
del ministerio apostólico, corresponde a los obispos, en cuanto sucesores de
los apóstoles, transmitir "el don espiritual" (LG 21), "la
semilla apostólica" (LG 20). Los obispos válidamente ordenados, es
decir, que están en la línea de la sucesión apostólica, confieren
válidamente los tres grados del sacramento del Orden (cf DS 794 y 802; CIC,
can. 1012; CCEO, can. 744; 747).
VI Quién
puede recibir este sacramento
1577 "Sólo el varón (vir) bautizado recibe
válidamente la sagrada ordenación" (CIC, can 1024). El Señor Jesús
eligió a hombres (viri) para formar el colegio de los doce apóstoles (cf Mc
3,14-19; Lc 6,12-16), y los apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a
sus colaboradores (1 Tm 3,1-13; 2 Tm 1,6; Tt 1,5-9) que les sucederían en su
tarea (S.Clemente Romano Cor, 42,4; 44,3). El colegio de los obispos, con
quienes los presbíteros están unidos en el sacerdocio, hace presente y
actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La Iglesia se
reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Esta es la razón por la que
las mujeres no reciben la ordenación (cf Juan Pablo II, MD 26-27; CDF decl.
"Inter insigniores": AAs 69 [1977] 98-116).
1578 Nadie tiene derecho a recibir el sacramento
del Orden. En efecto, nadie se arroga para sí mismo este oficio. Al
sacramento se es llamado por Dios (cf Hb 5,4). Quien cree reconocer las
señales de la llamada de Dios al ministerio ordenado, debe someter
humildemente su deseo a la autoridad de la Iglesia a la que corresponde la
responsabilidad y el derecho de llamar a recibir este sacramento. Como toda
gracia, el sacramento sólo puede ser recibido como un don inmerecido.
1579 Todos los ministros ordenados de la Iglesia
latina, exceptuados los diáconos permanentes, son ordinariamente elegidos
entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de
guardar el celibato "por el Reino de los cielos" (Mt 19,12).
Llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus "cosas" (cf 1 Co
7,32), se entregan enteramente a Dios y a los hombres. El celibato es un signo
de esta vida nueva al servicio de la cual es consagrado el ministro de la
Iglesia; aceptado con un corazón alegre, anuncia de modo radiante el Reino de
Dios (cf PO 16).
1580 En las Iglesias Orientales, desde hace siglos
está en vigor una disciplina distinta: mientras los obispos son elegidos
únicamente entre los célibes, hombres casados pueden ser ordenados diáconos
y presbíteros. Esta práctica es considerada como legítima desde tiempos
remotos; estos presbíteros ejercen un ministerio fructuoso en el seno de sus
comunidades (cf PO 16). Por otra parte, el celibato de los presbíteros goza
de gran honor en las Iglesias Orientales, y son numerosos los presbíteros que
lo escogen libremente por el Reino de Dios. En Oriente como en Occidente,
quien recibe el sacramento del Orden no puede contraer matrimonio.
VII Los
efectos del sacramento del Orden
El carácter indeleble
1581 Este sacramento configura con Cristo mediante una
gracia especial del Espíritu Santo a fin de servir de instrumento de Cristo
en favor de su Iglesia. Por la ordenación recibe la capacidad de actuar como
representante de Cristo, Cabeza de la Iglesia, en su triple función de
sacerdote, profeta y rey.
1582 Como en el caso del Bautismo y de la
Confirmación, esta participación en la misión de Cristo es concedida de una
vez para siempre. El sacramento del Orden confiere también un carácter
espiritual indeleble y no puede ser reiterado ni ser conferido para un
tiempo determinado (cf Cc. de Trento: DS 1767; LG 21.28.29; PO 2).
1583 Un sujeto válidamente ordenado puede ciertamente,
por causas graves, ser liberado de las obligaciones y las funciones vinculadas
a la ordenación, o se le puede impedir ejercerlas (cf CIC, can. 290-293;
1336,1, nn 3º y 5º; 1338,2), pero no puede convertirse de nuevo en laico en
sentido estricto (cf. CC. de Trento: DS 1774) porque el carácter impreso por
la ordenación es para siempre. La vocación y la misión recibidas el día de
su ordenación, lo marcan de manera permanente.
