Él saca de cada uno lo mejor que tiene
“Jesucristo es y seguirá siendo piedra de escándalo por su caudal precioso de ideas y perspectivas que, en choque con las tendencias bajas del hombre, ha querido elevarle, ennoblecerle y hacerle consciente de lo auténticamente importante y trascendente de su existencia” Marcial Maciel, L.C. Carta de marzo, 1976.
“Dime con quien andas y te diré quien eres.” Este dicho popular tiene mucha sabiduría. No hay nada que echa a perder tanto a un joven como un mal compañero, y al contrario, no hay nada que lo construya más como un amigo verdadero y auténtico. Con demasiada frecuencia un chico saca lo peor de una chica y viceversa. Podemos decir con toda certeza que Cristo sacó de todos los que le siguieron lo mejor que tenían.
Pensemos en el caso de Simón Pedro, el pescador de Galilea. Si no fuese por Cristo, ése hubiera pasado toda la vida entre sus labores, sin demasiada trascendencia, en el lago de Galilea. Desde que Cristo lo llamó se convirtió en “pescador de hombres” (Cf. Lc 5, 10).
Es el caso también de Leví, o Mateo, el publicano. No hay duda de que ganaba un buen dinero, siendo colaborador de los romanos en ese oficio tan remunerativo, pero odiado por los judíos. Mateo descubrió en Cristo la verdadera riqueza y lo siguió con presteza (Cf. Mc 2, 13-14). El ha marcado la historia, no sólo como un gran Apóstol, sino también como un gran Evangelista.
El caso de Judas Iscariote es dramático. El Señor trató de formarlo, de llevarlo al arrepentimiento, incluso llamándolo “amigo” (Mt 26, 50) en el momento mismo de la traición. Aunque Cristo ofrezca toda su gracia a una persona, si ésta no quiere colaborar con ella, no le aprovecha nada. Es el caso triste de Judas que pasó a la historia como “el traidor” y paradigma de toda persona de ese tipo.
Cristo no sólo sacó lo mejor de las personas en su día, sino sigue haciéndolo el día de hoy. Hay miles de personas que han encontrado en Cristo el modelo de su vida, la guía, el mejor maestro.
“Él es mi único amor, mi máxima ilusión, mi luz, mi camino, mi ejemplo, mi todo...quisiera que ustedes disfrutaran de esa dicha inefable de amar lo que Él ama, sentir como Él siente, pensar con sus criterios... y que gozaran de la dicha inefable de su hermosura sobrenatural, humana, moral...” Marcial Maciel, L.C. Carta del 13 de mayo de 1961.
Si comparamos los resultados que producen los líderes modernos y el gran Líder, Cristo, en los hombres, no nos queda lugar a duda de que Él es el mejor. Muchos líderes cinematográficos, deportistas, intelectuales... van dejando a la humanidad cada vez más pobre. Se tiene la tentación de optar por estos ídolos modernos que destruyen a la persona humana en su dignidad. Cristo es el Líder que mejor eleva al hombre, pues cada vez que se le sigue más de cerca, uno es más hombre.
Cristo nos enseña a pensar correctamente, usando nuestra propia razón y a no dejarnos lavar el cerebro por cualquier “profeta” que aparece por allí. El nos exige tener fuerza de voluntad y a no ser volubles, dejándonos llevar de remolque por nuestros constantes cambios de ánimo. Cristo nos pide desarrollar nuestro sentimientos, pero sin dejarnos llevar por el sentimentalismo.
Pilato dijo a la multitud “¡Aquí está el hombre!”, refiriéndose a Cristo azotado y coronado de espinas. Todos los hombres tenemos que mirar a este Hombre para conocer la medida del hombre. Si no nos asemejamos a Él, no habrá valido la pena vivir.