CUARTA PARTE
LA ORACIÓN CRISTIANA
PRIMERA SECCIÓN
LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA
CAPÍTULO TERCERO
LA VIDA DE ORACIÓN
ARTÍCULO 1
LAS EXPRESIONES DE LA ORACIÓN
I La oración vocal
2700 Por medio de su Palabra, Dios habla al hombre. Por medio de palabras,
mentales o vocales, nuestra oración toma cuerpo. Pero lo más importante es la
presencia del corazón ante Aquél a quien hablamos en la oración. "Que
nuestra oración se oiga no depende de la cantidad de palabras, sino del fervor
de nuestras almas" (San Juan Crisóstomo, ecl. 2).
2701 La oración vocal es un elemento indispensable de la vida cristiana. A
los discípulos, atraídos por la oración silenciosa de su Maestro, éste les
enseña una oración vocal: el "Padre Nuestro". Jesús no solamente ha
rezado las oraciones litúrgicas de la sinagoga; los Evangelios nos lo presentan
elevando la voz para expresar su oración personal, desde la bendición
exultante del Padre (cf Mt 11, 25-26), hasta la agonía de Getsemaní (cf Mc 14,
36).
2702 Esta necesidad de asociar los sentidos a la oración interior responde a
una exigencia de nuestra naturaleza humana. Somos cuerpo y espíritu, y
experimentamos la necesidad de traducir exteriormente nuestros sentimientos. Es
necesario rezar con todo nuestro ser para dar a nuestra súplica todo el poder
posible.
2703 Esta necesidad responde también a una exigencia divina. Dios busca
adoradores en espíritu y en verdad, y, por consiguiente, la oración que sube
viva desde las profundidades del alma. También reclama una expresión exterior
que asocia el cuerpo a la oración interior, esta expresión corporal es signo
del homenaje perfecto al que Dios tiene derecho.
2704 La oración vocal es la oración por excelencia de las multitudes por
ser exterior y tan plenamente humana. Pero incluso la más interior de las
oraciones no podría prescindir de la oración vocal. La oración se hace
interior en la medida en que tomamos conciencia de Aquél "a quien
hablamos" (Santa Teresa de Jesús, cam. 26). Entonces la oración vocal se
convierte en una primera forma de oración contemplativa.
2705 La meditación es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de
comprender el por qué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y
responder a lo que el Señor pide. Hace falta una atención difícil de
encauzar. Habitualmente, se hace con la ayuda de un libro, que a los cristianos
no les faltan: las sagradas Escrituras, especialmente el Evangelio, las
imágenes sagradas, los textos litúrgicos del día o del tiempo, escritos de
los Padres espirituales, obras de espiritualidad, el gran libro de la creación
y el de la historia, la página del "hoy" de Dios.
2706 Meditar lo que se lee conduce a apropiárselo confrontándolo consigo
mismo. Aquí, se abre otro libro: el de la vida. Se pasa de los pensamientos a
la realidad. Según sean la humildad y la fe, se descubren los movimientos que
agitan el corazón y se les puede discernir. Se trata de hacer la verdad para
llegar a la Luz: "Señor, ¿qué quieres que haga?".
2707 Los métodos de meditación son tan diversos como los maestros
espirituales. Un cristiano debe querer meditar regularmente; si no, se parece a
las tres primeras clases de terreno de la parábola del sembrador (cf Mc 4, 4-7.
15-19). Pero un método no es más que un guía; lo importante es avanzar, con
el Espíritu Santo, por el único camino de la oración: Cristo Jesús.
2708 La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la
emoción y el deseo. Esta movilización es necesaria para profundizar en las
convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la
voluntad de seguir a Cristo. La oración cristiana se aplica preferentemente a
meditar "los misterios de Cristo", como en la "lectio
divina" o en el Rosario. Esta forma de reflexión orante es de gran valor,
pero la oración cristiana debe ir más lejos: hacia el conocimiento del amor
del Señor Jesús, a la unión con El.
III La oración de
contemplación
2709 ¿Qué es esta oración? Santa Teresa responde: "no es otra cosa
oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces
tratando a solas con quien sabemos nos ama" (vida 8).
La contemplación busca al "amado de mi alma" (Ct 1, 7; cf Ct 3,
1-4). Esto es, a Jesús y en él, al Padre. Es buscado porque desearlo es
siempre el comienzo del amor, y es buscado en la fe pura, esta fe que nos hace
nacer de él y vivir en él. En la contemplación se puede también meditar,
pero la mirada está centrada en el Señor.
2710 La elección del tiempo y de la duración de la oración de
contemplación depende de una voluntad decidida reveladora de los secretos del
corazón. No se hace contemplación cuando se tiene tiempo sino que se toma el
tiempo de estar con el Señor con la firme decisión de no dejarlo y volverlo a
tomar, cualesquiera que sean las pruebas y la sequedad del encuentro. No se
puede meditar en todo momento, pero sí se puede entrar siempre en
contemplación, independientemente de las condiciones de salud, trabajo o
afectividad. El corazón es el lugar de la búsqueda y del encuentro, en la
pobreza y en la fe.
