Todas las celebraciones del año litúrgico de la Iglesia, pero especialmente la Cuaresma y Semana Santa ,convergen y culminan con la fiesta principal del calendario: la Pascua. No hay celebración más importante en la Iglesia, que la fiesta de la Resurrección de Cristo.
Para gran parte de bautizados, aún en vacaciones, esta fiesta pasa casi desapercibida e ignoran la importancia que la liturgia de la Iglesia le asigna , considerándola la “fiesta de las fiestas” y "la solemnidad de las solemnidades".
Quizás se deba a la propaganda consumista, que, todavía, no ha manipulado ni explotado comercialmente este tiempo sagrado, como, por desgracia, ha pasado con la Navidad y otras fechas del calendario cristiano.
Casi camuflada por las vacaciones, la cultura del ocio, los viajes y fiestas de primavera, los cristianos conscientes, deberían esforzarse en dar realce e importancia a esta singular celebración. No tiene mucho sentido participar en las procesiones y cultos de Semana Santa y luego, practicar el absentismo en Pascua. En este tiempo, más que en las fechas navideñas, se deberían felicitar las Pascuas y prorrumpir en el grito incontenible del ¡Aleluya¡. Porque Cristo nuestro hermano vive y ha resucitado, lo celebramos gozosos y alegres y nos deseamos unos a otros FELICES PASCUAS.