Reunir cerca de 200 mil personas en un mismo lugar, volver loca a una ciudad o incluso a un país entero, celebrar con personas desconocidas, y pagar en tiempo de crisis lo que sea para ver jugar al equipo preferido… estas son algunas de las muestras del poder del fútbol. Este deporte es uno de los más practicados en todo el mundo. Su afición es de las más grandes y su influencia en las personas -no sólo hombres- es enorme. «No hay casi ningún otro acontecimiento en la tierra que alcance una repercusión de amplitud semejante» dijo en su momento el cardenal Ratzinger.
Vale la pena preguntarse el por qué y las consecuencias que surgen de dicho interés. «El pesimista contestará que es una repetición más de lo que ya se experimentó en la antigua Roma: pan y circo; panem et circenses». Algo así como entretener al pueblo, sin importancia. Sin embargo, esas cosas “sin importancia” terminan siendo más influyentes de lo que pensamos.
Sudáfrica es uno de los casos en los que se comprueba. No sólo con el fútbol, sino también con el rugby. Nelson Mandela, cuando llega a la presidencia en 1994, comenzó a darle mucho peso al deporte. No significa que despreció sus ocupaciones como mandatario pues conocemos todo el bien que hizo en su breve presidencia y cómo apoyó en los siguientes gobiernos. Pero es interesante el valor que le dio al deporte. Sabía que así, no sólo llegaría a los 11 o 15 jugadores en una cancha, o a los miles aficionados en un estadio; sino que con él, tocaría a todo un país entero.
Este “canal” le ayudará luego a solucionar el problema del racismo, debido a la gran huella que dejó el apartheid. No lo resolverá por completo, pero ayudará. Le otorgó tanto interés, que consiguió la sede de dos mundiales de rugby en su país: uno durante su presidencia en 1995, y otro, en el 2007. Quería crear el “sentimiento sudafricano”.
Igualmente logró, tras varios años de lucha, ser el anfitrión de un mundial de fútbol. Es patente el impacto de lo que se logró en “Sudáfrica 2010”. Millones y millones de “bafana bafana” y de extranjeros se agolparon al sur del continente africano. Todo el mundo se hallaba en torno al mundial… al mundial de Sudáfrica. Todos con el “sentir sudafricano”.
En el mundial de ‘Alemania 2006’, el fútbol hizo revoluciones económicas. Se crearon 100 mil empleos, 2.5 millones de turistas visitaron Alemania, y se llegó a 12 mil millones de dólares de ingresos para dicho país (cf. El Fútbol es la Economía 17ª del Mundo, Rubén Roberto Rico, http://winred.com/estrategias/el-futbol-es-la-economia-17-del-mundo/gmx-niv102-con4150.htm). Suma nada despreciable.
Y también en Bosnia-Herzegovina, a pesar de todos los conflictos armados en los años 90 y de la mezcla de religiones, culturas e ideologías, el fútbol hizo su parte. No es la solución a todo, pero ha sido una salida hacia otras latitudes y un factor de unidad en el país para miles de jóvenes. Con un 48% de musulmanes, 37% de cristianos y 14 % de católicos, la selección de fútbol reúne a jugadores de las tres religiones, bajo una misma pasión.
Es evidente: el fútbol, y todo deporte, tocan al hombre. Y al tocar al hombre tocan la sociedad, y con ella, su economía, su unidad, su política… Los beneficios por el deporte en un país son enormes para todos. No sólo en lo económico, como en Alemania, sino también en su unidad, su identidad, y en la formación sana de la juventud, lejos de vicios y malos hábitos. Tal vez, al inicio, pueda parecernos una pérdida de tiempo y una mala inversión, pero no proyectamos lo que podemos construir con él. Es por eso que el fútbol –y el deporte en general- podrían ser más tenidos en cuenta en la sociedad, en cada hombre.