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El Espíritu Santo

Cristo mando al Espíritu Santo para ayudarnos a asimilar su doctrina y darnos fuerza para cumplirla. Y nuestra misión es colaborar con el Espíritu Santo aceptando su Luz y su Fuerza.

1.- El espíritu Santo nos ayuda a asimilar la doctrina de Cristo.

La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su comunión con el Padre en el Espíritu Santo: el Espíritu Santo prepara a los hombres, les previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su muerte y resurrección (Catecismo, n.737).

Con frecuencia notamos que tenemos ideas claras sobre la doctrina católica. Si nos hicieran un examen, probablemente sacaríamos buena nota. Pero una cosa es saber y otra es vivirla. Necesitamos ayuda especial para poder ir formando nuestra conciencia moral, y esta ayuda viene del Espíritu Santo.

En realidad, el verdadero artífice de una conciencia bien formada es el Espíritu Santo: es El quien, por un lado señala la voluntad de Dios como norma suprema de comportamiento, y por otro, derramando en el alma las tres virtudes teologales y los dones, suscita en el corazón del hombre la intima aspiración a la voluntad divina hasta hacer de ella su alimento.

Con mucha frecuencia no vemos claramente el por que la iglesia nos exige ciertos comportamientos morales. En estas ocasiones tenemos que echar mano de una ayuda superior, la del Espíritu Santo. El puede doblar nuestro juicio para hacerlo coincidir con el de Dios.

2.- El Espíritu Santo nos da la fuerza necesaria para vivir nuestros compromisos bautismales.

La vida cristiana es una opción que debemos renovar todos los días. Dios nos deja libres. En cualquier momento cabe la posibilidades de echarnos para atrás, de quedarnos indiferentes, de ser unos cristianos "domesticados" como ciertos animales que solo sirven para adornar el hogar, pero que ya no son agresivos porque estas domados.

También la conciencia se puede domesticar y recortar a una medida cómoda. Una conciencia para andar por casa, es una conciencia mansa, que nos presenta los principios morales suavizados, que nos ahorra sobresaltos, remordimientos y angustias. Ante las faltas, sabe encontrar justificantes y lenitivos: "estas muy cansado", "todos lo hacen", "obraste con recta intención, lo hiciste por un fin buenos", "es de sentido ". Estas y mas justificaciones nos alejan del camino del Señor.

3.- El Espíritu Santo no deja de venir a nosotros constantemente.

Experimentamos muchas venidas del Espíritu Santo a nuestra vida. Las mas fuertes son cuando recibimos los sacramentos. Por medio de cada sacramento el "artífice de nuestra santificación", el Espíritu Santo, va haciendo su gran obra en nosotros, nuestra transformación en Cristo. Además de estas venidas sacramentales del Espíritu Santo, hay otras menos espectaculares, pero no por eso pierden importancia: su influencia sobre nuestra conciencia moral.

Para el alma en estado de gracia, la voz de la conciencia viene a ser la voz del Espíritu Santo, que ante ella se hace portador del querer del Padre celestial.

Nuestra vida debería ser un constante dialogo con el Espíritu Santo. Es imposible vivir la vida cristiana, cumplir con el principio y fundamento sin esta colaboración con el divino Huésped del alma, el Espíritu Santo.

Unas preguntas para reflexionar.

1.- ?Podemos decir que somos una persona "espiritual", es decir, que somos dóciles al Espíritu Santo?

2.- ?Pedimos mucho al Espíritu Santo para que nos inspire lo que debemos hacer, y para que nos de la fuerza de cumplirlo?

3.- ?Platicamos con frecuencia con el Espíritu Santo?