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Él es todopoderoso, pero sencillo como un niño

“Jesús es el gran paciente y el gran amigo; su Corazón Santísimo está lleno de ternura, de amor y de perdón para con aquellas ovejas que, por debilidad más que por malicia, tantas veces dejan de amarle práctica y operantemente. Yo creo que nada debe herirle tanto como la desconfianza o un amor reticente de nuestra parte.”

Para comprobar la sencillez de un adulto no hay prueba mejor que preguntarse si los niños se acercan a él con facilidad y sin miedo. Esto fue un hecho tan cotidiano en la vida de Jesús que los mismos discípulos se molestaron porque éstos se acercaban tanto a Él.

En aquellos tiempos había ciertas categorías de personas marginadas: los pecadores, los enfermos, los pobres, las mujeres y los niños. No es difícil probar que las personas de estas cinco categorías se acercaron a Jesús con muchísima facilidad.

De Jesús salía una fuerza que curaba a todos, pero también Cristo se rodeaba de una nube de bondad que atraía a todos los hombres hacia Él. Podemos constatarlo también en esa aclamación desesperada de algunos fariseos: “¿Qué hacemos con éste? ¡Todos lo siguen!”

Recordemos la expresión que usó el joven rico al saludar a Jesús: “Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna?” Parece que muchas personas se dirigían a Jesús con este apelativo de “Maestro”. En significativo el hecho de que María Magdalena, al reconocer a Jesús resucitado en la forma del jardinero, cuando se le apareció exclamó: “Rabboni”, que significa “Maestro.”

Cristo logró combinar una gran capacidad oratoria y un inmenso poder taumatúrgico con una dulzura que atraía hasta a los pecadores más duros. La mujer samaritana se atrevió a preguntarle: “¿Cómo es que tú siendo judío me pides de beber si soy una mujer samaritana?” Zaqueo, publicano y bajo en estatura, subió a un árbol para ver a Jesús. Sabemos lo que pasó a continuación: Cristo se paró junto a él y se autoinvitó a cenar con él y sus compañeros de profesión esa misma noche. Zaqueo se quedó transformado: “Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo el cuádruple”

Es interesante notar que sólo los que fueron sencillos como niños aceptaron a Jesús. Algunos fariseos se complicaron la vida y llegaron hasta decir que Jesús arrojaba a los demonios de las personas por el poder de Satanás. Herodes, quien lo vio por primera vez en la pasión, sólo se interesó en Él para ver si obraba un prodigio Lc 23,8). Pilato vio que Jesús fue totalmente inocente y en vez de soltarlo le mandó azotar.

Sería una equivocación el decir que la sencillez es una cualidad de personas de una determinada clase social. Los ejemplos que mencionamos arriba muestran que hay gente sencilla y complicada tanto entre los pudientes como entre las personas de menos recursos. Uno de los mejores amigos de Jesús fue ciertamente Lázaro. Hay indicios de que éste fue un hombre rico, pues ya tenía preparada su propia tumba cavada de piedra. También está el caso de Leví o Mateo, el publicano (y por eso rico), que dejó su profesión para seguir a Cristo.

Podemos concluir acertadamente que la sencillez que nos pide Cristo no depende de status social, fuerza económica..., sino de nuestra actitud interior delante de Dios y de los demás. Me acuerdo de una persona que siempre decía que no creía en milagros. Una vez este señor presenció la curación milagrosa de un paralítico. ¿Cuál fue su comentario?... “Pero, ¿están ustedes seguros que realmente ese hombre fue paralítico?” Tenemos que pedir a Jesús que seamos como Él nos dijo una vez: “sencillos como palomas”.