Durante una larga temporada el Papa ha estado presente en casi todas las primeras páginas de los diarios y otros medios informativos impresos, ni que decir de la radio y de los noticieros de la televisión, culpándolo de la situación de los escándalos que ha habido en la Iglesia por sacerdotes pederastas, un ejemplo muy sonado es el del New York Times, un diario notablemente anticatólico se fue a buscar algo que pudiera inculpar directamente al Papa y se encontró una nota perdida de hace muchos años sobre un asunto relacionado con un sacerdote de WInsconsin, ante la poca claridad de la acusación el New York Times recibió una andanada de protestas, y según las encuestas una mayoría de Católicos apoyó al Papa.
Después Hans Kung, quien es un notable teólogo, que inclusive compartiera la cátedra en una universidad alemana con el Papa, y durante mucho tiempo trabajaran ambos en forma cercana en el desarrollo de la teología, hasta que Kung decidió irse apartando de la Iglesia para crear su propio grupo teológico, publicó una carta donde abiertamente llama a los obispos del mundo ha desconocer al Papa Benedicto XVI por una cantidad de razones verdaderamente absurdas.
A raíz de la publicación de la carta en muchos diarios del mundo un gran número de los periodistas mexicanos inclusive algunos de buena voluntad, pero muy ignorantes en cuestiones religiosas vaticinaron con una superficialidad irresponsable que esta carta sería en inicio de un cisma en la Iglesia Católica, es decir de una división formal en la misma que encabezarían un gran número de obispos que seguirían las instrucciones de Kung. Desde luego lo único que hicieron estos periodistas fue el ridículo.
Así bajo esta perspectiva de fuego contra el Papa se acercaba el viaje de su Santidad a Portugal, unos vaticinaban que estaría lleno de protestas, otros que habría una bajísima asistencia a las actividades pontificias, y todos en general que sería un fracaso. Si esto hubiera sucedido el Papa habría con toda seguridad seguido ocupando las principales páginas de los diarios y noticieros.
Pero resulta que misteriosamente el Papa desapareció de las primeras páginas y fue enviado a un rincón de las notas internacionales, porque resultó que el viaje a Portugal fue todo un acontecimiento, y que ese país encabezado por un socialista se volcó a las calles y a los eventos, por igual jóvenes, niños, personas maduras y mayores acudieron en masa a los eventos, participaron con una gran emotividad pero sobre todo con una enorme fe y devoción, y la plaza de Lisboa se llenó con trescientos mil asistentes y en la misa del viernes 14 de mayo en Oporto una ferviente multitud de quinientas mil personas participó con profunda devoción.
Hubo inclusive una protesta de un grupo ateo por la cobertura inusitada de la vista Papal por los medios electrónicos que calculan que cerca de dos millones la siguieron. Lástima para el mundo que se dio tan poca difusión a las palabras del Papa que estuvieron llenas de mensajes de esperanza y amor.
Termino la Nota reproduciendo una pequeña pate del mensaje del Papa en esa misa:
"Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús", decía Pedro. Y su Sucesor actual repite a cada uno de vosotros: Hermanos y hermanas míos, hace falta que os asociéis a mí como testigos de la resurrección de Jesús. En efecto, si vosotros no sois sus testigos en vuestros ambientes, ¿quién lo hará por vosotros? El cristiano es, en la Iglesia y con la Iglesia, un misionero de Cristo enviado al mundo. Ésta es la misión apremiante de toda comunidad eclesial: recibir de Dios a Cristo resucitado y ofrecerlo al mundo, para que todas las situaciones de desfallecimiento y muerte se transformen, por el Espíritu, en ocasiones de crecimiento y vida. Para eso debemos escuchar más atentamente la Palabra de Cristo y saborear asiduamente el Pan de su presencia en las celebraciones eucarísticas
De hecho, los anhelos más profundos del mundo y las grandes certezas del Evangelio se unen en la inexcusable misión que nos compete, puesto que "sin Dios el hombre no sabe adónde ir ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: ‘Sin mí no podéis hacer nada' (Jn 15, 5). Y nos anima: ‘Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo' (Mateo 28, 20)" (encíclica Caritas in veritate, 78).