Cierto
día en un Castillo de Guerreros Chinos, se encontraron con la muerte de
uno de sus guardianes y fue preciso encontrar un substituto. El Gran
Maestro
convocó a todos los discípulos para determinar quién sería el nuevo centinela.
El Maestro, con mucha tranquilidad y calma, dijo: Asumirá el puesto el primer guerrero que resuelva el problema que voy a presentar.
Entonces colocó una magnifica mesita en el centro de la enorme sala en
que estaban reunidos y encima de ésta, colocó un jarrón de porcelana
muy raro, con una rosa amarilla de extraordinaria belleza en él y dijo
así: ¡Aquí está el problema!
Todos quedaron asombrados mirando aquella escena: Un jarro de
extremo valor y belleza, con una maravillosa flor en el centro. ¿Qué
representaría?, ¿Qué hacer?, ¿Cuál era el enigma? En ese instante, uno
de los discípulos sacó una espada, miró al Gran Maestro, y a todos sus
compañeros, se dirigió al centro de la sala y... ¡ZAZ!.. destruyó todo
de un solo golpe.
Tan pronto el discípulo retornó a su lugar, el Gran Maestro dijo: Usted será el nuevo Guardián del Castillo.
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No siempre los problemas tienen apariencia de problemas. Las
tentaciones llevan ese nombre precisamente porque tientan, atraen;
porque vienen disfrazadas con aspecto de bien. Muchas veces nos
engañamos no queriendo reconocer lo que nuestra conciencia nos señala
como un problema... y preferimos seguir con él por el placer que nos
causa, pero la hermosa flor termina por marchitarse y perder su
belleza, y aparece el verdadero problema. Cuando nuestra conciencia nos
señala algo y dice como el Rey: ¡Aquí está el problema!, hay que hacerle caso aunque nosotros no lo veamos como tal. Ella no se equivoca... quizá más tarde lo agradeceremos.