¿Esperado? Para algunos sí, para otros, seguramente no. La fantasía del Espíritu Santo consiste en sorprendernos de mil modos. A veces del modo tan sencillo del no dar (aparentemente) ninguna sorpresa, de escoger al Cardenal que muchos ya daban como Papa.
Los analistas están en pleno trabajo. Algunos lo tendrán todo demasiado fácil: cogerán el “dossier Ratzinger” para repetir las críticas de siempre (tan conocidas que no hace falta repetirlas). Para otros, más de los que pensamos, es el momento de un análisis espiritual, profundo: ¿qué quiere Dios? ¿Qué nos está pidiendo con la elección del Cardenal Ratzinger como Obispo de Roma?
La pregunta va en una doble dirección. Primero, hacia el nuevo Papa. Benedicto XVI ha escuchado una llamada. Tal vez pensaba en retirarse de la Curia, en volver a Alemania o en dedicarse a un trabajo más tranquilo en Italia. Tal vez soñaba con dar conferencias, con escribir libros, con tener más tiempo para rezar (la actividad más hermosa para cualquier sacerdote, más para un teólogo como Ratzinger).
La mirada de los cardenales se fijó en él. Dios, a través de hombres, le pidió a Joseph Ratzinger algo nuevo, algo difícil: una aventura. También al pescador de Galilea Jesús le dijo: “cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras” (Jn 21,18).
¿Qué quiere Dios de Benedicto XVI? Un gesto de confianza y de amor. Un compromiso para servir a la Iglesia. Un esfuerzo final (en la última etapa de su vida) en el cuidado de las ovejas. Una palabra (también se habla en el dolor, como vimos en Juan Pablo II) para que la verdad brille en el mundo, para que muchos hombres y mujeres miren a Cristo y descubran, a través del Hijo, el Amor misericordioso del Padre.
Luego la pregunta se dirige a los católicos. ¿Qué quiere Dios de nosotros cuando nos envía un nuevo Papa? Quiere que renovemos nuestra confianza, que no tengamos miedo, que avivemos la certeza de que nunca nos faltará su ayuda. Quiere que nos unamos en la fe, en la esperanza, en la caridad, a nuestros pastores, a todos los obispos del mundo, especialmente gracias al carisma de servicio que nace desde el ministerio del Papa. Quiere que recemos por Benedicto XVI (“sobre todo, confío en vuestras oraciones”, dijo en sus primeras palabras como Papa). Quiere que vivamos a fondo el mandamiento del Amor, y que conservemos con cariño el tesoro de nuestra fe.
Quiere, en definitiva, que nos alegremos. Sí: en medio de las luchas del mundo, tenemos un faro, una luz, en Roma. Un nuevo Papa empieza su ministerio. Un hombre que se ha definido a sí mismo, en sus primeras y emocionadas palabras de saludo, como “un sencillo, humilde, trabajador en la viña del Señor”. Un hombre que nos ofrece lo más grande que puede dar, la bendición (se llama Benedicto) de Dios. ¡Gracias por su generosidad, Santo Padre!