El mundo va tan rápido que no hay tiempo para conocer la verdad, hay sólo “noticias” que se van solapando y van dando “información” sin certezas, en un relativismo pasmoso. El saber ya no es unitario, sino fragmentado, hay retazos de conocimiento en un mar de caos... “Vuelve Judas Iscariote”, decía A. Abián... Las televisiones de algunos países difunden (a partir del pasado 9 de abril) una traducción de una papiro al que llaman “evangelio de Judas” (en Inglaterra al parecer no es noticia, en muchos otros sitios sí). El apóstol maldito pasa a tener protagonismo, la campaña de marketing no podía ser mejor: en Semana Santa, cuando se habla de su traición. El papiro (unos mil pedacitos, pertenecientes a 13 planchas), encontrado en 1978 en Egipto, de donde salió de forma ilegal, contiene un texto en copto de principios del siglo IV, parcialmente conocido gracias a S. Ireneo (por él conocemos la fecha del original, hacia el 180: "Adversus haereses", I, 31, 3), y sus autores son de una secta gnóstica. Es un texto no cristiano, literatura esotérica, con ropaje cristiano. Junto a los evangelios aceptados por todas las iglesias cristianas (escritos entre los años 60 y 90, apostólicos) están los “apócrifos” (significa “ocultos”, pero no porque se ocultaran, sino porque son reservados a iniciados en doctrinas ocultas, esotéricas). De los apostólicos hay miles de copias, que demuestra el interés; de los otros pocas, porque dejaron de interesar, aunque ahora nos alegramos al descubrirlos, porque son también historia.
El “evangelio” llamado “de Judas” no ha llegado plenamente a nosotros como pasó con otros, llamados “de Tomás”, “de Pedro, “de María Magdalena”, “de Santiago”, “de Felipe”, “de Andrés”, etc. No es que fueran los autores, sino que tomaban esos nombres para darle mayor autoridad a esos textos tardíos. Concretamente, por las fechas vemos que el “de Judas” está escrito unos 150 años más tarde de la muerte del “autor”. Los otros citados, conocidos, se pueden adquirir en cualquier librería de textos religiosos. Se guardan en diversos museos los originales (por ejemplo, el “de Tomás”, en el Museo de El Cairo). Naturalmente, hay muchos textos cristianos más serios que tampoco están entre los “canónicos” (del canon, o lista de libros que se leen en las iglesias): la Didajé (o Enseñanza de los Apóstoles), el “Pastor de Hermas”, la “Carta de Bernabé”, las del papa Clemente, o las de Ignacio de Antioquia, etc. Este papiro en cambio no aporta datos sobre el Jesús histórico, pero probablemente nos ayudará a entender mejor aquella secta gnóstica llamada “caínica” porque hacen una apología de los “asesinos bíblicos” (Caín, Judas).
Benedicto XVI, en la misa de Jueves Santo aseguró que el misterio de Judas consiste precisamente en su rechazo del amor de Dios: personaliza al «hombre inmundo» para quien el dinero, el poder y el éxito son más importantes que el amor y no duda en vender a Jesús. Ahí está su mal, en «el rechazo del amor, el no querer ser amado, el no amar. La soberbia que cree que no tiene necesidad alguna de purificación, que se cierra a la bondad salvadora de Dios... En Judas vemos claramente la naturaleza de este rechazo... Juzga a Jesús según las categorías del poder y del éxito: para él sólo el poder y el éxito son la realidad; el amor no cuenta... Y él es ávido: el dinero es más importante que la comunión con Jesús, es más importante que Dios y su amor... De este modo, se convierte también en un mentiroso, que hace el doble juego y rompe con la verdad, alguien que vive en la mentira, perdiendo así el sentido de la verdad suprema, de Dios... se endurece, se hace incapaz de conversión, del regreso confiado del hijo pródigo, y tira la vida destruida».
Así pues, el "evangelio" de Judas es una obra apócrifa que ha centrado el interés sobre Jesús precisamente en la semana santa, en un tono polémico que ha sembrado confusión a gente sencilla, porque la campaña ha estado intencionada, dirigida a este fin. La "National Geographic Society", y algunos medios de comunicación, quieren hacernos ver que en la antigüedad ya había gente "partidarios" del traidor, y un Judas que traicionaría a Jesús siguiendo la voluntad de Dios. Es lógico que la Iglesia estuviera en contra de estas sectas gnósticas, cuyos escritos tienen ideas tan peregrinas como que el matrimonio orientado a los nacimientos hay que evitarlo (encratismo); y que la mujer se salvará sólo si el «principio femenino» (thelus) personificado por ella se transforma en el principio masculino, esto es, si deja de ser mujer y se hace hombre.