Para muchos, incluso bautizados, todo el año es carnaval. La eclosión de la carne no conoce fronteras en el mundo actual. La exaltación del sexo por el sexo es el pan de cada día. Han caído todos los tabúes y todas las barrenas.
Son ya pocos los que saben lo que es pudor, pureza, castidad, virginidad.
La revolución sexual es un hecho y una realidad planetaria. Hoy, para una mayoría, progreso es sinónimo de libertinaje.
Sodoma y Gomorra son antiguallas. Hoy vale todo. Por fin, se terminó con la herencia judeo- cristiana. ¿Pecado de la carne?...Hablemos de cosas serias, por favor.
Bien. Este el panorama actual. Nos guste o no. En él vivimos inmersos -excepto monacales grupitos- la mayoría de los mortales. Frente a él no caben lamentos ni revivir antañonas enseñanzas ni obsoletos adoctrinamientos. El infierno, si existe, está vacío, dicen algunos
enterados. Vive y deja vivir. Carpe diem. Lo demás, es lo de menos.
En fin: ¿Qué es lo que queda?. Para unos, nada o casi nada. Para otros, todo o casi todo. Cierto que nos ha inundado un neopaganismo, arrasando la cultura de la mojigatería y la beatería censurables. Pero frente a todo este derrumbe sigue alzado como un muro rocoso e infranqueable, la Palabra de Dios en la Biblia: "Toda carne es heno, como flor del campo que brota por la mañana y por la tarde se marchita". "Si vivís según la carne, moriréis; cosecharéis corrupción". "Las obras de la carne no sirven para nada, las del espíritu vivifican"."Cada uno dará cuenta a Dios de su propia vida".
El contraste es evidente. No hay escapatoria. Algo trascendente y definitivo está en juego. Hacer de la vida, un carnaval o un servicio a Dios y los demás. Somos libres para escoger.