2711 La entrada en la contemplación es análoga a la de la Liturgia
eucarística: "recoger" el corazón, recoger todo nuestro ser bajo la
moción del Espíritu Santo, habitar la morada del Señor que somos nosotros
mismos, despertar la fe para entrar en la presencia de Aquél que nos espera,
hacer que caigan nuestras máscaras y volver nuestro corazón hacia el Señor
que nos ama para ponernos en sus manos como una ofrenda que hay que purificar y
transformar.
2712 La contemplación es la oración del hijo de Dios, del pecador perdonado
que consiente en acoger el amor con el que es amado y que quiere responder a él
amando más todavía (cf Lc 7, 36-50; 19, 1-10). Pero sabe que su amor, a su
vez, es el que el Espíritu derrama en su corazón, porque todo es gracia por
parte de Dios. La contemplación es la entrega humilde y pobre a la voluntad
amante del Padre, en unión cada vez más profunda con su Hijo amado.
2713 Así, la contemplación es la expresión más sencilla del misterio de
la oración. Es un don, una gracia; no puede ser acogida más que en la humildad
y en la pobreza. La oración contemplativa es una relación de alianza
establecida por Dios en el fondo de nuestro ser (cf Jr 31, 33). Es comunión: en
ella, la Santísima Trinidad conforma al hombre, imagen de Dios, "a su
semejanza".
2714 La contemplación es también el tiempo fuerte por excelencia de la
oración. En ella, el Padre nos concede "que seamos vigorosamente
fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior, que Cristo
habite por la fe en nuestros corazones y que quedemos arraigados y cimentados en
el amor" (Ef 3, 16-17).
2715 La contemplación es mirada de fe, fijada en Jesús. "Yo le miro y
él me mira", decía, en tiempos de su santo cura, un campesino de Ars que
oraba ante el Sagrario. Esta atención a El es renuncia a "mí". Su
mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de
nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su
compasión por todos los hombres. La contemplación dirige también su mirada a
los misterios de la vida de Cristo. Aprende así el "conocimiento interno
del Señor" para más amarle y seguirle (cf San Ignacio de Loyola, ex. sp.
104).
2716 La contemplación es escucha de la palabra de Dios. Lejos de ser pasiva,
esta escucha es la obediencia de la fe, acogida incondicional del siervo y
adhesión amorosa del hijo. Participa en el "sí" del Hijo hecho
siervo y en el "fiat" de su humilde esclava.
2717 La contemplación es silencio, este "símbolo del mundo
venidero" (San Isaac de Nínive, tract. myst. 66) o "amor
silencioso" (San Juan de la Cruz). Las palabras en la oración
contemplativa no son discursos sino ramillas que alimentan el fuego del amor. En
este silencio, insoportable para el hombre "exterior", el Padre nos da
a conocer a su Verbo encarnado, sufriente, muerto y resucitado, y el Espíritu
filial nos hace partícipes de la oración de Jesús.
2718 La contemplación es unión con la oración de Cristo en la medida en
que ella nos hace participar en su misterio. El misterio de Cristo es celebrado
por la Iglesia en la Eucaristía; y el Espíritu Santo lo hace vivir en la
contemplación para que sea manifestado por medio de la caridad en acto.
2719 La contemplación es una comunión de amor portadora de vida para la
multitud, en la medida en que se acepta vivir en la noche de la fe. La noche
pascual de la resurrección pasa por la de la agonía y la del sepulcro. Son
tres tiempos fuertes de la Hora de Jesús que su Espíritu (y no la "carne
que es débil") hace vivir en la contemplación. Es necesario consentir en
"velar una hora con él" (cf Mt 26, 40).
2720 La Iglesia invita a los fieles a una oración regulada: oraciones
diarias, Liturgia de las Horas, Eucaristía dominical, fiestas del año
litúrgico.
2721 La tradición cristiana contiene tres importantes expresiones de la vida
de oración: la oración vocal, la meditación y la oración contemplativa. Las
tres tienen en común el recogimiento del corazón.
2722 La oración vocal, fundada en la unión del cuerpo con el espíritu en
la naturaleza humana, asocia el cuerpo a la oración interior del corazón a
ejemplo de Cristo que ora a su Padre y enseña el "Padre nuestro" a
sus discípulos.
2723 La meditación es una búsqueda orante, que hace intervenir al
pensamiento, la imaginación, la emoción, el deseo. Tiene por objeto la
apropiación creyente de la realidad considerada, que es confrontada con la
realidad de nuestra vida.
2724 La oración contemplativa es la expresión sencilla del misterio de la
oración. Es una mirada de fe, fijada en Jesús, una escucha de la Palabra de
Dios, un silencioso amor. Realiza la unión con la oración de Cristo en la
medida en que nos hace participar de su misterio.