Cierta ocasión Don Quijote de la Mancha, envuelto en pesares y derrotas por sus aventuras y peripecias, le dijo con mucho tino a su buen escudero Sancho: “Las feridas (heridas) que se reciben en las batallas antes dan honra que la quitan. Así que Panza, amigo, no me repliques más sino, como ya te he dicho, levántate lo mejor que pudieres y ponme de la manera que más te agradare encima de tu jumento”.
En todas sus anécdotas, a pesar de su locura, siempre se mostró garrido, luchador y coherente con lo que era: “…caballero soy, y caballero he de morir, si place al Altísimo".
Tal vez no sea un caballero andante o en un fiel escudero, sino más bien un soldado militante, un legionario. Como los soldados que integraban las legiones romanas, estas buenas enseñanzas del “Caballero de la Triste Figura” o Don Quijote, que es lo mismo, se convierten no sólo en consejos sino más bien en obligaciones.
Así un soldado, al salir a la guerra, dejando atrás mujer, familia, riquezas -si las tenía-, su vida toda por la patria, era consciente que tal vez no hubiera regreso. Que marchaba a luchar y a dar su vida como buen soldado, a derramar su sangre si fuera necesario, por su patria. La guerra es sinónimo de dificultad. Para eso se alistó como soldado, pues las guerras son momentos duros, oscuros, de mucha confusión y desasosiego. Y en esos momentos, el soldado demuestra no sólo lo que tenía sino más bien lo que es. Y si existen “feridas”, dan honra; y si se sufren derrotas, momentos son para levantarse lo mejor que se pudiere. Porque soldados somos, y soldados hemos de morir.
Me viene ahora a la mente la Legión de Cristo, tan llevada y tan traída por muchos medios: periódicos, noticieros… Legión de Cristo, formada por legionarios, por soldados. Soldados a ejemplo de las legiones romanas. Legionarios, que pasan por momentos difíciles, de zozobra. Pero a pesar de cuanto padecen, soldados son.
Es momento para que recordemos nuestra vocación de legionarios: de soldados. Recordemos ahora el día que nos despedimos de nuestra familia, nuestros amigos y nuestras preferencias. Sabíamos que marchábamos a la guerra, es decir, a pasar por momentos duros, oscuros, de mucha confusión y desasosiego. ¡Qué paz saber que estamos en guerra, en lucha!, ¡Qué paz saber que estamos en el lugar de un soldado, un soldado del ejército de Cristo! Comenta San Jerónimo: “Adversarius noster tamquam leo rugiens aliquem devorae quaerens circuit et tu, pacem putas?” (Nuestro enemigo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar. Y tú, ¿piensas en la paz?). A la guerra hemos salido y, ¿piensas en la paz? Por eso, ahora más que nunca, recordemos que las “feridas” antes dan honra que la quitan, y que los momentos duros o las caídas son para levantarse lo mejor que se pudiere, para cumplir nuestra vocación de legionarios. Legionarios somos y legionarios hemos de morir, pues así place al Altísimo.