He visto, como miles de españoles, el film “Natividad”. No soy crítico ni profesional en la materia y quizás mi opinión, de sencillo espectador católico, no deberá tenerse muy en cuenta, tras la visión del film en y por el Vaticano.
Es el caso, que no he quedado satisfecho, ni mucho menos, del modo cómo se presenta la escena central del filme, el nacimiento de Jesús, desde el lado de mi fe católica. Sabido es que ésta proclama que “María fue siempre virgen antes del parto, en el parto y después del parto”. Tal afirmación es dogma de fe indiscutible para todo católico, enseñado por el magisterio universal de la Iglesia y definido en el Concilio de Letrán, el año 649.
La integridad corporal de María se mantuvo intacta en el acto de dar a luz. El antiguo catecismo lo expresaba bella y delicadamente con la metáfora del “rayo de sol que pasa por el cristal sin romperlo ni mancharlo”. Tal enseñanza ha sido además ratificada por el Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Lumen Gentium,nº 57.
Ahora bien, presentar a María en este film nerviosa, jadeante y sudorosa como cualquier otra fémina en el momento preciso de dar a luz, contradice a mi modo de ver, lo enseñado y creído por los católicos de todo el mundo a lo largo de los siglos.
Quizás se explique tal licencia fílmica por la procedencia protestante de su directora. Esto con ser importante y reseñable, no anula otros valores y aciertos del film