México D.F., 2 de abril de 2005
COMUNICADO CON MOTIVO DE LA MUERTE DE JUAN PABLO II
Más allá de toda estadística, Juan Pablo II deja grabada en nuestra tierra la figura de un hombre que cambió el curso de naciones enteras, derribó muros, rompió fronteras y movió millones de corazones humanos descubriéndoles el profundo sentido de su vida.
Logros humanos podemos encontrar un sinnúmero, pero lo que en realidad cuenta no son las cifras alcanzadas, sino su gran unión a Cristo, fruto de la vida que el Papa cultivaba en su interior. La grandeza de la persona de Juan Pablo II está en aspectos que no se logran observar a simple vista. ¿Cuántas horas pasó con el Señor en oración?, ¿fue él quien gobernó la Iglesia, o más bien fue un instrumento para que Dios mismo lo hiciera a través de él? ¿Qué tenía este hombre que durante toda su vida desafió el peligro y rechazó la comodidad? Si alguna vez alguien quiso ver la realidad del cristianismo, la vio reflejada en él: el Vicario de Cristo.
Dio a la humanidad un rostro de paz, de serenidad, de conciliación, su mensaje no fue indiferente, revolucionó sociedades, mentalidades e ideologías, aunque también a muchos incomodó… sus palabras fueron duras, pero llenas de verdad. Fue un punto de referencia de la conciencia moral del mundo contemporáneo. Sus posiciones y sus iniciativas, manifestaron la grandeza de su personalidad y la validez de su pensamiento. Siempre supo comprender los problemas, las dudas, la búsqueda de la verdad y de la libertad que hay en el corazón humano.
Los Obispos de México experimentamos con toda la Iglesia Universal, un profundo dolor por la partida del Santo Padre. Sin embargo, desde la fe proclamamos con gozo el paso feliz a los brazos de Dios. También nos sentimos plenamente agradecidos por el tesoro de gracia de este gran Pastor, quien desde su primera visita a nuestro país, desencadenó un proceso de dinamismo pastoral que nos ha fortalecido enormemente.
Guardamos en el corazón sus últimas palabras a la Virgen y al pueblo mexicano: “Para Ella mi última mirada y mi último saludo antes de dejar esta bendita tierra mexicana. A Ella confío a todos y cada uno de sus hijos mexicanos, cuyo recuerdo llevo en mi corazón. ¡Virgen de Guadalupe, vela sobre México! (...) Al disponerme a dejar esta tierra bendita me sale de muy dentro lo que dice la canción popular en lengua española: "Me voy, pero no me voy. Me voy, pero no me ausento, pues, aunque me voy, de corazón me quedo". ¡México, México, México lindo, que Dios te bendiga!
Ahora somos nosotros los que elevamos nuestra plegaria a la Virgen de Guadalupe: Madre recibe a tu querido hijo Juan Pablo II y acompáñalo con tu Hijo Jesucristo en su entrada al Reino de los Cielos.