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El hijo único

No hace falta ser un experto psicólogo para entender lo que pasa a muchos niños que carecen de hermanitos. Se les ve, frecuentemente, tristes, como ausentes, egoístas, inadaptados, caprichosos y hasta frustrados .La causa está más clara que lo que aparece: su soledad vital.

Cuando unos padres han optado, en circunstancias normales, por su comodidad, su bienestar material, su tranquilidad etc..; a costa de no engendrar un nuevo hijo, suelen más tarde recoger el fruto de su desacertada decisión, en el hijo único frustrado. Nada desea más un niño que un hermanito para sentirse feliz y alegre en sus relaciones familiares y sociales.

Ni los juguetes ni la satisfacción de sus caprichos, ni los demás amiguitos, ni siquiera, el amor y la atención de sus progenitores, podrán suplir la carencia de un hermanito(a).

Me relataba una madre la sorpresa y el impacto grandes que recibió al encontrar a su bebé único, jugando en su cuarto, abarrotado de toda clase de juguetes y caprichos, abrazado a un oso de peluche y mientras lo estrechaba contra su pecho, hablaba con él repitiendo: Tú eres mi hermanito..

En este, como en otros casos, los padres cristianos deberían ser generosos con el don de la vida. No cegar voluntariamente sus fuentes y siempre, siempre, preferir un hijo a cualquier otra satisfacción material. La recompensa la encontrarán pronto en su felicidad y en la de sus hijos.