Recientemente recibí un e-mail de una adolescente. Con su autorización hago público nuestro diálogo por internet –cambiando su nombre-, por si le sirve a alguna otra persona.
¡Hola!:
Me llamo Luisa tengo 17 años, bueno casi 18. Vivo en (...) Leí lo que usted le dijo a una chava sobre lo de la virginidada reciclave. Mi historia es la siguiente: yo tenía un novio cibernético, era mayor que yo, y, pues, yo me ilusioné demasiado con él. Me gustaba lo que decía por internet o por teléfono. El me dijo que iba a venir para que nos conociéramos personalmente. Nos quedamos de ver en X lugar. Yo llegué y él me dijo que era muy linda. El quería que fuéramos a un lugar donde pudiéramos hablar, y yo acepté. Fui con él al peor lugar: me llevo a un motel.
Yo me puse muy nerviosa, le dije que era mejor que allí quedara todo porque yo era virgen, y no quería que pasa nada de lo me pudiera arrepentir. No pasó nada, pero después de ese día se acabó la magia. No volvió a marcar por teléfono ni a mandar ningún mensaje.
Mis amigas me preguntaban qué había pasado con ese chico. No sé cómo decirles que el chavo es un tonto que no vale la pena. Me he preguntado muchas veces: ¿Todos lo muchachos son así?... No se por qué hice esto, pero me siento mal por lo que pasó, y no se qué hacer, no hubo nada pero me siento mal. Ahora, hay un chico que me está tirano la onda y él dice que es en serio, pero yo no se si después de lo que pasó alguien me pueda tomar en serio. Por favor, déme un consejo porque si lo necesito gracias. Att:Luisa
Le contesté y le mandé un artículo, pero no conservo el texto de mi respuesta.
Ella me responde: Hola. Ya leí lo que me enviaste. Gracias por todo lo que me dices, creo que ya lo estoy superando. Creo que metí la pata. Mi madre ya me había dicho días antes que ella se sentiría aun mas orgullosa de mí si me casara vestida de blanco. Mi mamá piensa eso, pero por el momento yo tengo miedo de casarme y de que mi marido no me deje trabajar ni desarrollarme en mi profesión. Yo quiero ser la mejor en lo que sea, yo aun no estoy muy segura de lo que quiero; por un momento quiero ser educadora y después ser arquitecta o química farmacobióloga, las tres carreras me gustan mucho, y más arquitectura. ¿Sabes? me gusta mucho dibujar pero desde lo que pasó con Andrés, no tengo inspiración para pintar, me siento triste, a pesar de que mis amigos me echan porras para que sobreviva. A veces quisiera estar sola y meditar: ¿en qué estaba pensando cuando pasó lo de Andrés?, quisiera poder decirle a mi mamá, pero se que me va a matar. ¿Qué hago? estoy muy confundida, ¡Aayyyyyyyyy! No sé, creo que debo arreglar mi cabeza primero. Gracias por lo que me escribiste .......... Att. Luisa.
Le contesté:
Querida Luisa:
Una cosa que te puede servir es saber que uno no cae en algo grande de un día para otro. Uno va descuidando las cosas pequeñas y así, sin darse cuenta, va resbalando imperceptiblemente. Tú ya has adquirido una experiencia que te va a servir toda la vida. ¿Quieres meditar a solas? Es una cosa muy sana.
Me da alegría saber que tienes tantas expectativas profesionales. ¡Qué bueno que quieras ser la mejor en lo que hagas! Sería bueno que te animaras a hablar con tu mamá: es quien más te quiere. Piensa: Si tu tuvieras una hija, ¿no te consolaría que te tuviera confianza?... Basta que le digas: "mamá: quiero confiarte algo, pero no me regañes. Cometí un error, pero necesito que me ayudes para enmendarme a fondo". Ayuda también acudir a un buen sacerdote –si eres católica- y hacer una buena confesión. ¿Lo ves posible?
Te sugiero que medites a diario 5 minutos el Evangelio, para que conozcas más a Jesús. También te recomiendo el libro de Camino, de San Josemaría Escrivá: enseña a tratar a Dios.
Los adolescentes a veces se desaniman ante las caídas o los errores personales. Y la realidad es que todo tiene remedio. El Dr. Aquilino Polaino-Lorente, psiquiatra español, dice: “Tenemos que ser señores de nuestra propia biografía. No podemos torturarnos con lo que ya pasó. Hay que olvidar el recuerdo pero aprender de él”. Gracias por escribirme. Rebeca.
Luisa me contesta:
“Hola, ¿cómo has estado? Yo, ahí pasándola... Sí soy católica pero desde que hice mi Primera Comunión me confesé dos veces más y ya. Creo en Dios pero no confío mucho en confesarme con un Padre que es una persona igual a mí. Lo pensaré... ¡Ah! y por favor, avísame cuando salga el artículo para conseguirlo y reírme un poco sobre lo que pasó. Gracias por estar poniendo atención a mis tonterías. Mil abrazos y cuídate”. Luisa.
Le respondí:
Una de las cuestiones más importantes de nuestra vida es ¿cómo conseguir "deshacernos" de lo malo que hay en nosotros? No se puede volver al pasado, para vivirlo de manera diferente… Sólo Dios puede renovar nuestra vida con su perdón.
“Y yo, ¿qué le voy a contar mis cosas a un sacerdote que es una persona igual a mí?”, dices. ¡Tienes razón! Pero si Cristo lo dijo, las cosas cambian. En la confesión no se realiza un diálogo humano, sino un diálogo divino: Este sacramento nos introduce dentro del misterio de la misericordia de Dios. Jesús dio a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados cuando les dojo: "Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados, a los que no se los perdonen, les quedarán retenidos " (Jn 20,22-23). Los únicos que han recibido este poder son los Apóstoles y sus sucesores, los sacerdotes católicos.
Escribe un Santo: “Cuando vamos a confesarnos se podría decir que desclavamos a Nuestro Señor de la cruz... Cuando el sacerdote da la absolución, no hay que pensar más que en una cosa: que la sangre de Dios corre por nuestra alma lavándola y volviéndola bella como era después del bautismo” (Cura de Ars).
Escribe Luisa. “Estoy pensando lo que me dices, y, a la vez, me estoy llenando de trabajo para ya no recordar lo que pasó”.
Le contesté: ¡Qué bueno que trabajes más!, pero no se trata de auto atolondrarte. El reconocimiento de nuestras culpas es el primer paso para recuperar la paz interior. Sólo quien reconoce su culpa está en condiciones de liberarse de ella. El hecho de que el sacerdote sea un hombre y que como tal tenga pecados, facilita la confesión: Precisamente porque sabe en carne propia lo que es ser débil, te puede entender mejor.
Me interesa cómo sigues. Te mando un saludo muy caluroso. Rebeca