1584 Puesto que en último término es Cristo quien
actúa y realiza la salvación a través del ministro ordenado, la indignidad
de éste no impide a Cristo actuar (cf Cc. de Trento: DS 1612; 1154). S.
Agustín lo dice con firmeza:
En cuanto al ministro orgulloso, hay que colocarlo con el
diablo. Sin embargo, el don de Cristo no por ello es profanado: lo que llega
a través de él conserva su pureza, lo que pasa por él permanece limpio y
llega a la tierra fértil...En efecto, la virtud espiritual del sacramento
es semejante a la luz: los que deben ser iluminados la reciben en su pureza
y, si atraviesa seres manchados, no se mancha (Ev. Ioa. 5, 15).
La gracia del Espíritu Santo
1585 La gracia del Espíritu Santo propia de este
sacramento es la de ser configurado con Cristo Sacerdote, Maestro y Pastor, de
quien el ordenado es constituido ministro.
1586 Para el obispo, es en primer lugar una gracia de
fortaleza ("El Espíritu de soberanía": Oración de consagración
del obispo en el rito latino): la de guiar y defender con fuerza y prudencia a
su Iglesia como padre y pastor, con amor gratuito para todos y con
predilección por los pobres, los enfermos y los necesitados (cf CD 13 y 16).
Esta gracia le impulsa a anunciar el evangelio a todos, a ser el modelo de su
rebaño, a precederlo en el camino de la santificación identificándose en la
Eucaristía con Cristo Sacerdote y Víctima, sin miedo a dar la vida por sus
ovejas:
Concede, Padre que conoces los corazones, a tu siervo que
has elegido para el episcopado, que apaciente tu santo rebaño y que ejerza
ante ti el supremo sacerdocio sin reproche sirviéndote noche y día; que
haga sin cesar propicio tu rostro y que ofrezca los dones de tu santa
Iglesia, que en virtud del espíritu del supremo sacerdocio tenga poder de
perdonar los pecados según tu mandamiento, que distribuya las tareas
siguiendo tu orden y que desate de toda atadura en virtud del poder que tú
diste a los apóstoles; que te agrade por su dulzura y su corazón puro,
ofreciéndote un perfume agradable por tu Hijo Jesucristo... (S. Hipólito,
Trad. Ap. 3).
1587 El don espiritual que confiere la ordenación
presbiteral está expresado en esta oración propia del rito bizantino. El
obispo, imponiendo la mano, dice:
Señor, llena del don del Espíritu Santo al que te has
dignado elevar al grado del sacerdocio para que sea digno de presentarse sin
reproche ante tu altar, de anunciar el evangelio de tu Reino, de realizar el
ministerio de tu palabra de verdad, de ofrecerte dones y sacrificios
espirituales, de renovar tu pueblo mediante el baño de la regeneración; de
manera que vaya al encuentro de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, tu
Hijo único, el día de su segunda venida, y reciba de tu inmensa bondad la
recompensa de una fiel administración de su orden (Euchologion).
1588 En cuanto a los diáconos, "fortalecidos, en
efecto, con la gracia del sacramento, en comunión con el obispo y sus
presbíteros, están al servicio del Pueblo de Dios en el ministerio de la
liturgia, de la palabra y de la caridad" (LG 29).
1589 Ante la grandeza de la gracia y del oficio
sacerdotales, los santos doctores sintieron la urgente llamada a la
conversión con el fin de corresponder mediante toda su vida a aquel de quien
el sacramento los constituye ministros. Así, S. Gregorio Nazianceno, siendo
joven sacerdote, exclama:
Es preciso comenzar por purificarse antes de purificar a los
otros; es preciso ser instruido para poder instruir; es preciso ser luz para
iluminar, acercarse a Dios para acercarle a los demás, ser santificado para
santificar, conducir de la mano y aconsejar con inteligencia (Or. 2, 71).
Sé de quién somos ministros, donde nos encontramos y adonde nos dirigimos.
