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El bien común

Santa Cruz

Santa Cruz es un rancho que poco a poco se ha vuelto un pueblo. La falta de una presa ha hecho que los cultivos sean sólo de temporal y, como son pocas las tierras y muchos los hijos, no alcanza para todos. Se han ido, se van yendo. Unos a las ciudades cercanas, buscando el pan honrado, y otros más allá de la frontera, persiguiendo sueños. Pero los que se van siguen siendo de Santa Cruz y cada año, allá por el 3 de mayo, regresan a su pueblito a celebrar su fiesta patronal y a visitar a los mayores que todavía les viven. Por carretera llegaban en sus autos y camionetas hasta el pie del monte y allí las dejaban para emprender una caminata de casi un día porque su rancho estaba incomunicado, sólo se llegaba a pie, caminado entre lodazales y peñascos. Un día, durante las fiestas, decidieron abrir camino y comunicar su pueblo con la carretera estatal. Hablaron con las autoridades municipales y recibieron oferta de ayuda a cambio de su trabajo. Para los siguientes años, las visitas a Santa Cruz se hicieron más prolongadas y todos “arrimaron el hombro” para construir aquel camino que expresaba su amor por su pueblo, ¡hasta los que ya no tenían parientes en Santa Cruz acudieron movidos por el amor al terruño! Ya tienen camino y ya entran y salen quienes se van y quienes se quedan, pero sobre todo creció la amistad y el sentido de paisanaje y esos sentimientos los han heredado los hijos que ya no nacieron en Santa Cruz, pero que también trabajaron para construir su camino.

La familia, sociedad en pequeño

Cada vez son más las personas que viven solas, pero al menos en Hispanoamérica, el sentido de familia está muy arraigado y procuramos vivir así. La familia es nuestra primera comunidad. Comunidad es una palabra que nos habla de tener algo en común. En la familia sabemos que cada uno de los miembros contribuye, en la medida de sus fuerzas, al bien común y que todos, de acuerdo con el papel que desempeñan en esa pequeña comunidad, reciben el fruto de sus esfuerzos en forma de felicidad. La finalidad de toda comunidad es la búsqueda del bien común, es decir, de la felicidad.

Al bien común no debería oponerse el bien propio, ya que puede y debe haber armonía entre lo que me conviene y lo que nos conviene. Cuando el bien propio se antepone de una forma egoísta al bien de los otros, entonces se acaba la paz y entra la injusticia y la discordia.

El bien común en la familia supone el amor y de allí viene el que haya una coordinación efectiva, autoridad y normas que regulan la convivencia. Precisamente, para bien de todos. Cuando falta el amor o el egoísmo sale a relucir se daña a los demás.

La familia es como un “laboratorio” en el que se puede observar lo que sucede en comunidades más amplias, como el barrio, el pueblo, el estado o el país.

Cuando un miembro de la familia cumple responsablemente con su compromiso, toda la familia se beneficia, pero cuando un miembro de la familia es irresponsable y no cumple con su contribución, toda la familia sufre deterioro.

Cuántas familias conocemos que han sido mutiladas por la desordenada búsqueda del bien propio que es sobrepuesto a la felicidad de todos. Son por lo general aquellas familias en las que se ausenta uno de los padres o alguno de sus hijos se convierte en parásito que consume sin aportar nada. Son también esas familias que soportan la violencia de uno de sus miembros que somete a los demás por miedo.

Todos en la familia tienen derecho a ser felices y tienen el deber de contribuir al bien común.

La política

Es un arte y una ciencia. Es la búsqueda de los medios para lograr que el pueblo pueda gozar de la felicidad. Un político busca elaborar leyes cuyo cumplimiento garantice el goce de los derechos de cada ciudadano. Leyes que armonicen la búsqueda del bien propio y del bien común.

Quienes hacen las leyes también han sido dotados del poder para hacerlas cumplir, porque cuando las leyes no se cumplen se cae en la corrupción, la impunidad, la inseguridad y la injusticia.

Pero no olvidemos que los políticos que nos gobiernan son fruto de la sociedad en que vivimos, y tienen nuestras virtudes y nuestros defectos. Si queremos una sociedad mejor, demos a nuestros niños principios y valores para que sean capaces de construirla.

Construyendo el bien común

 Se educa a los niños en la búsqueda del bien común dándole a cada uno una responsabilidad en el hogar ¡y pidiéndole cuentas de ella! Si el niño ha cumplido satisfactoriamente, la familia debe reconocer cómo ha contribuido para el bien de todos.  

 Los niños tienen bienes propios y merecen que se les respeten, pero es bueno que aprendan a usar más la palabra “nuestro” y menos la palabra “mío”.  

 Cuando los hijos crecen y comienzan a ganar dinero, hágaseles ver que con parte de ese dinero deben contribuir al bienestar de toda la familia, mientras no formen su propia familia.  

 La búsqueda del bien común material nos debe llevar, a los creyentes, a la búsqueda del sumo Bien, suma felicidad para cada uno de nosotros.