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El gran teatro del mundo

Alguna vez oí decir que el tango es un trozo de tragedia humana arrojado sobre el pentagrama de la vida. Cuando me refiero a ese popular estilo de música argentina soy consciente de que podríamos decir algo similar de los corridos mexicanos, como quizás también de muchos otros géneros de música en los cinco continentes de nuestro planeta. Nota: desconozco otros mundos, por ello, no me atrevo a afirmar si tienen o no continentes, como tampoco, qué tipo de música hubiera en ellos. (Se cierra la nota)

De forma parecida a lo que sucede en los diversos países, cada ser humano tiene la capacidad de crear, e interpretar, sus propias tragedias sufriéndolas como más le guste. Recuerdo por ejemplo a una señora que comentaba: “Ay, fuimos al cine a ver ¡un drama tan lindo...! no sabes como gozamos; nos la pasamos llorando toooda la película”.

Fatalidad, tristeza, desventura, infortunio, desgracia, adversidad, desamparo, infelicidad, tragedia; en definitiva...: ¡Pobre de mi! (Nota: Para darle la mejor entonación suplico que se lea este párrafo con tono de llanto amargo; si Usted lo desea, puede volver a leerlo. Muchas gracias)

Curiosamente, gran parte de nuestro gusto por la vida está en el placer de sufrir, de sentirnos incomprendidos, mal queridos, subestimado, pues al experimentar estas pasiones, nos convertimos en el personaje víctima-central de nuestra propia historia, siendo los demás los malos, injustos, crueles y desalmados. Es decir, nosotros somos aquella buena e indefensa criaturita digna de todo amor, compasión y ternura. Para este tipo de representaciones no es necesario contar con la asistencia de un teatro repleto de espectadores, bastará con unos cuantas personas que estén cerca de nosotros, y en el momento cúlmen de la representación... el artista, si, el artista, ese gran artista, ese genial actor o actriz... se encontrará... solo..., solo..., ¡solo!

Al llegar a este punto, cabe destacar el peligro de que nuestro actor principal, esto es cada uno de nosotros, se quede realmente solo, pues puede llegar el momento en que los espectadores se harten de nuestra actuación, y nos abandonen, para dedicarse a actividades que les resulten más provechosas.

Soy de la idea de que cada hombre y mujer ha de representar un papel concreto en esta vida, un papel en el que nadie podrá sustituirnos. Cada quien tendrá que conocer bien el rol que le corresponda, identificándose con su personaje -sin envidiar los ajenos-, deberá aprender a moverse en el escenario, con soltura; se exigirá en hablar nada más cuando le den el pie, es decir, cuando toque su turno, sin interrumpir a los demás actores; se exigirá para saber cuándo entrar en escena y cuándo hacer “mutis”, esto es desaparecer, para que la obra siga adelante.

Por otra parte, conviene no perder de vista que el mejor actor, no tiene por que ser el rey, aunque luzca los vestidos más ricos y se adorne con lindas joyas, que dicho sea de paso, siempre, sí siempre, son simple utilería, y al terminar la representación, deberán entregarse al encargado del vestuario para que puedan ser usadas por otros actores, en otras obras. En muchas ocasiones, lo sabemos bien, el mejor actor es el mendigo.

En la vida real no caben los monólogos pues todos formamos parte de una compañía, y cuando un actor pretende llevarse todos los créditos, el gran público, quizás no solo decida no aplaudir, sino incluso puede huir de toda sala en cuya marquesina luzca nuestro nombre. También nuestros compañeros podrían decidir firmar contratos con la condición de que no nos convoquen a participar con ellos, como a veces les sucede a las grandes “divas”.

Si todos desempeñáramos nuestros papeles, sin perder de vista estos principios del buen actuar, el gran teatro del mundo vería con mucha frecuencia como los espectadores se ponen de pie para aplaudir, una y otra vez nuestras obras... y esto tiene una importancia infinita cada vez que somos conscientes de que quienes nos contemplan están en el Cielo divirtiéndose junto a Dios... y que además de las tragedias, preferirían disfrutar de comedias ligeras, llenas de buen humor.