Conozco la altura de Dios y la flaqueza del hombre, pero también su fuerza
(ibid. 74) (Por tanto, ¿quién es el sacerdote? Es) el defensor de la
verdad, se sitúa junto a los ángeles, glorifica con los arcángeles, hace
subir sobre el altar de lo alto las víctimas de los sacrificios, comparte
el sacerdocio de Cristo, restaura la criatura, restablece (en ella) la
imagen (de Dios), la recrea para el mundo de lo alto, y, para decir lo más
grande que hay en él, es divinizado y diviniza (ibid. 73).
Y el santo Cura de Ars dice: "El sacerdote continua la
obra de redención en la tierra"..."Si se comprendiese bien al
sacerdote en la tierra se moriría no de pavor sino de amor"..."El
sacerdocio es el amor del corazón de Jesús".
Resumen
1590 S. Pablo dice a su discípulo Timoteo: "Te
recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición
de mis manos" (2 Tm 1,6), y "si alguno aspira al cargo de obispo,
desea una noble función" (1 Tm 3,1). A Tito decía: "El motivo de
haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y
establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené" (Tt 1,5).
1591 La Iglesia entera es un pueblo sacerdotal. Por
el bautis mo, todos los fieles participan del sacerdocio de Cristo. Esta
participación se llama "sacerdocio común de los fieles". A partir
de este sacerdocio y al servicio del mismo existe otra participación en la
misión de Cristo: la del ministerio conferido por el sacramento del Orden,
cuya tarea es servir en nombre y en la representación de Cristo-Cabeza en
medio de la comunidad.
1592 El sacerdocio ministerial difiere esencialmente
del sacerdocio común de los fieles porque confiere un poder sagrado para el
servicio de los fieles. Los ministros ordenados ejercen su servicio en el
pueblo de Dios mediante la enseñanza (munus docendi), el culto divino (munus
liturgicum) y por el gobierno pastoral (munus regendi).
1593 Desde los orígenes, el ministerio ordenado fue
conferido y ejercido en tres grados: el de los Obispos, el de los presbíteros
y el de los diáconos. Los ministerios conferidos por la ordenación son
insustituibles para la estructura orgánica de la Iglesia: sin el obispo, los
presbíteros y los diácono s no se puede hablar de Iglesia (cf. S. Ignacio de
Antioquía, Trall. 3,1).
1594 El obispo recibe la plenitud del sacramento del
Orden que lo incorpora al colegio episcopal y hace de él la cabeza visible de
la Iglesia particular que le es confiada. Los Obispos, en cuanto sucesores de
los apóstoles y miembros del colegio, participan en la responsabilidad
apostólica y en la misión de toda la Iglesia bajo la autoridad del Papa,
sucesor de S. Pedro.
1595 Los presbíteros están unidos a los obispos en
la dignidad sacerdotal y al mismo tiempo dependen de ellos en el ejercicio de
sus funciones pastorales; son llamados a ser cooperadores diligentes de los
obispos; forman en torno a su Obispo el presbiterio que asume con él la
responsabilidad de la Iglesia particular. Reciben del obispo el cuidado de una
comunidad parroquial o de una función eclesial determinada.
1596 Los diáconos son ministros ordenados para las
tareas de servicio de la Iglesia; no reciben el sacerdocio ministerial, pero
la ordenación les confiere funciones importantes en el ministerio de la
palabra, del culto divino, del gobierno pastoral y del servicio de la caridad,
tareas que deben cumplir bajo la autoridad pastoral de su Obispo.
1597 El sacramento del Orden es conferido por la
imposición de las manos seguida de una oración consecratoria solemne que
pide a Dios para el ordenando las gracias del Espíritu Santo requeridas para
su ministerio. La ordenación imprime un carácter sacramental indeleble.
1598 La Iglesia confiere el sacramento del Orden
únicamente a varones (viris) bautizados, cuyas aptitudes para el ejercicio
del ministerio han sido debidamente reconocidas. A la autoridad de la Iglesia
corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a recibir la
ordenación.
1599 En la Iglesia latina, el sacramento del Orden
para el presbiterado sólo es conferido ordinariamente a candidatos que están
dispuestos a abrazar libremente el celibato y que manifiestan públicamente su
voluntad de guardarlo por amor del Reino de Dios y el servicio de los hombres.
1600 Corresponde a los Obispos conferir el
sacramento del Orden en los tres grados.
|