El “Nican mopohua” es el documento, en náhuatl, donde se narran las
apariciones de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego. “Nican mopohua”significa “aquí se narra”. Carlos de Sigüenza y Góngora poseía el manuscrito del “Nican mopohua” “de letra de un indio”. Boturini andaba buscando dicho texto y lo encontró. Luego, los documentos de ambos coleccionistas se dispersaron. Hoy día, dice León-Portilla, hay una copia antigua de ese manuscrito en la Biblioteca Nacional de París, como manuscrito mexicano 317 de la Colección Aubin-Goupil y hay otro manuscrito antiguo también en la Biblioteca nacional de Nueva York.Aunque este relato es ampliamente conocido, no estará de más recordar un resumen de su contenido, al estilo del historiador mexicano Miguel León-Portilla: El texto habla de cuatro apariciones de la Virgen María al indio Juan Diego en el cerro del Tepeyac. Juan Diego se muestra sorprendido al escuchar cantos de aves preciosas. Oye luego que alguien lo llama. Pronto se da cuenta de que es una noble señora, a la que se acerca y contempla. Ella le dice que es la madre del Dador de la vida, Ipalnemohuani, Dueño del cerca y del junto, Tloque Nahuaque. En seguida le encarga obtenga del obispo de México, fray Juan de Zumárraga, se le edifique un templo en el llano, al pie del cerro. El indio se sorprende hondamente. Piensa que tal vez se halla en la Tierra florida, Xochitlalpan, en la Tierra de nuestro sustento, Tonacatlalpan, de la que hablaban los ancianos.La Madre de Ipalnemohuani, el Dador de la Vida tenía un deseo, como lo expresa el texto con ternura: “allí mostraré, haré patente, entregaré a las gentes todo mi amor, mi mirada compasiva, mi ayuda, mi protección. Porque en verdad, yo soy vuestra madrecita compasiva. A ti y a todos los hombres que vivís juntos en esta tierra, y también a todas las demás gentes que me amen, que me llamen, me busquen, confíen en mí. Así en verdad oiré su llanto, su pesar”.Luego acude al obispo en dos ocasiones pero no logra persuadirlo de la misión que le ha confiado la Virgen María. Lo más que obtiene del obispo es la petición de que esa señora le haga llegar alguna señal que pueda convencerlo.El indio Juan Diego, hombre del pueblo, macehual, aunque preocupado al ver cuán difícil le resulta obtener del obispo lo que ella pide, le habla así: "Señora, noble señora, muchachita mía, no disguste yo a tu rostro, a tu corazón. En verdad de corazón iré, marcharé para que se cumpla tu reverenciado aliento, tu reverenciada palabra. En verdad no lo abandonaré ni tengo por penoso el camino".La señal serán las flores preciosas que la Virgen le ordena corte en la cumbre del Tepeyac, donde sólo se daban abrojos, nopales y mezquites. Juan Diego las recoge y las coloca en el hueco de su tilma o capa y las lleva ante la presencia del obispo. Extiende entonces su tilma y contempla cómo las flores se esparcen. El relato concluye diciendo que en ese momento quedó pintada en la tilma del indio la imagen de la Virgen .Fueron las flores, “fragantes y preciosas”, ahuiayac inic mahuiztic, las que Juan Diego había ido a recoger en el Tepeyac y, según lo manifestó, estuvo entonces en Xochitlalpan, donde las colocó en el hueco de su tilma, la señal buscada y cumplida: "las puso de nuevo en mi regazo [...] y miré que era Tierra florida". Occepa nocuixanco oconhualmotemilini [...] in nitlachix ca ye Xochitlalpan. Y, son ellas, las flores y los cantos, las que hacen posible el acercamiento “al lugar a donde hay que ir”, in huilohuayan. Es allí donde la señal se convierte en portento y es comienzo de alegría perdurable.Para el hombre indígena pensar en la divinidad como en una madre que se aflige y preocupa por sus hijos, no era cosa extraña. Fray Bemardino de Sahagún lo dice en el texto que hizo transcribir acerca de la Conquista desde el punto de vista de testigos indígenas.Podrían algunos preguntar en este punto en qué expresiones del Nican mapahua es mayormente perceptible el mensaje cristiano de evangelización. Varias interpretaciones se han ofrecido al respecto. Así, se ha hablado de "una teología del Nican mopohua". Desde diferentes perspectivas se ha intentado valorar su contenido e influencia en la transformación religiosa de México.Los latinoamericanos actuales, a veces, no medimos la importancia de Santa María de Guadalupe en la historia nacional y del continente, y en la historia personal de cada uno. Miguel León-Portilla lo vislumbra cuando escribe: “La figura central del relato, Tonantzin Guadalupe –más allá de la demostración o rechazo de sus apariciones-, ha sido para México tal vez el más poderoso polo de atracción y fuente de inspiración e identidad. Será suficiente recordar en apoyo de esto lo que significó ella en los momentos de pestes, hambrunas y de afán de encontrarse a sí mismo en los tres siglos de México novohispano” .