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Delincuentes domésticos

Cuando alguien usa la expresión “me movieron el tapete” solemos entender que se sintió inseguro, pues el hecho de pisar sobre un suelo firme proporciona estabilidad, a diferencia de lo que nos sucede cuando nos encontramos sobre alguna plataforma armada de piezas articuladas pero no firmemente estructuradas entre sí. Al perder el equilibrio experimentamos una descarga de adrenalina a la que identificamos con el miedo y la inseguridad.

Pues bien, gracias a innumerables estudios sobre el comportamiento de los niños resulta evidente que los pequeños tienen sus pies apoyados en sus padres; uno en el papá y otro en la mamá. Si el matrimonio trabaja solidariamente, sabiendo ponerse de acuerdo y en armonía, los niños crecen seguros y tranquilos, pero si la relación entre los padres es violenta, o de mala calidad, los hijos crecen inseguros y esta deficiencia suele presentarse de dos formas: en timidez o en agresividad.

No perdamos de vista que la violencia podemos encontrarla en todas partes, a todas horas y de formas muy variadas, como en golpes, palabras, ironías, desprecios, silencios, críticas, burlas, calumnias, desacreditaciones; en el hogar la escuela, el tráfico; en fin.

Copio un texto de una amable señora preocupada por el tema de la creciente violencia en las escuelas: “El asunto es que estos niños son hijos de una generación de padres que nos escudamos bajo la premisa de que había que darles calidad y no cantidad de tiempo, pero esto es un grave error pues en muchos de los casos no les dimos ni una cosa ni otra. Los hijos necesitan ambas: calidad  y cantidad. Pero resulta que los padres trabajan y las madres que estudiamos carreras queremos ejercer nuestra profesión fuera del hogar y despreciamos nuestra labor como amas de casa. ¿Quién cuida y forma, pues, a nuestros niños? Nadie,  fuera de la televisión, la publicidad, el cine, la cultura de lo efímero, lo superficial y lo desechable. Estos pseudo-huérfanos del pañal y el biberón desechables corren el peligro de convertirse en unos monstruitos sin control”.

La violencia intrafamiliar es un fenómeno tan antiguo como la humanidad; basta recordar a Caín y Abel. Ahora bien, en la actualidad se ha procurado poner más interés por remediar este problema. Desafortunadamente muchos esfuerzos van más a remediar que a prevenir, se buscan castigos para los agresores en vez de promover temas como el respeto a la personas, ejercitándonos en virtudes como la comprensión, el perdón, la generosidad, el servicio y otras más. De seguir por el camino equivocado nunca solucionaremos nuestros problemas y tendremos cada día más delincuentes domésticos.

La violencia de los otros no se superará con amenazas, sino a través de la lucha permanente en el mejoramiento personal y en la búsqueda del entendimiento con los demás.