Pegó como una bomba el escándalo del supuesto "lavado de dinero" en el Instituto para las Obras de Religión (IOR), o mejor conocido como "Banco del Vaticano". Y es que la prensa mundial ya aprendió que la Iglesia es el cliente preferente de los últimos años para endilgarle cualquier barullo, así como también de los tópicos más redituables económicamente. Todo en nombre del amarillismo y sensacionalismo.
Por estas razones, muchos periodistas decidieron comparar la reciente omisión de algún funcionario del IOR, con los escándalos sucedidos en los 80 y 90.
El primero, cuando se descubrió que Paul Marcinkus, durante su presidencia del Banco del Vaticano (1971-1989) había hecho dinero de transacciones relacionadas con diversos delitos, así como el escándalo del Banco Ambrosiano en 1982.
También se trató de renovar el escándalo de "lavado de dinero" que hubo en los 90 con Donato de Bonis, el cuál creo entidades fantasma para ahí blanquear el dinero de políticos inmiscuidos con la mafia siciliana.
Lo interesante del asunto es que, en ambos casos, las logias masónicas estaban relacionadas con el desarrollo de los sucesos —principalmente con el escándalo del Banco Ambrosiano—. Esto deja ver el grado de infiltración que tienen estos grupos al interior del Vaticano. Por esto mismo, hoy en día sigue habiendo muchos intereses que circulan en torno al Banco del Vaticano.
A pesar de estos oscuros antecedentes, el actual caso seguramente tiene poco que ver con malos manejos. Ettore Gotti Tedeschi, actual director del IOR, llegó al cargo hace casi un año, el 23 de septiembre del 2009, precisamente con la consigna de "blanquear" esta institución. Del mismo modo, fue asesor para la revolucionaria encíclica de "Caritas in veritate" de Benedicto XVI.
Según el experto vaticanista, Andrés Beltramo, desde la llegada al cargo de Gotti, se ha avanzado mucho en transparentar el órgano dependiente del Vaticano. Se han cerrado muchas cuentas creadas en las anteriores administraciones, mismas que supuestamente estaban vinculadas a fondos oscuros, así como se ha logrado transparentar procesos administrativos y de control. Esto ha hecho que Gotti se gane muchos enemigos entre los que aún están acomodados en el viejo sistema.
Todo el meollo del asunto versa en un fax mal redactado al banco del Crédito Artigiano por parte del IOR, donde se le solicitaba transferir 23 millones de euros, sin embargo, cuando se hizo, no se puso en el ordenamiento el nombre del solicitante de la transferencia —hecho que es violatorio de las leyes italianas—. Las autoridades fiscales detectaron automáticamente la irregularidad y así se abrió la investigación, por lo que se bloqueó la cuenta, procedimiento estándar en estos casos.
El punto interesante del hecho es que Gotti declaró que sin problema alguno podría disponer del solicitante de tal movimiento. Con esto, el asunto quedaría resuelto "ipso facto". Esto lleva cuestionar seriamente la intencionalidad del acto y a poner en vilo también a los colaboradores del nuevo "banquero del papa" que sin duda traen arrastrando "las viejas mañas".